El reloj corre cada vez más rápido para España y los rumores sobre la necesidad de rescatar al país en su conjunto crecen por momentos. Las necesidades de capital de nuestro país son mayores de las previstas y acudir a los mercados para conseguirla se ha convertido en una tarea demasiado cara, con un bono español a diez años a un desorbitado tipo de interés que supera el 7% sin ningún tipo de pudor.
Para muchos, entre los que me incluyo, la cuestión ya no es si España necesitará o no ese segundo rescate, sino cuando se solicitará formalmente. En Alemania hablan de que la cifra final del mismo podría alcanzar los 300.000 millones de euros, dato que hay que coger con alfileres por lo apresurado del mismo, y que se utilizaría para solucionar los problemas de falta de acceso a los mercados.
En algunos medios como El Economista van aún más allá y se atreven incluso a concretar de donde saldrá todo ese dinero. Según sus fuentes, un primer tramo del rescate, de 100.000 millones de euros, saldría del fondo temporal (FEEF) y los 200.000 millones restantes del fondo de rescate permanente (MEDE). El tipo de interés que España tendría que pagar por este crédito, aseguran, oscilaría entre el 2% y el 2,5%, bastante lejos del 7,38% que marcó ayer el bono español a diez años.
Rumores a parte, lo cierto es que la situación de nuestro país cada vez es más delicada. Nuestra economía está enferma, borracha de crédito y con síndrome de abstinencia por más financiación. Las reformas que se están aplicando son insuficientes, los recortes ahogan a la población y la chistera mágica de Rajoy cada vez aporta menos soluciones. Hablar de rescate al país y pensar en la situación actual de Grecia es inevitable: pobreza y miseria. ¿Acaso es eso lo que nos depara nuestro porvenir?
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