Si fuiste un visionario y compraste oro en 1492, justo cuando Colón ponía pie en lo que él creía que eran las Indias, estás de enhorabuena: has tardado solo 533 años en recuperar tu inversión.
Ironías a parte, el oro ha vuelto a alcanzar en 2025 los niveles de precio ajustado por la inflación que tenía en aquel glorioso siglo XV. Como estrategia financiera, ha sido necesario una paciencia hercúlea y un árbol genealógico con visión a muy largo plazo.
La realidad es reveladora. Esta gráfica, que ilustra el comportamiento del precio del oro durante los últimos 580 años, muestra cómo los acontecimientos históricos han moldeado su valor. Y cómo, sorprendentemente, el oro sigue siendo una vara de medir de la confianza (o la desconfianza) en los sistemas económicos.
El oro en 1492 más que un metal, era un imperio
A finales del siglo XV, el oro tenía un valor impresionante. Ajustado por inflación, su precio rondaba los 3.100 dólares por onza en 1492. Pero lo que parecía un mercado sólido y estable cambió radicalmente cuando España comenzó a inundar Europa de oro y plata traídos desde América. Un auténtico tsunami monetario.
En los años posteriores al descubrimiento del Nuevo Mundo, los barcos cargados de metales preciosos llegaron a Sevilla, generando un fenómeno que podríamos describir como inflación internacional.
Tal como señala la gráfica, el precio del oro se desplomó de forma abrupta a medida que se multiplicaba la oferta en el mercado global. No es casualidad que este periodo coincida con una caída histórica de su valor.
Un derrumbe sostenido durante siglos
La curva descendente del precio del oro se mantuvo durante varios siglos. Desde el pico de 1492, a lo largo de los siglos XVI y XVII, el precio del oro se fue estabilizando en valores notablemente más bajos, situándose incluso por debajo de los 400 dólares por onza.
La media de 1801, ubicada en torno a los 630 dólares, actúa como una línea de referencia. Durante la mayor parte de los siglos XVIII y XIX, el oro osciló en torno a esa media, con fluctuaciones provocadas por acontecimientos como las guerras napoleónicas o la Revolución Francesa que, aunque significativas, no lograron modificar su trayectoria de fondo.
El siglo XIX y las nuevas bonanzas doradas
A mediados del siglo XIX, nuevos descubrimientos de oro en California, Australia, o Sudáfrica aportaron otro impulso a la oferta. Estas nuevas fuentes no provocaron un derrumbe tan brusco como el del siglo XVI, pero sí contribuyeron a mantener deprimidos los precios.
Sin embargo, no todo fue estabilidad. También se observan picos y caídas que coinciden con eventos históricos de gran magnitud. Durante la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, se percibe un leve aumento en el valor del oro. Pero es tras la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial cuando se introducen medidas que congelan artificialmente el precio.
La era del patrón oro y su ruptura
Desde 1934 hasta 1971, el oro estuvo vinculado al patrón oro, con un precio fijo establecido por el gobierno de Estados Unidos. Este sistema suprimió la volatilidad del mercado, pero también desconectó el valor del oro de las tensiones políticas y económicas reales.
Todo cambió en los años 70, cuando se rompió la convertibilidad del dólar con el oro. A partir de entonces, el precio del metal precioso quedó a merced del mercado. Fue entonces cuando comenzó un ascenso que alcanzó su primera gran cima moderna en 1980, coincidiendo con crisis económicas, inflación descontrolada y tensiones geopolíticas. En ese momento, el oro llegó a rozar los 2.150 dólares por onza ajustados por inflación.
El nuevo mundo del oro: de 1980 a 2025
La caída posterior en los años 90 y principios del 2000 coincidió con una época de crecimiento económico global, dominada por el optimismo en torno a las nuevas tecnologías. Pero la crisis financiera de 2008 lo cambió todo. El precio del oro volvió a dispararse, alcanzando niveles no vistos desde el siglo XV.
Y ahora, en 2025, después de pandemias, conflictos internacionales, inflación persistente y crisis energética, el oro vuelve a posicionarse cerca de los mismos niveles que tenía en 1492. Como si el mundo necesitara otra vez refugiarse en el mismo metal que representó riqueza durante el inicio de la era colonial.
El mensaje es claro: los ciclos económicos, los imperios y las crisis cambian, pero el oro sigue siendo el activo al que recurrimos cuando todo se tambalea.
Lo irónico es que, tras más de cinco siglos de guerras, descubrimientos, depresiones y revoluciones, hemos vuelto exactamente al mismo punto de partida.