La alimentación ha subido un 35 % desde 2020 en España. Los sueldos, en cambio, solo un 3,4 %

La alimentación ha subido un 35 % desde 2020 en España. Los sueldos, en cambio, solo un 3,4 %
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En España, a nadie nos sorprende que nos digan que la bolsa de la compra se ha disparado. Estos tres últimos años lo hemos notado en el bolsillo, pero también ha sido evidente en el supermercado, donde la fruta —sobre todo aquella más estacional—, los productos cárnicos y el aceite de oliva han aumentado muchísimo de precio.

Desde el inicio de la invasión rusa en Ucrania y la crisis de la inflación, nuestro país ha acumulado una inflación superior al 27,7 % de los alimentos, 3 puntos por encima de la eurozona. Pero ¿a qué se debe? ¿Y por qué no podemos comparar nuestra situación con lo que ocurre en Alemania, Italia o Francia? ¿Tanto peso tienen los salarios en la ecuación? ¿El SMI no debería haber ayudado a reducir presión a las subidas constantes en el IPC?

El peso que tiene un sueldo

Resulta complejo separar el aumento del precio de los alimentos de los sueldos y el coste de la energía, que se han considerado dos de las principales razones. (Y, al final, asumir subidas de precios del producto o servicio que sea dependerá, principalmente, de los ingresos y el consumo.)

Los sueldos parecen la causa más probable de las dificultades para ajustar el bolsillo a la cesta de la compra. En 10 años, los salarios han crecido un 3,4 % mientras que, para inicios de 2023, la vivienda se había incrementado  un 8,5 % también.

A día de hoy, esta última cifra sabemos que es muy superior (3,9 % durante 2023; 4,3 % en el primer trimestre de este año solo), pero a excepción de las rentas bajas y muy bajas, que han visto cierto repunte gracias al incremento del sueldo mínimo interprofesional entre 2018 y 2024 (54 %), el aumento de los salarios es poco notable.

Si bien el salario medio en España, según el INE, es superior a 2.128 euros (datos de 2022), la curva en la distribución de los salarios anuales permite observar sin dificultad que la mayor parte de la población se encuentra en rentas inferiores a los 20.000 euros anuales.

En otras palabras, los sueldos han subido, pero el coste de la vida ha subido más, con un incremento muchísimo más rápido en condiciones complejas, como la pandemia o la guerra de Ucrania, así como los problemas derivados en cuestiones de energía y consumo. Mal asunto.

Cuánto cuesta producir

En relación con este último punto, los costes de producción, transporte y distribución se han disparado. Esto afecta especialmente a alimentos como el aceite de oliva, cuyo proceso es intensivo en energía, pero también a productos frescos que dependen del transporte refrigerado.

En España, estos problemas han supuesto una mayor presión al mercado, no tan acuciante en países como Francia o Italia, con economías agrícolas más resilientes, que se han visto menos impactadas. No obstante, ¿es esta la única razón?

Todo sube, por ahora

Desde 2020, los productos que más han visto aumentar su precio en España son los alimentos básicos de la cesta de la compra.

Según la OCU, el aceite de oliva ha experimentado un aumento del 225 %, pasando de 2,35 euros por litro de marca blanca a 7,66 euros, lo que lo convierte en uno de los productos más afectados.

Otros productos básicos, como el azúcar y el zumo de naranja han subido entre un 80 y un 90 %. De igual modo, los productos frescos, como frutas y verduras, han aumentado más del 20 % en promedio, ¡y esta es la subida más moderada que se ha percibido! En cambio, el resto de los productos de alimentación, como carnes, pescados, pastas y conservas se han incrementado entre un 34 y un 47 %.

Impacto en el consumo

En España, este aumento de precios ha tenido un impacto directo en los hábitos de consumo. Muchos hogares se han visto obligados a reducir o limitar la variedad y calidad de la dieta.

La media de aumento en el precio (superior al 38 %) se ha visto muy superior a otros países del sur de Europa, como Italia, Francia o Portugal, que no han acumulado una inflación tan alta, mientras que la población de países más fuertes económicamente, como Alemania, no se ha visto tan afectada en el ámbito familiar pese a existir subidas similares a la española.

A grandes rasgos, las familias españolas sienten que el dinero cada vez rinde menos, con una cesta de la compra que no ha dejado de aumentar su precio desde 2020.

España ha subido las cifras del IPC un 2,4 % internanual, por encima de la medida de la eurozona, y siendo este muy superior a Italia (1,3 %) o Alemania (2 %). En lo que se refiere a alimentos, según cifras de julio de 2024, frente a los incrementos de Alemania (1,7 %), Italia (0,8 %) Y Francia (0,5 %), España ha seguido subiendo hasta un 3 %, duplicando o triplicando los costes que soportan sus vecinos europeos.

Medidas ineficaces

El Banco de España ha propuesto varias medidas para intentar controlar el impacto de la inflación. Una de ellas es establecer una política monetaria restrictiva para controlar el endeudamiento (la opción clásica).

Además, se han implementado controles de precios en sectores clave como la energía y los alimentos, con el fin de frenar su escalada y se ha insistido sobre la necesidad de incentivar la producción, con visos de aumentar la oferta de productos y reducir precios.

Todo ello, se ha intentado acompañar con el impulso de políticas de consumo responsable y de producción propia de alimentos, para reducir la dependencia del mercado. Medidas poco eficaces y que no pueden generar un alivio real en el corto o medio plazo.

¿Por qué España?

La clave de los menores incrementos en otros países, como Francia o Italia, parece estar relacionada con una mayor capacidad de control de los productos esenciales para la alimentación. La agricultura y ganadería española ha ido perdiendo peso en Europa, y apoyándose progresivamente en las importaciones, tanto desde la Unión Europea, como de fuera.

Por tanto, la principal diferencia entre países se debe en parte a las redes de producción de sus economías agrícolas, así como a políticas más efectivas de distribución de alimentos y control de precios.

Francia, por ejemplo, ha sido más eficiente en la aplicación de medidas que protegen tanto a los consumidores como a los productores locales, minimizando los márgenes de comercialización y evitando grandes diferencias entre los precios que reciben los agricultores y lo que pagan los consumidores.

En cambio, en España, está claro que se han engordado los márgenes... bastante más. Si bien los productores han aumentado precio, probablemente para compensar subidas de costes (combustible, fertilizantes, etc.), es el salto entre el ganadero y agricultor y el punto de venta donde la cosa se descontrola. Aquí, esta cifra puede llegar a multiplicarse por seis.

Algunos ejemplos que han mantenido cierto control, según la OCU, son los huevos, ¡que han subido más de un 60 % estos años!, el pollo, las patatas o los tomates (¿han subido menos estos productos?, parece que sí y, aun así, todos somos conscientes del aumento).

Manzanas, plátanos y otros productos vegetales y animales han ido aumentando el precio, así como los sospechosos habituales: aceite de oliva, azúcar, zumo, huevos, arroz, zanahorias, yogures, salmón, macarrones...

Nada cambia (mucho), seguimos ahogados

En resumidas cuentas, el aumento del 35 % en los precios de los alimentos desde 2020 en España ha sido una carga pesada para la mayoría de los hogares. A pesar de las medidas propuestas y de cierta desaceleración de la inflación general, los alimentos continúan siendo el sector más afectado.

Mientras tanto, nuestros vecinos han controlado el problema, lo que quizá nos debería hacernos cuestionar si las políticas españolas están siendo eficientes o necesitamos que se barajen nuevas soluciones para un alivio real para las familias.

Foto: Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca

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