Que las bolsas caigan con fuerza a principios de año no implica nada en el resto del año. Esto nos indica la historia

El pasado 2 de abril, Donald Trump decidió sacudir el mundo por completo en apenas unos minutos. En el ya famoso Día de la Liberación, el presidente de los Estados Unidos anunció aranceles a decenas de países y con ello, todo cambió. Las bolsas reaccionaron con fuerza, cayendo en picado en los principales índices bursátiles.

La incertidumbre creada por las tensiones comerciales y la amenaza de un nuevo ciclo proteccionista por parte de EEUU, provocó una venta masiva de bonos, especialmente entre los subsectores vinculados al comercio internacional.

Estos comienzos turbulentos normalmente tienden a generar ansiedad en el conjunto de inversores. Sin embargo, las malas aperturas en las bolsas y sus caídas históricas no tienen porque anticipar malos ejercicios en el mercado y años desastrosos en todas las bolsas. Al menos esto es lo que demuestran los datos históricos.

Una tormenta en bolsa no tiene porque terminar en huracán

El análisis de las peores 20 caídas del S&P 500 en los primeros 65 días de trading del año, desde 1928 hasta 2025, muestra un patrón cuanto menos llamativo. Aunque estas caídas tempranas pueden sembrar el miedo, los retornos posteriores varían ampliamente, sin una correlación directa con el desempeño final del año.

En 2020, el S&P 500 se desplomó un 23% en los primeros 65 días, principalmente por el impacto inicial de la pandemia de COVID-19. Aun así, el mercado se recuperó con fuerza durante el resto del año, registrando un retorno del 50,9% desde ese punto hasta diciembre.

Finalmente, el año terminó con una subida del 16,3%. Un caso que ilustra perfectamente que aunque las bolsas caigan con fuerza a principios de año no implica nada concreto en el resto del año. Eso sí, si el contexto cambia y los inversores recuperan la confianza.

Resultados dispares tras fuertes correcciones

El año 2001, golpeado por el estallido de la burbuja tecnológica, registró una caída del 16,4% en los primeros 65 días, y a pesar de una leve recuperación posterior, cerró el año con un descenso del 13%. Lo mismo ocurrió en 1932, donde tras un mal inicio, el mercado logró una subida del 6% en el resto del año, aunque el resultado anual siguió en negativo.

En contraste, otros años como 1939 o 1938 muestran que una caída inicial no impide un cierre anual positivo. En 1939, el S&P 500 cayó un 14,6% al comienzo, pero repuntó un 12,7% posteriormente. En 1938, tras un descenso del 12,4% en los primeros 65 días, el mercado se disparó un 42,2% de marzo a diciembre, concluyendo con una ganancia anual del 24,5%.

2025, ¿otro ejemplo para la historia?

En lo que va de 2025, el S&P 500 ha retrocedido un 13,9% hasta el día 7 de abril, posicionándose como el quinto peor arranque de año desde 1928. Sin embargo, si algo ha dejado claro el pasado, es que este inicio no debe porque ser un presagio definitivo.

Existen varios precedentes en los que una situación similar se ha revertido drásticamente, dando lugar a rentabilidades positivas de doble dígito.

También las emociones en los mercados pueden cambiar rápidamente. A menudo, los grandes repuntes nacen del pesimismo más profundo.

Lo importante no es cómo empieza el año, sino cómo evolucionan los factores económicos, políticos y empresariales que impulsan los precios de las acciones.

Los datos muestran que de los 20 peores arranques del S&P 500, 11 años terminaron con un balance positivo. En algunos casos, incluso con subidas cercanas o superiores al 20%. También hay años que terminaron muy por debajo, como 2008, con una pérdida del 38,5% anual tras una caída del 7% inicial. Esto evidencia que no hay un patrón claro: el comportamiento inicial del mercado no determina su rendimiento total.

Para los inversores, tener claro estos datos históricos puede ayudarles a aparcar el ruido inicial y no dejarse llevar por las emociones a corto plazo. A pesar de que los titulares suelen tener un fuerte impacto inmediato en los valores de las acciones, a largo plazo el rendimiento está más influenciado por una inmensa variedad de factores

La presión política y económica que ha marcado el arranque de 2025 podría fácilmente ser sucedida por una tendencia completamente distinta y totalmente positiva. Donde el paso de los meses y, cómo no, las decisiones de Donald Trump tendrán la última palabra.

Imágenes | Pixabay, Instagram

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