Con el caso de Chipre, la confiscación impositiva se ha manifestado en su máximo esplendor y se ha convertido en un ultraje económico sin precedentes: el objetivo ahora es gravar el ahorro. Los platos rotos de este país tendrán que ser pagados por los ahorradores que tienen allí depositado su dinero porque nuestros eurolíderes así lo han decidido. Las malas lenguas señalan que lo que se persigue es castigar a estos por llevar su dinero a un paraíso fiscal. Pero oiga, cada uno coloca sus ahorros donde le da la gana. Ya sólo faltaría que el intervencionismo llegase hasta ahí. Martí Saballs señala de forma muy ilustrativa en su blog que el ahorro es el resultado de restarle a los ingresos los gastos y los impuestos directos e indirectos, por lo que penalizar este equivale a mandar a hacer puñetas el sistema económico sobre el que sustenta nuestra sociedad. No le falta razón, pues si pese a la enorme cantidad de impuestos que ya pagamos ahora aparecen otros nuevos para gravar el ahorro, ¿qué opción tenemos para mantener a salvo el poco dinero que nos sobra?
De esta crisis económica sólo saldremos con crecimiento y este jamás lo conseguiremos si penalizamos ya no sólo el consumo, sino también el ahorro. El modus operandi de la Unión Europea para resolver este desaguisado no puede ser más nefasto. El proyecto europeo se viene abajo porque los países ricos se han empeñado en empobrecer sin piedad a los pobres. Quizás peque de pesimista, pero mucho me temo que el futuro no es nada esperanzador.
En El Blog Salmón | Corralito en Chipre Imagen | Juan José Bors