La pobreza o los niveles de pobreza es uno de los factores más relevantes para una sociedad, pues una parte de ella se ve privada de consumir para satisfacer unos niveles de bienestar establecidos. Sin embargo, esos niveles de bienestar, han ido cambiando al paso de los siglos, en especial, desde la Revolución Industrial.
No tener una perspectiva clara de la historia, tiende a desvirtuar los conceptos de riqueza y pobreza en la actualidad. Para entenderlo, el hombre más rico del mundo ha sido Musa Keita que llegó al poder en 1312. Cuando fue coronado emperador de Malí, se le dio el nombre Mansa, que significa emperador, por lo que se le conoce históricamente como Mansa Musa.
Mansa Musa poseía el equivalente 400.000 millones de dólares en la actualidad, siendo el hombre más rico de todos los tiempos. Esta riqueza provenía de la producción de más de la mitad de la oferta mundial de sal y oro de su país. Musa utilizó su riqueza para construir inmensas mezquitas que aún hoy en día, casi 700 años más tarde, se conservan.
Era el Emperador de lo que hoy en día es Mali, Mauritania, Senegal, Gambia, Guinea, Costa de Marfil, Burkina Faso y Níger y tenía a su disposición más de 60.000 personas, entre sus ejércitos, criados, esclavos, consejeros y diferentes siervos.
Para que nos hagamos una idea de los que supone esa riqueza habría que sumar el patrimonio del las ocho riquezas personales más elevadas del mundo: Bill Gates, Amancio Ortega, Warren Buffet, Carlos Slim, Jeff Bezos, Marck Zuckerberg, Larry Ellison y Michael Bloomberg.
Mansa Munsa ¿Podría ser considerado un hombre pobre?
Si atendemos a los estándares de bienestar existentes en la actualidad en los países desarrollados, podríamos concluir que el hombre más rico que jamás ha existido ni se acercó a los niveles de bienestar predominantes en la actualidad.
Mansa Munsa vivió 57 años (1280 - 1337), mientras que en España la esperanza de vida es para los hombres superior a 80 años, asimismo podemos disfrutar de diversos fármacos que han mejorado nuestra calidad de vida para combatir las enfermedades.
Padeció serios problemas de comunicación, un emisario podría tardar semanas o meses en enviar un mensaje, mientras que a día de hoy la comunicación está al alcance de un clic.
Carecía de un transporte efectivo y cómodo con el uso de dromedarios, por lo que su camino de peregrinación hacia La Meca duró cerca de un año. Mientras que a día de hoy desde España hasta Estados Unidos se ofertan vuelos a partir de 179 euros el trayecto (aerolínea Norwegian) y la duración del vuelo es de algo más de siete horas.
A pesar de ser el emperador más grande de todos los tiempos se educó bajo una visión geocéntrica del universo, en el que los planetas, el sol y las estrellas orbitaban alrededor de la Tierra, siguiendo el sistema ptolemaico que triunfo en el mundo Occidental desde el siglo II.
Incluso, nunca pudo retratarse a sí mismo en un óleo, mientras que hoy por hoy cualquier español de a pie, gracias a la revolución digital, puede tomar imágenes en tiempo real en alta definición de sí mismo y compartirlas mediante las redes sociales.
Los problemas de medir la pobreza con la Tasa Arope
Cuando medimos la pobreza mediante indicadores como la Tasa Arope, que es una de las más mencionadas en los medios de comunicación, tenemos que entender que implica esta medición.
La Tasa Arope (At-Risk-Of Poverty and Exclusion), mide el riesgo de pobreza y exclusión social en un país. Según la Estrategia Europa 2020 son personas en riesgo de pobreza y/o exclusión social a la población que se encuentra en alguna de las tres situaciones que se definen a continuación:
Personas que viven con bajos ingresos (60% de la mediana del ingreso equivalente o por unidad de consumo).
Personas que sufren privación material severa en la que se incluyen varios datos para su medición como por ejemplo no poseer un televisor en color, un teléfono, una lavadora, un coche o bien no poder ir de vacaciones fuera de casa, al menos una semana al año.
Personas que viven en hogares con una intensidad de empleo muy bajo (por debajo del 20%).
Bajo la Tasa Arope en el año 2014 el 28,9% de las mujeres cumplían alguna de las tres situaciones para estar en situación de riesgo de pobreza o exclusión social frente al 29,4% de los hombres.
Sin embargo, el principal problema de esta medición del riesgo de pobreza de la Tasa Arope es que no tiene en cuenta el patrimonio personal que puede liquidarse para que forme parte del consumo, por lo que esta medición estaría claramente distorsionada en el momento de definir la pobreza. Tampoco tiene en cuenta los servicios del Estado que pagamos con impuestos y son una renta en especie.
Otros problemas que podemos encontrar es que consideremos que a algunos extremeños, cuya renta per capita media de la región es de 15.457 euros se les considere pobres al no situarse en 60% de la mediana del ingreso equivalente. Sin embargo, Extremadura es una región mucho más barata por su coste de vida que en Navarra o la Comunidad de Madrid, por lo que un bajo ingreso no implicaría riesgo de pobreza.
También pudiera ser que alguien quiera vivir bajo un estilo de vida un tanto bohemio sin el uso de un televisor, teléfono, vehículo de transporte u otros materiales, pero para la Tasa Arope estaría en riesgo de pobreza.
Asimismo, un trabajador puede manifestar una intensidad de trabajo muy bajo y que fuera altamente productivo y recibir un elevado salario, o bien disponer de un alto patrimonio y a pesar de ese supuesto estaría considerado como en riesgo de pobreza.
Los problemas de medir la pobreza en base a la distribución de la renta
Otro de los indicadores favoritos utilizados para la medición de la pobreza se trata de la desigualdad de la renta. No obstante, la pregunta que nos debemos hacer es si desigualdad en renta es igual a pobreza o un menor nivel de bienestar.
Por un lado, el Eurostat lleva a cabo la relación S80/S20, que es una medida de la desigualdad de la distribución del ingreso. Calcula como la proporción de los ingresos totales percibidos por el 20% de la población con mayores ingresos (quintil superior) a la que recibe el 20% de la población con menores ingresos (quintil inferior).
También tenemos el llamado coeficiente Gini que es una medida alternativa a de la desigualdad de ingresos. Mide el grado en que la distribución del ingreso en un país que se desvía de una distribución perfectamente igual. Un coeficiente de 0 expresa una igualdad perfecta, mientras que un coeficiente de 100 expresa la desigualdad completa en el que una sola persona tiene todos los ingresos.
Atendiendo al INE, la relación S80/S20 de España mostraba una relación de 6,9 veces en el año 2014 y en el año 2015 el Índice Gini en España era de 34,6 y si imputamos los alquileres se reducía a 31,6, una gran desigualdad en materia de renta.
Sin embargo, la renta está vinculada al ingreso de trabajo y capital pero no al consumo, ya que la renta puede destinarse al ahorro y ese hecho no implicaría un mayor nivel de bienestar.
Para entenderlo, tendrían el mismo bienestar alguien con una renta anual de 100.000 euros y que destinara a consumir el 15%, es decir, 15.000 euros que otro individuo que disfrutara una renta de 15.000 euros y consumiera el 100% de su renta.
En el modelo de sociedad descrito de dos personas, veríamos una profunda desigualdad en ingresos, pues la renta alta sería 6,66 veces superior a la renta baja. Sin embargo, al mismo tiempo, observaríamos que ambos individuos disfrutan del mismo nivel de bienestar.
Incluso, pudiera ser que al paso de los años la desigualdad entre el quintil superior e inferior de una sociedad creciera, pero que en términos de ingresos absolutos se vieran beneficiados todos los quintiles, con un aumento de su renta, que les permitiera acceder a mayores cuotas de consumo o bienestar.
¿Cuál sería el indicador más idóneo para observar la evolución de la pobreza de un país?
El Banco Mundial define pobreza como “la incapacidad para alcanzar un nivel de vida mínimo”. Ese nivel de vida lo vincula al consumo. De hecho el Banco Mundial añade que el nivel de vida consta de dos elementos:
El gasto necesario para acceder a un estándar mínimo de nutrición y otras necesidades muy básicas.
Una cantidad que varía de un país a otro y que refleja el coste que tiene la participación en la vida diaria de las sociedades.
Por ello, uno de los indicadores clave para analizar cómo está evolucionando la pobreza de un país no estarían vinculados a la riqueza (referencia patrimonial neta) o la renta (referencia en ingresos) sino a los diferenciales o niveles de desigualdad existentes en el consumo.
Pensemos que la renta puede ahorrarse y el patrimonio neto es renta ahorrada en el cómputo de los años, por lo que no proporcionaría ningún bienestar en términos de adquisición de bienes y servicios. Por su parte, consumir, implica directamente disfrutar de bienes y servicios es lo que en última instancia proporciona el bienestar de los ciudadanos de un país.
La pobreza conlleva a una reducción de la adquisición de bienes y servicios por lo que las desigualdades en materia de consumo son las verdaderamente relevantes en el momento de medir la pobreza ya que tienden a ampliarse cuando se extienden los niveles de pobreza.
Para establecer una medición efectiva, uno de los mejores indicadores sería el coeficiente de Gini del consumo que es una medida estadística de la desigualdad en la distribución del consumo per cápita de los hogares dentro de un país.
Vayamos a los datos... ¿Es España un país desigual en materia de consumo? Pues no especialmente, España en el año 2010 tenía un índice Gini de consumo de 0,22, similar al de Suecia (0,22) o Bélgica (0,22), y mostraba niveles inferiores de países como Dinamarca (0,23), Francia (0,23), Italia (0,26) o Alemania (0,27).
El índice de Gini en el consumo hay que entenderlo como una medida interna de cada país que queda referida a los diferenciales de consumo dentro de sus propios niveles de bienestar. Por lo que en el momento de hacer las comparaciones entre países, los "niveles de bienestar" pueden variar de forma intensa fruto de las diferencias existentes en el desarrollo económico y los niveles de productividad.