Sin embargo, pese a tener unos registros fantásticos de éxito en el desempeño de su labor, en algún momento se derrumbó y sintió la necesidad de confesar su falta. Producto de su confesión, se sienta ahora como imputada en los tribunales, acusada de ejercer ilícitamente la abogacía.
Y aquí es donde quiero yo traer el debate.
Resulta que esta persona demuestra de forma consistente a lo largo de los años su conocimiento y sus habilidades en su campo laboral. Pero como no tiene el título, no vale para nada. Y yo me pregunto... ¿cuántas personas hay con un título que no tienen ni la mitad del conocimiento ni la mitad de sus habilidades? Resulta que en este caso (y obviamente este caso lo tomo como una vía para ilustrar una tendencia en el mercado laboral) estamos privando a una persona de ejercer de forma notable su profesión por el hecho de no tener un título, mientras que se permite que lo hagan a mediocres... ¿no sería razonable que, por encima del título (que todos sabemos hasta qué punto puede demostrar conocimientos y habilidades o o no), se valore la capacidad profesional de una persona?
Está claro que esa valoración es más difícil que una mera certificación de "tiene título" o "no tiene título". Pero sería más eficaz...