Es el paraiso. O mejor dicho, lo era. El mundo de las apuestas online y de los juegos de azar a través de internet permitía que cualquiera con una tarjeta de crédito y una conexión pudiese jugar sin prácticamente restricciones. Y eso suponía una ingente cantidad de dinero engrosando las arcas de las decenas de empresas que se han posicionado en este ámbito (se calculan unos 12.000 millones de dólares a nivel global), en un sector donde es bien sabido que "la banca siempre gana". Pero el flujo se ha terminado.
Y es que el Congreso norteamericano ha decidido enviar al Presidente un proyecto de ley para ilegalizar los pagos a sitios de apuestas on-line con tarjetas de crédito crédito, giros electrónicos o cheques. Y se espera que George W. Bush la apruebe. Es decir, que cortará de raiz el medio por el que los jugadores obtenían el crédito para jugar en el mercado que supone la mayoría de los ingresos para las grandes del sector.
Las empresas no han tardado en acusar el golpe, y sufren grandes desplomes en su valoración en bolsa. Lo cierto es que las empresas de apuestas online siempre se han movido en terrenos pantanosos, entre la legalidad, la alegalidad y la ilegalidad, moviéndose en un marco legal heterogéneo a más no poder. Pero siempre vulnerables a que una reglamentación restrictiva por parte de los gobiernos pusiese en jaque su modelo de negocio, como así ha sido.
No es de extrañar, por otro lado, en un sector (el del juego) que siempre ha sido, también en su vertiente "física" (casinos, bingos, apuestas y loterías, etc.) objeto de un gran control administrativo. No cabía pensar que el mero hecho de cambiar el canal físico por el virtual fuese a modificar la actitud de los gobiernos hacia el juego. Como ocurre casi siempre, las administraciones van por detrás de la realidad, y en este impass algunas empresas han obtenido pingües beneficios. Pero creo que entraba dentro de la lógica el pensar que algún día esa gallina de oro dejaría de existir.
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