Las presiones y los ruidos continúan oyéndose en las calles y en los ministerios del primer mundo para que se limiten las importaciones provenientes de países menos desarrollados al mismo tiempo que se quiere conseguir mercados abiertos para nuestros productos. Ellos producen demasiado barato, con sueldos demasiado bajos y en condiciones menos agradables que los nuestros. Por otra parte, también se oyen los gritos de que los países ricos deben organizarse mejor para controlar los flujos de personas en el mundo, es decir, construir más barreras a la entrada de inmigrantes, especialmente, los ilegales.
Las personas en los países pobres existen y buscarán un porvenir para ellos y para sus familias donde sea, en sus países si lo encuentran, y si no en otros países, de una forma u otra. Nuestros intereses pasan por saber cómo administrar esta situación y entender que tenemos que encontrar soluciones aceptables para los dos lados.
La conclusión clara es que si queremos reducir la inmigración ilegal tenemos que darles la posibilidad de crear su porvenir en sus casas. No hay alternativa, ¡debemos importar más, no menos!
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