En una España en la que la deuda nacional es más que abultada, y donde las necesidades de financiación del propio estado son colosales en términos de la contabilidad nacional, no es de extrañar que esos volúmenes de deuda supongan un suculento pastel a repartir entre los colocadores y demás agentes del mercado de deuda soberana.
Así, esa misma banca de inversión que se sataniza desde algunos sectores socioeconómicos siendo acusada de ser siempre despiadada, especuladora, impertérrita, e impasible ante el sufrimiento en los vaivenes de los mercados, resulta ser un útil aliado para colocar toda esa ingente cantidad de deuda que sale cada mes a los mercados avalada por España S.A.
En España S.A. ya no es que no aprendamos las lecciones, es que ahondamos todavía más en los mismos errores del pasado
A pesar de haber sufrido en nuestras propias carnes el dolor más intenso producido por los efectos de una crisis de deuda, a pesar de que en este país haya llegado a quedar en entredicho la capacidad de repago de esa propia deuda soberana que supone el riesgo país mínimo de un mercado nacional, a pesar de haber visto cómo los tiburones no sólo aparecían por el horizonte, sino que nos hincaban el diente para hacer sangre en beneficio propio. A pesar de todo ello, España ha seguido emborrachándose de deuda pública, manteniéndose ésta cercana a un abultado 100% del PIB en los últimos años.
Y el caso ya no es que cada español deba por el simple hecho de nacer en tierras hispanas nada menos que en torno a 25.000 Euros desde el mismo momento en que empieza a respirar. El caso ya tampoco es que, como les analizamos en "Lo que va a pasar con España S.A. en cuanto suban los tipos (y algún día lo van a hacer)" no se haya aprovechado suicidamente el flotador salvavidas lanzado desde el BCE con el QE masivo. El caso ya no es ni que no se estén aprovechando los vendajes para curar una herida que deja un oloroso rastro de sangre en unos mercados infestados de tiburones.
No, el tema es que, además, esa sangría económica que supone un nivel de endeudamiento que entra de lleno en la calificación de sobre-endeudamiento está suponiendo todo un "pelotazo" para la banca de inversión nacional e internacional. Y la crítica oportuna no es que esa banca juegue un papel necesario en toda colocación de deuda, la crítica más incómoda es que los honorarios que reciben por ello se pueden considerar todo un regalazo por parte precisamente de los políticos más deudófilos, que a la vez resultan ser muchas veces los de discurso más anti-banca.
¿Esto es un nuevo remake de la película "Durmiendo con tu enemigo" o una teatralizada función del "Ni contigo ni sin ti"?
No crean que nos hemos lanzado a hacer de la política española un asunto de mera ficción cinematográfica o de una representación teatral. No, para nada: son otros los que hacen de esa política nacional una ciencia-ficción para el decorado, pero a la vez una realidad muy patente entre bastidores.
Porque, a día de hoy, lo cierto es que el Tesoro Público español ya es el mejor cliente del selecto club de la banca de inversión que opera a nivel nacional, entre los que se encuentran banqueros de (a veces polémico) renombre internacional como Santander, HSBC, Citi o Goldman. Efectivamente, en el primer semestre de 2019, nuestro Tesoro Público que emite esa deuda (que es de todos) fue el negocio que mayor volumen de negociación ha aportado a los bancos de inversión en el mercado español.
El caso es que, si más allá de la evidente relación financiera entre estado y bancos, nos detenemos a analizar cómo los unos hablan de los otros, sorprende enormemente cómo se puede estar predicando ante las masas las maldades de esa misma banca, a la vez que se les permite dar todo un pelotazo con el dinero (o más bien la deuda) de todos los españoles.
De hecho, son precisamente las formaciones políticas que más han restado importancia al problema de incrementar la deuda (y han abogado más por relajar la reducción del déficit), las que a la vez han llegado a tratar a esa misma banca abierta y literalmente hasta de "buitres", justificando con ello su "flamante" propuesta de banca pública. Esta solución de banca pública es paradójicamente vendida como el "bálsamo milagroso" para el sector financiero, y supongo que para ello obviarán el hecho de que las extintas cajas, que sólo podían ser catalogadas como de banca pública, tuvieron un papel protagonista en el reciente desastre inmobiliario español.
Y que conste que esto no es ninguna crítica en ningún sentido político o ideológico concreto por su color. Independientemente de los colores, aquí estamos simplemente exponiendo el tema de hoy: los partidos más pro-deuda son a la vez mayormente los más críticos con esa banca que es socio necesario para llevar a cabo las colocaciones de deuda del Estado. Y ello resulta ser toda una incongruencia en sí misma.
Pero no se preocupen, una incongruencia sólo es tal para los espíritus críticos que ejercen como tales incluso para con los discursos del partido de su mismo color. Porque para nuestra socioeconomía (y para nuestra democracia) resultan muy dañinos los vendedores ambulantes de crecepelos milagrosos, pero más dañinos todavía resultan los crédulos que compran para su alopecia soluciones que les venden y donde no las hay, sin darse cuenta de que se puede estar muy orgulloso de haberse quedado calvo, pero especialmente cuando uno se ha quedado calvo de pensar.
Porque eso es algo que temen todos los políticos de cualquier color: votantes que piensan por sí mismos, y que hoy les votan, pero que si son incongruentes mañana puede que no lo hagan. Sospechen cuando en socioeconomía les vendan colores en vez de ideas, porque los colores intensos tapan todo matiz cromático alternativo, y cuanto más intensos son, más ciegan un temido espíritu crítico que es el verdadero enemigo a batir para casi cualquier político del depauperado estándar nacional.
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