¿Es el dinero el origen de todos los males o el de la felicidad? Hoy vamos a dar la respuesta definitiva. O al menos, la definitiva hasta que haya mejores datos. Porque este es un tema al que se le han dado mil vueltas, aunque, en realidad, no sé por qué, ya que la respuesta ha sido siempre clara para la enorme mayoría de economistas.
Frases como las de que el dinero no es lo más importante, o que no proporciona esa felicidad de la que hablamos hoy, las hemos oído todos muy a menudo. La mayoría de las veces, de boca de gente que no tiene problemas monetarios, mira qué casualidad.
Cuando lloras a escondidas en tu Ferrari, es fácil entonar citas de sobre de azúcar, pero la realidad es que, cuando no tienes dinero, no puedes pensar en otra cosa, ni dormir bien.
Eso ya nos da una pista sobre la verdad del asunto.
Woody Allen, euros y felicidad
La conclusión principal que vamos a ver hoy es que Woody Allen tenía razón cuando dijo:
El dinero no da la felicidad, pero provee de un sentimiento similar que requiere de un especialista muy avanzado para verificar la diferencia.
O mejor aún, que no nos engañen y destripo el final de la historia, pero sí, claro que el dinero da la felicidad y cuanto más, mejor.
Y no, muchas de las cosas que oímos en sentido contrario, incluidas algunas de fuentes muy «respetadas» que hablan de ciertos límites, no son ciertas, como vamos a ver.
Así, se ha demostrado ampliamente que el dinero sí concede la dicha y lo hace tanto a nivel individual, como a nivel país (con datos como estos o estos).
Conclusión: Las personas más ricas son más felices en general y los países más ricos, también.
Sin embargo, a pesar de que esa es la tónica general, algunos otros estudios a nivel agregado de país muestran una evidencia contraria.
¿Por qué se produce esto? Porque muchos de esos trabajos en contra, como el enlazado, no tienen en cuenta algo que sí tienen claro los que han investigado a fondo el tema.
La riqueza de un país da la felicidad solamente cuando esta se distribuye por toda la sociedad.
Si no hay una buena distribución, como ocurre en el crecimiento de algunos países, entonces, claro, la mayor parte de su población no es feliz, aunque unos pocos afortunados sí lo sean al ganar y acumular casi todo.
Además de eso, se produce otro fenómeno, imposible de evitar si estudias este tema.
El gran problema de todos estos análisis
Ese gran problema es que las personas somos incapaces de ponernos de acuerdo y eso se traslada a cómo defines o mides la felicidad.
¿Qué es para ti? ¿Cómo la cuantificas?
A nivel individual, la solución es sencilla: mides la felicidad mediante encuestas de satisfacción y respuestas subjetivas.
Si cada día te levantas cantando, aunque la cama esté dura y la casa esté fría, pues nadie puede decirte que estás amargado, la vida es una interpretación en gran parte. No obstante, ya hemos visto que eso es lo menos habitual y que el dinero sí aumenta esa sensación subjetiva de felicidad.
A nivel país o general, la cosa ya se pone más difícil. Cada estudio coge una serie de indicadores macro o parámetros diferentes. Eso significa que ser feliz o no, a ese nivel, depende de la definición que escojas y lo que cuentes como ingrediente de esa felicidad.
Pero, aunque haya estudios que no necesariamente coloquen a todos los países más ricos en los primeros puestos de felicidad, hasta esos análisis aparentemente contrarios muestran patrones claros:
Los más pobres son más infelices y los ricos muy raramente aparecen en puestos bajos.
De todas maneras, esos estudios no son la norma y el global de los datos es claro y abrumador. De nuevo, el dinero sí da la felicidad y satisfacción vital, tanto a nivel general, como individual.
Sin embargo, es muy probable que más de uno matice con lo de que el dinero da la felicidad, sí, «pero hasta un punto». Y es que, al parecer, hay trabajos serios y reputados que muestran que hay un límite a la dicha que concede el dinero.
Bonita historia, sería una pena que alguien chafara ese mito, como solemos hacer en estos artículos con esa clase de historias...
El famoso (y fallido) estudio de Kahneman y sus 75.000 dólares
La premisa de que el dinero da la felicidad hasta un punto y, a partir de ahí, aunque ganes más, no sonríes más, viene de un famoso estudio de Kahneman y Deaton de 2010.
En él se alegaba que, cuando ya ganas 75.000 dólares o más de entonces, la felicidad no seguía aumentando con el dinero. Había pues una cifra mágica que alcanzar y, si ingresabas eso, te podías considerar ganador del juego, porque Jeff Bezos no iba a ser más feliz que tú.
Pero he aquí que, en 2021, Matthew Killingsworth, de la Universidad de Virginia, demostró que no era así y que dicha felicidad seguía aumentando con el dinero.
Lo cierto es que Kahneman, con su Nobel y sus libros superventas, es una vaca sagrada en el mundillo, pero también es verdad que la crisis de replicabilidad de muchos de sus estudios está siendo enorme.
No te digo (aún) que quemes tu copia de Pensar rápido, pensar despacio, pero tampoco la cites demasiado.
De hecho, los datos de Killingsworth eran tan convincentes, que el propio Kahneman se ofreció a unir fuerzas con el primero e investigar más a fondo el tema.
¿La conclusión?
Que ese tope de felicidad solo existía para un 15% o 20% de gente, la cual era infeliz ya desde el principio. De esa manera, si por lo que sea (desgracia personal, trastorno mental, etc) ya eres infeliz de base, ganar más dinero no arregla las cosas.
Pero ¿y la enorme mayoría que es el resto?
Para ese 80 - 85% restante, que no tiene esa condición de infelicidad preexistente y esencial, entonces sí, cuanto más dinero, más felicidad, sin límites ni niveles.
Con esto, podemos dar por enterradas las conclusiones de Kahneman y el famoso límite a la felicidad que concede el dinero. Si él mismo fue capaz de dejarlo ir, nosotros también podemos.
El dinero no solo da la felicidad, también otras cosas importantes
Para echar todavía más sal en la herida de los que no somos ricos, resulta que el dinero no solo da la felicidad, sino muchas otras cosas buenas de esas que también te dicen que no se pueden comprar.
La realidad es que tener una economía boyante también proporciona una vida más larga y una mejor salud mental, por ejemplo.
El otro día escuché a uno de esos gurús, tan habituales ahora, decir que la enfermedad mental no discrimina, que lo de que los ricos también lloran no era solo el título de una vieja telenovela.
Pero claro que sí discrimina, porque el dinero no te hace inmune a la enfermedad, incluyendo la mental, pero la distribución de dicha enfermedad, como la de la riqueza, no es igual.
Los números vuelven a ser claros cuando corroboran que aquellos con menos nivel económico sufren bastante más que los ricos de depresión, ansiedad y trastornos mentales. En muchos casos, provocados, precisamente, por haber crecido en entornos duros y verse sometidos a más privaciones y situaciones traumáticas y desdichadas, al no tener dinero.
Así que ahí está y no quiero parecer un mercenario frío, pero ¿todas esas frases sobre que el dinero no es lo importante ni te hará feliz? No sé, diría que son consignas para que no te esfuerces en ganar demasiado y se lo dejes todo a los que entonan cosas así...