Habías prometido ajustarte al presupuesto, pero otra vez has duplicado tus gastos, y no sabes ni por qué. Aunque en estos tiempos de inflación el precio es el principal culpable, no es el único, ni mucho menos.
Por eso, hoy me gustaría comentar algunos de los motivos más fascinantes y desconocidos por los que gastamos demasiado sin darnos cuenta... y cómo evitarlos en la medida de lo posible.
Los motivos por los que gastamos más de lo que debemos «sin querer»
Como en todas las cuestiones importantes, la respuesta a por qué gastamos de más es compleja, multifactorial y juegan aspectos que, en muchas ocasiones, ni sabemos que influían.
Así, la culpa de que el presupuesto no cuadre ni un solo mes se debe, entre otras cosas, a:
- Cómo nos afecta el marketing, algo que ya vimos en detalle.
- Las formas en las que nos manipulan con la arquitectura de la decisión para que gastemos más. Otro tema que también tratamos.
- Ciertos aspectos de la psicología del dinero, como el hecho de gastar más cuanto más ganas.
- El uso de precios psicológicos, que también examinamos a fondo.
- El hecho de que el dinero nos hace tomar decisiones irracionales.
- Otros factores desconocidos y fascinantes que provocan un mayor gasto.
Sobre estos últimos quiero arrojar luz hoy, para que dejen de robarnos aprovechando la oscuridad.
Como veremos, todos son curiosos, algunos casi increíbles y su influencia es muy variable, pero todos están basados en datos. Y como los economistas creemos en el poder del interés compuesto por encima de todo, sabemos que cada céntimo hace caja a la hora de ahorrar y que, cuanto más sepamos, mejor gestionaremos.
Al fin y al cabo, ya vimos también que la cultura financiera, y saber todo lo que podamos sobre el dinero (incluyendo sus aspectos psicológicos), está correlacionado con mayor estabilidad económica.
Así que empecemos por lo mala que es la envidia para nuestros ahorros.
Si tu vecino aparece con un BMW, o le toca la lotería, gastarás más
En un fascinante estudio basado en hábitos de gasto de ganadores de lotería holandeses se descubrió algo curioso, pero poco sorprendente si lo pensamos bien. Cuando a alguien le tocaba algo en la lotería, como un coche de lujo o simplemente dinero, los vecinos del afortunado tendían a gastar más.
Si algo trato de inculcar en mis contenidos sobre economía doméstica y gestión del dinero es que el contexto nos influye mucho más de lo que pensamos, y sin darnos cuenta.
Así, cuando nos vemos rodeados de un contexto afluente y nos comparamos, tendemos a tratar de integrarnos y gastamos más. La comparación con otros es la raíz de la infelicidad, pero también la del derroche innecesario, para seguir pensando que pertenecemos y que nuestro estatus no es inferior al de los demás.
Esos dos motivadores están entre los más poderosos de la conducta humana. Es por eso que mejor no tratar de codearnos con gente más rica, ir a sitios de moda (léase caros) para ese selfi que a nadie le importa y, sobre todo, recordemos que la valía de alguien no la dictan la marca de su ropa o la manzana de su teléfono.
Ciertos climas hacen que gastes más
Si bien ha habido siempre evidencia anecdótica sobre esto, más de un estudio se propuso ver si también existía una relación respaldada por datos.
La hay y cito la conclusión principal:
A medida que se incrementa la exposición a la luz solar, disminuye el efecto negativo y el gasto del consumidor tiende a aumentar. Encontramos un fuerte respaldo para esta predicción a través de una serie de tres estudios de métodos mixtos, tanto en laboratorio como de campo.
El verano, o mejor dicho, la luz del sol, es enemiga del ahorro. Así que mejor dejar la cartera en casa en días que haga bueno, o llevemos el efectivo suficiente y nada más.
Si el vendedor es atractivo, gastaremos más
A quien siga estos contenidos no le extrañará este efecto. Ya vimos que hay una brecha salarial de belleza y también se ha comprobado que, si el vendedor nos resulta atractivo, compramos más y más caro.
Eso, que se ha corroborado a menudo, sucede más aún si ese vendedor toca el producto.
No me voy a enrollar con las atribuciones emocionales y el traslado de estatus a dichos productos, pero baste decir que es mejor buscar al vendedor menos agraciado y negociar con él.
Del mismo modo, la presencia de gente que nos gusta en otros contextos de gastos, como apuestas en casinos, hace que arriesguemos también mucho más, debido a los aumentos de testosterona.
El color amarillo también nos hace gastar
La psicología del color es algo usado en marketing y cuya evidencia, en ocasiones, es controvertida. Sin embargo, algo sí se ha demostrado con claridad, que usar el color amarillo en etiquetas de precio nos hace gastar más.
¿Por qué? Porque asumimos que algo está descontado o a buen precio cuando lleva ese color. Muchas tiendas lo usan de esa manera y nos han condicionado, pero cuando se utiliza sin acompañar de una verdadera rebaja, funciona también y nos hace gastar más en esos productos.
Cuando veamos etiquetas amarillas, fijémonos bien, que no es oro todo lo que reluce, ni lo que tiene su color.
Nuestro estado emocional determina nuestro gasto
Aquí parece que no hay manera de ganar, porque se ha demostrado que estar deprimido tiende a hacernos comprar compulsivamente. Eso genera un breve pico de dopamina que nos alivia un poco en el instante, aunque luego es peor a largo plazo.
Pero es que resulta que ser feliz y estar eufórico también aumenta nuestro gasto, ya que ese ánimo elevado reduce el «dolor» subjetivo que supone pagar dinero.
¿La solución para controlar las emociones? Ojalá la tuviera, porque sería rico y haría gastar más a mis vecinos.
Quizá todo dependa de convertirse en un aséptico economista sin sentimientos y ver los gastos como algo mecánico, que se hace porque se necesita y no porque se desea, ajustándose al presupuesto y no al estado de ánimo.
Lo malo es que eso nos condena a ser aburridísimos y escribir diatribas sobre por qué gastamos de más, a las que nadie hará caso.
Como vemos, hay efectos de lo más variado, incluyendo algunos otros, como que la primera letra del apellido determina también nuestro gasto (cuanto más lejana al principio del alfabeto, más dinero se nos va).
Así, parece que estamos sometidos a fuerzas que nos llevan de un lado a otro sin saberlo. Y hemos visto un poco qué hacer con cada una, pero ¿cómo luchar en general contra todo esto?
Cómo evitar estos efectos que nos hacen gastar de más
Lo cierto es que el trabajo principal ya lo hemos hecho, y es que se trata de conocer sobre lo que hemos visto.
Siempre he comentado que uno de los aspectos más importantes de la economía doméstica y la disciplina con el dinero es hacer consciente lo inconsciente. Eso se debe a que buena parte de nuestros hábitos monetarios y de gasto tienen mucho más que ver con nuestra psicología, y la del dinero, que con una cuestión aritmética o de pura disciplina.
Al conocer estos agujeros, podemos taparlos, pero si seguimos siendo ciegos a ellos, nos afectan y nos hacen un roto en el bolsillo. Así, la mayoría de los factores que hemos visto hoy pasan desapercibidos para la mayoría, pero al ser capaces de identificarlos, los reconoceremos como «ladrones» y no como meros hechos inofensivos.
La segunda clave, para mí, es recordar a Oscar Wilde cuando dijo que él podía resistirlo todo, excepto la tentación.
Coincido y lo cierto es que mucha gente cree que tiene más disciplina de la que posee en realidad. No pasa nada, los duelos de voluntad están destinados a perderse, al menos, a largo plazo.
Por eso, es mucho más efectivo evitar exponerse a la tentación que enfrentarla, de modo que funciona mejor no compararse en redes, ser consciente de nuestro estado anímico o no acercarnos al vendedor que nos atrae físicamente.
Con todo esto, tendremos más piezas del puzzle del ahorro y conoceremos mejor el mapa completo de lo que nos influye, incluyendo esos factores más desconocidos. Porque no hay enemigo pequeño y el ahorro se construye céntimo a céntimo.