La rebaja en la calificación de crédito para Estados Unidos ha llegado en un momento particularmente delicado que nos ayuda a comprender la actual pandemia financiera, el colapso monetario, y la contracción global en marcha. Si la semana pasada recordábamos el cuarto aniversario de la crisis subprime que desató la actual crisis financiera, hoy debemos recordar el fin del acuerdo de Bretton Woods decretado por Richard Nixon el 15 de agosto de 1971 y que constituye el origen del actual desorden financiero mundial.
Bajo el régimen de Bretton Woods, todas las monedas estaban vinculadas al dólar, el que a su vez estaba atado a un precio fijo en oro. Los bancos centrales tenían el derecho de convertir sus tenencias de dólares en lingotes de oro, a razón de 35 dólares la onza. Pero para 1971, en medio de las dificultades económicas producidas por la guerra de Vietnam, Estados Unidos decretó la inconvertibilidad del dólar en oro, y cerró la ventanilla de cambio a los banqueros centrales del resto del mundo. Con esto llegó la era del papel moneda, del dinero fiduciario, de las tasas de cambio flotantes que alentaron la especulación y la concentración de la riqueza.
El colapso del sistema de Bretton Woods, que alcanzó a durar 27 años, marcó la primera quiebra de Estados Unidos, que, sin embargo, fue perfectamente camuflada por el derecho autogenerado por Estados Unidos de imprimir dólares. Con esta fórmula, Estados Unidos se otorgó el derecho de cubrir todos sus déficit con dólares e inundar de dólares tanto el sistema financiero como a los bancos centrales del mundo. Se calcula que en la actualidad el 60% de las reservas de divisas de los bancos centrales están en dólares, lo que acrecienta el nerviosismo de estos países con la debilidad manifiesta del billete verde.
El fin del sistema de Bretton Woods y la adopción de los tipos de cambio flotantes no fue la panacea para la estabilidad económica. Este quiebre tuvo una serie de efectos colaterales que alentaron la especulación masiva y marcaron el deterioro de la economía real. Bajo el sistema de Bretton Woods había estrictos controles de capital diseñados para proteger el tipo de cambio fijo, algo que se hizo innecesario con los tipos de cambio flotantes. La extinción de estos controles permitió el masivo aumento de los flujos de capital que comenzaron a desplazarse por el mundo a un ritmo cada vez más vertiginoso, y con el sector financiero ganando cada vez más espacio en cada una de las etapas, mientras relegaba el capital productivo a lugares de menor importancia. No es extraño que mientras en este período los salarios relativos de los trabajadores productivos se mantuvieron estables, los salarios de los profesionales vinculados al sector financiero experimentaron constantes aumentos.
Tampoco debe ser extraño constatar que el período de 1945-1971 es uno de los más estables de la historia económica, dado que no existieron burbujas de activos ni grandes crisis financieras como las que se han registrado en los años 80 y 90 del siglo pasado y en los primeros años de este siglo. El mayor registro de pérdidas se registró en 1957 cuando el índice de Wall Street se deslizó un 14,1%. La existencia de una paridad con respecto al oro permitía economías más estables dado que los gobiernos podían hacer ajustes discrecionales (o devaluaciones competitivas) con el tipo de cambio, para mejorar sus exportaciones.
La actual rebaja en la calificación de crédito para Estados Unidos no es una sorpresa, es simplemente la constatación de la decadencia del billete verde y de la quiebra de Estados Unidos que esta vez no tendrá mecanismos para evitarla. El final de la era post Bretton Woods no hace más que dar cuenta del declive económico y del estado catastrófico e infartante de toda la economía mundial.
En El Blog Salmón l El origen del desorden financiero y el desempleo global, Del desorden financiero a la quiebra de Estados Unidos
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