Si evaluamos las últimas décadas, podemos contemplar cómo se ha producido un incremento del grado de interdependencia en los países de alrededor del mundo, fruto del proceso de globalización que ha sido capaz de integrar las diferentes economías y entornos financieros.
Que exista este proceso de conexión entre los diferentes países, conlleva, a su vez, que nos veamos abocados a una conexión por parte de sus variables macroeconomicas, como por ejemplo la inflación.
Para más exactitud, nos tenemos que fijar en los ciclos económicos de las economías desarrolladas que en los últimos años han reflejado un grado de sincronía especial. De ahí, que veamos ciertas similitudes en las políticas monetarias que han desarrollado los países anglosajones, Europa y Japón, con diferentes matices de intensidad y duración.
Ciclos económicos semejantes, dan lugar a políticas monetarias que tienden a mostrar pocas diferencias y, dado que la inflación, en última consecuencia, es un efecto monetario por la cantidad de medios de pago circulantes impulsados por la creación de dinero, podemos identificar como "normal" que no haya excesivas diferencias en la evolución de las tasas inflacionistas en las economías desarrolladas.
Al mismo tiempo, los precios de las materias primas vienen determinados principalmente en los mercados globales y son una fuente de alteración sobre los precios de los bienes de consumo de las diferentes economías.
Este hecho es aun más significativo si hablamos del petróleo, debido a que existe una transmisión a los precios de consumo de los combustibles y la energía de manera prácticamente inmediata.
La inflación es homogénea gracias a unas cadenas de suministro dependientes entre sí
En términos generales, las economías desarrolladas son especialmente abiertas a pesar de que hayamos visto un proceso de guerra comercial que ha puesto en jaque las posiciones relativas de los principales actores mundiales en el comercio global. Hoy más del 20% del PIB global corresponde a exportaciones gracias a una tendencia marcada que ha ido apostando por el libre comercio.
Que tengamos economías abiertas es especialmente positivo porque se consigue un incremento de la competencia gracias al proceso de globalización que permite que aquellos países que tengan una ventaja competitiva determinada sobre la producción de un bien o servicio puedan exportarlo al resto de países ejerciendo un proceso de deflación frente a las alternativas existentes, la universalización del consumo y que los países más pobres, gracias a sus bajos costes laborales, puedan salir de la pobreza.
Dicho esto, que una economía disfrute de un alto grado de apertura es positivo pero a su vez entraña riesgos, porque se vuelve especialmente sensible a las perturbaciones exteriores que puedan afectar a la cadena del suministro, como hemos visto con Alemania en medio de la guerra comercial.
En relación a las cadenas de suministro, el simple hecho que abarquen a tantos países permite que cualquier subida de precios que se produzca en origen se transfiere inmediatamente. Como ejemplo reciente, vimos en septiembre como un ataque de drones impactaba contra las instalaciones de refinería de Arabia Saudí e inmediatamente disparó el petróleo y repuntó las tasas inflacionistas en el corto plazo.
Y una expectativa de una interrupción en la cadena de suministro o mayores aranceles comerciales da lugar a pronósticos de mayor inflación porque la alternativa menos eficiente existente cae frente al resto de alternativas.
La baja inflación en la Eurozona
La inflación en la Eurozona no ha sido significativa desde el punto de vista de la política económica, durante la última década, es decir, desde que la crisis financiera comenzó a tener repercusiones a finales de 2008. Más bien, la principal preocupación era la perspectiva de una excesiva desinflación (después de 2011) y luego la deflación real hasta 2015-16.
Sin embargo, la recuperación gradual de la Eurozona a partir de 2015 ha generado una pequeña recuperación de la inflación que comenzó en 2016, se aceleró en agosto de 2016 hasta febrero de 2017, y luego se mantuvo más o menos estable alrededor de 1,5%.
Así que, aunque es justo decir que la recuperación económica en la Eurozona ha provocado un aumento de la inflación, el aumento ha sido pequeño, porque se ha mantenido dentro del objetivo del BCE de un 2% o menos, y sin producirse de manera sostenida.
Y esta es una de las cuestiones que más preocupa a los banqueros centrales... que sus acciones o movimientos para buscar la tan ansiada inflación, sean en vano, debido a una sincronización de la inflación a escala global. Un margen de actuación muy limitado porque la única inflación que hemos visto hasta la fecha es en el mercado de renta fija, con tipo nominales en negativo por el auge de los precios de los bonos gracias a los programas de compras.