El coronavirus ha supuesto un freno a la globalización. Y es que las balanzas comerciales de los países se han reducido, afectando negativamente a la evolución del comercio internacional. Si atendemos a las perspectivas presentes, la Organización Mundial del Comercio prevé una disminución de 9,2% en el volumen del comercio mundial para este año. Comparativamente, la estimación del deterioro del crecimiento mundial es que el conjunto de economías retroceso del PIB del 4,8%.
Hemos visto a una primera parte del año negativa, unas mejoras en los meses de junio y julio que trajo el optimismo, pero actualmente estamos viendo una segunda ola en la pandemia que conllevará diferentes medidas restrictivas y, por lo tanto, se pone en riesgo las actuales estimaciones de contracción.
En este punto hay que destacar el papel de China que es un contribuyente importante en el comercio mundial. Sus exportaciones consiguieron recuperarse del hundimiento alcanzado a principios de año, apoyada por una reanudación más temprana de la actividad, un fuerte repunte de la demanda externa específicamente orientada al equipo médico y de equipo para apoyar el cambio hacia fórmulas de teletrabajo. Es muy significativo que China ha publicado un crecimiento interanual del 9,9% en sus exportaciones en el mes septiembre.
A pesar de que la disminución del comercio durante la pandemia ha sido similar a la manifestada en la crisis financiera mundial en 2008-2009, pero el contexto económico es claramente diferente. En esta ocasión, contamos con bloqueos de restricciones de movilidad que impusieron limitaciones de la oferta de las economías nacionales, lo que ha reducido muy duramente sus niveles de producción. La actual recesión refleja una contracción particularmente intensa en aquellos sectores de contacto intensivo y una menor intensidad en manufacturas, que generalmente se contrae bruscamente en las recesiones a medida que la demanda de capital y los bienes de consumo duraderos se desploman.
Otro de los puntos a tener en cuenta es que, como hayamos comentado en reiteradas ocasiones, se está produciendo un fuerte avance de la deuda pública que colateralmente también podría afectar al comercio y las proyecciones de crecimiento económico en el largo plazo. Esto se debe a que muchos países deben hacer un juego de equilibrios para el mantenimiento de la actividad económica y ayudar a empresas y personas, mientras que garantizar que la deuda siga siendo sostenible es una tarea de enormes riesgos, dada la alta deuda pública, las necesidades de gasto desencadenada por la crisis, y el golpe a los ingresos públicos.
Aunque es poco probable que los países ricos enfrenten crisis de deuda soberana como resultado de la expansión fiscal, al menos en el corto/medio plazo, los más pobres pueden encontrar el aumento de la carga de la deuda extremadamente onerosa fruto de la debilidad de sus divisas y la incertidumbre alrededor de los pagos de la deuda. El gasto deficitario también podría influir en las balanzas comerciales, reduciendo el ahorro nacional y aumentando los déficits comerciales en algunos países.
El caso específico de España
España es una economía abierta y ha experimentado una fuerte contracción de su comercio exterior. Los últimos datos recopilados por Comex correspondientes al mes de agosto, señalan que las exportaciones españolas de bienes disminuyeron un 9,1% interanual hasta los 17.664,2 millones de euros. Por el lado de las importaciones, decrecieron un 17,2% en términos interanuales, hasta los 19.400 millones de euros.
No estamos comprando al exterior, lo que ha llevado a un descenso del saldo comercial que registró en agosto de 2020 un déficit de 1.735,8 millones de euros, un 56,4% menos que el del mismo mes de 2019 (déficit de 3.984,9 millones de euros). Si no tenemos en cuenta el factor energético, se arrojó un déficit de 450,2 millones de euros (déficit de 2.112,9 millones de euros en agosto de 2019, datos provisionales) y disminuyó un 31,3% el déficit energético.
Muchos pueden pensar que la reducción del déficit comercial es un hecho positivo para España porque dependemos, en menor medida, de la deuda exterior. Pero la causa subyacente se fundamenta en varias industrias que han protagonizado un freno, y al prescindir de la actividad productiva, se ha hundido en consumo energético imprescindible para su funcionamiento.
Si nos comparamos con nuestros vecinos, observamos que las exportaciones cayeron más que la media europea (-8,4%), aunque por detrás de Francia y Alemania que arrastran caídas del 18,3% y del 10,2%. Más allá de nuestras fronteras, las exportaciones del Reino Unido descendieron un 17,1% interanual, las de Estados Unidos un 14,6% interanual y las de Japón un 14,8% interanual, mientras que las de China se incrementaron un 9,5% interanual. Las importaciones han sufrido uno de los desplomes más altos de las economías desarrolladas. El retroceso del 17,1% está sobrepasa holgadamente la media de la UE situada en el -9,4%.