A pesar de lo tristemente manido que resulta el término “Gran Hermano” a raíz del archiconocido reality show televisivo, lo cierto es que, tras este término novelistico de ficción (o no), se esconde la gran novela distópica “1984” de George Orwell. Al contrario que una utopía, una distopía es un mundo ficticio que dista mucho de ser un mundo ideal, y describe más bien un mundo imperfecto en sí mismo, como el que los críticos literarios de los años 50 vieron retratado en la novela de Orwell. Para mí personalmente, esta obra representa una de las grandes novelas que marcó mi adolescencia, y que sigue marcando mi edad adulta: conforme pasan los años, no sólo su contenido socioeconómico no pasa de moda, sino que se va volviendo cada vez más de plena actualidad.
Sin duda el maestro Orwell fue una de esas grandes mentes de nuestra Historia y un auténtico visionario. Supo ver peligros incipientes en nuestros sistemas políticos y económicos, y pudo proyectar lo que podrían suponer para el conjunto de la sociedad y de los individuos en un futuro en el cual sólo se equivocó al elegir la fecha en que su novela se convertiría al menos en un tema de plena actualidad, cuando no en una realidad. Efectivamente 1984 fue un año que ya pasó hace décadas, pero como podrán leer en este análisis, las predicciones de Orwell cada vez están más cercanas al mundo que nos está tocando vivir en el siglo XXI.
Un breve resumen introductorio a la novela
Antes de empezar, les rogaría que siguiesen leyendo este post al ritmo del link que les adjunto a lo que perfectamente podría ser una excelente banda sonora para la lectura que les traemos hoy. Se trata de la canción “Uprising” de la banda británica de rock Muse. Esta banda sacó hace unos años un disco con nombre “The Resistance”, y que estaba inspirado en la misma novela 1984 de la que les hablo hoy. El videoclip abre con la axiomática a la par que reveladora frase de que “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”. Sin duda esta inspiración que visitó a Muse es un excelente motivo para que esta canción deleite sus oídos mientras desde El Blog Salmón nosotros hacemos lo mismo con su mente.
Corría el año del futuro 1984. La acción se desarrolla en un Londres apisonado bajo la implacable bota de un totalitarismo que se ha hecho reinante en el planeta. El Estado ejerce un control total sobre la vida y el pensamiento de sus ciudadanos. La libertad se reduce a la mínima expresión, y es algo que va poco más allá de pequeñas decisiones cotidianas sin ninguna trascendencia. La propaganda política y el férreo control de los medios es algo que recuerda enormemente a los peligros de los que siempre les hablo desde hace años, y que pueden leer tratados desde otra perpectiva en este post que escribí hace unos años.
Nuestro protagonista, Winston Smith, es un trabajador del denominado Ministerio de la Verdad. Entre sus funciones está la de reescribir la Historia, adaptando todo rastro del pasado al presente y el futuro a las necesidades de cada momento del aparato político construido en torno al Gran Hermano, líder supremo de este estado totalitario. Una de las recetas más llamativas del trabajo de Smith es que ha de escribir en la denominada Neolengua. Ésta es la lengua oficial del régimen, que básicamente es la lengua habitual pero introduciendo nuevas acepciones semánticas. Así la maquinaria socioeconómica al servicio del Gran Hermano trata de manipular la ideología y las mentes de sus ciudadanos, confinando la expresión oral a términos con una fuerte carga de su ideario propagandístico.
Winston Smith siente cómo la voz de su conciencia le llama a tratar de combatir lo que con el paso de los años se le va revelando como un trabajo que contribuye a una dictadura que no se puede ni nombrar. El Partido Único se cierne sobre su cabeza, pero en su huída ética de sus funciones diarias, acaba hilando el amor por una joven rebelde llamada Julia, que renuncia también de las tesis oficiales, con acciones de resistencia contra la maquinaria que les oprime impunemente.
Los aspectos socioeconómicos de la novela
Tras esta breve introducción, pasamos a abordar los temas concretos relacionados con el análisis socioeconómico al que les tenemos acostumbrados desde estas páginas. No tiene mucho sentido entrar en los aspectos puramente políticos y sociales de la novela (y de la sociedad de hoy en día). Al respecto me limitaré a remitirles al post cuyo link les he incluido antes, aunque, para los que no tengan el tiempo o las ganas de leerse los breves seis párrafos que componen dicho artículo, sí que me gustaría dejar constancia aquí de que las redes sociales, los smartphones, y la hiperconectividad que todos estamos desarrollando, no hacen sino sentar las bases de un futuro con inminentes y nada despreciables riesgos de que surga un totalitarismo que tenga todos los medios para poder ejercer un control absoluto sobre sus ciudadanos. Dicho sea de paso que, con estos medios tan invasivos, una vez que haya alcanzado el poder e instaurado su posible régimen, será harto difícil escapar de sus tentáculos. Nada que se aleje de la ficción descrita por Orwell a mediados del siglo XX.
La economía del futuro descrito por Orwell prácticamente no existe, y su opaca gestión se limita en muchos casos a que nuestro rebelde Winston Smith y sus compañeros cambien la Historia y las cifras económicas del pasado para ocultar la realidad del sistema. Así, cuando el Partido Único decidió que había que acometer una siempre polémica subida del precio del chocolate, el diligente Winston y sus compañeros modificaron todo rastro mediático del precio anterior de la dulce mercancía, y lo sustituyeron por un precio pasado que en realidad era muy superior al que fue de verdad. De esta manera, el Partido Único publicitó como una populista bajada del precio del chocolate lo que en realidad era una onerosa e inflacionaria subida en toda regla.
Miren ustedes la realidad de los medios de hoy en día, cómo en todas las economías se cocinan los datos macroeconómicos y microeconómicos, cómo el poder económico y el politico acaban siendo una misma cosa, cómo los smartphones aunados con el Big Data nos están perfilando a todos y permitiendo controlar nuestros pensamientos y nuestras acciones, y cómo la progresiva digitalización de toda la información de la Humanidad hará que en un futuro (que ya es presente) cambiar una información suponga meramente cambiar un registro en una base de datos. En concreto, sobre el trascendente tema del Big Data, con reveladora noticia incluida, ya analizamos en el artículo "Trump y el posible paso atrás de la globalización" cómo el Big Data habría resultado decisivo en la repentina victoria del presidente Trump, y cómo Trump habría sido el primer presidente del Big Data, tal y como lo fuera en su día Obama con las redes sociales.
Las zonas geopolíticas y socioeconómicas dibujadas en 1984
Pero el aspecto más visionario de Orwell, y me atrevería a decir que con tintes casi adivinatorios, es uno sobre el que me gustaria llamarles especialmente la atención, debido a la evolución de los últimos acontecimientos en el contexto internacional. George Orwel distingue tres macro-zonas socioeconómicas diferenciadas, en permanente conflicto entre ellas, y que las tres adolecen de un régimen totalitario similar que no hace sino hacer creer a sus ciudadanos que ellos son los únicos ciudadanos libres del planeta, mientras que las otras dos superpotencias son regímenes totalitarios en los que sus habitantes viven bajo el yugo de una dictadura que en el fondo es común a todos.
Estas tres zonas geopolíticas y socioeconómicas son las siguientes:
Oceanía. Ingsoc es el régimen instaurado, nombre que simplemente es la abreviatura de "socialismo inglés". Esta superpotencia engloba lo que hoy en día es el Reino Unido, Irlanda, toda América, Australia, Nueva Zelanda y el sur de África.
Eurasia. Aquí el sistema político se autodenomina neobolchevismo. Eurasia va desde la Unión Soviética (incluyendo su región asiática) y Europa (a excepción de Islandia, el Reino Unido e Irlanda, que pertenecen a Oceanía como comentábamos antes).
Asia Oriental (EastAsia). Las máximas del régimen totalitario que está instaurado en esta parte del planeta asienta sus bases sobre la "adoración de la muerte" o la "desaparición del yo". Estasia engloba a China, Japón y a la península coreana.
Tras la ficticia lección de geografía novelada anterior, no sin razón, algunos de ustedes se estarán preguntando que qué tiene esto que ver con nuestro mundo de hoy en día. Pues a juzgar por un servidor, estrictamente hablando, tal vez no tenga mucho que ver con el hoy por hoy, pero tal vez sí con la evolución más reciente de los acontecimientos a nivel internacional, y que en breve tal vez asistamos a ver cómo esta realidad geopolítica y socioeconómica se hace realidad, convirtiendo a George Orwell en casi un profeta, más allá de lo meramente visionario. Les explico el porqué.
La realidad geopolítica y socioeconómica que se va dibujando en el mundo
La realidad es que, tras la victoria del ya presidente Trump, el tablero mundial del Risk en el que todos participamos ha cambiado radicalmente. Aun a riesgo de equivocarnos porque las promesas electorales de Trump no se conviertan finalmente en acciones de gobierno, lo cierto es que Trump abogó por unos Estados Unidos más centrados en sí mismos, y puso en tela de juicio incluso el nivel de involucración de su país en la OTAN, como pueden leer en esta noticia. Por ello no es descartable un escenario de una alianza atlántica debilitada, sin claúsula de defensa mútua incondicional ante la agresión externa a cualquiera de sus miembros, o con un gasto militar fuertemente reducido como consecuencia de las desavenencias que pueden surgir al respecto entre los miembros de la alianza.
Este escenario podría conducir a una Europa con menor (o incluso sin) apoyo ni presencia militar estadounidense, lo cual supondría el final de un largo adiós de Estados Unidos de América a aquella Europa de la guerra fría en la que cada metro de frontera era considerado clave para la seguridad mundial. A una presencia y a unos presupuesos militares inferiores, debemos añadir la jaula de grillos en la que posiblemente se va a convertir Europa con el auge de unos populismos con fuertes condicionantes nacionales. Resulta obvio que estos populismos no encajan entre sí en un tablero europeo único, con lo que tenemos que se va a dar en Europa un vacío de liderazgo político y económico, en el cual la Unión Europea va a dejar de ser una superpotencia como tal. Y ante la falta de voluntad de Estados Unidos por co-liderar una alianza con su tradicional socio europeo, sin duda el vacío resultante va a suponer un fuerte atractor para la capacidad de influencia de otras superpotencias socioeconómicas.
Con la liquidación de Europa como Unión, quedarían como superpotencias Estados Unidos como primera economía mundial. China como la segunda. Y en tercer lugar, no deberíamos descartar a una Rusia que, si bien por en términos de PIB según el patrón de medida capitalista es comparable a un país como España, no se puede olvidar ni su capacidad militar y nuclear, ni su vasta y estratégica extensión, ni su población, ni sus recursos naturales e industriales, ni un largo etcétera. Efectivamente Rusia emerge como tercera superpotencia tras un paréntesis de unas décadas durante los cuales simplemente se ha ido haciendo a las reglas del nuevo juego capitalista. Y ante el vacío de liderazgo que citábamos antes en una Europa disgregada, por definición, cualquier otra supepotencia con capacidad e intereses tratará de extender su área de influencia, más aún dada la proximidad geográfica y el pasado reciente del gigante ruso. Rusia no parece que vaya a ser una excepción a los intereses geoestratégicos que cualquier superpotencia tiene.
Por otro lado, no hace falta decir que China siempre ha sido una superpotencia latente que ya es patente. También siempre ha ido por libre en una interpretación propia de un capitalismo del que trataba de beneficiarse, pero sin entrar en conflicto con su sistema comunista y su aparato político (y social). Las desavenencias posiblemente separarán a China de USA en el nuevo tablero que se va dibujando, tras el perfilado que va haciendo la administración Trump de su futura política internacional. Los próximos movimientos marcarán claramente una línea geoestratégica muy definida con el gigante rojo.
De hecho, como pueden leer en esta reciente noticia del New York Times, Donald Trump realizó una llamada telefónica a su homónimo taiwanés, poniendo fin a un silencio diplomático de casi cuatro décadas, en lo que supone un movimiento que sin duda abrirá llagas en una China que siempre ha tenido sus aspiraciones geoestratégicas en la zona. Por otro lado, ya les hablamos también del papel preponderante que China ha jugado en la campaña electoral de Trump, en la que se ha incidido reiteradamente en la necesidad de abordar una (des)globalización asociada mayormente a la potencia asiática. Ya analizamos con mayor nivel de detalle este tema en el artículo "Trump y el posible paso atrás de la globalización".
Por si el mapa que se va dibujando hasta ahora no recordase ya excesivamente a aquel esbozado por Orwell según les resumíamos arriba, además tenemos más coincidencias geopolíticas con aquel mapa orwelliano que ya rozan el detalle casi milimétrico. Recuerden que Reino Unido era colocado por nuestro distópico novelista como parte de esa Oceanía liderada por Estados Unidos. Pues bien, hace tan sólo unos días, ya vimos como, tras aquel referéndum pro-Brexit que dejó muy claro el adiós a Europa de "Las Islas", no se nos puede pasar por alto que, según pueden leer en esta reciente noticia, el primer político europeo que recibió Trump ya como presidente fue ni más ni menos que el ultraderechista y eurófobo Nigel Farage. Parece como si a George Orwell alguien le hubiese pasado algún periódico con las noticias de hoy en día.
La vinculación personal con 1984 y con este artículo
Dado el carácter visionario que un servidor siempre ha concedido a Orwell desde que leí su obra, ahora mismo siento esa vacua sensación de cierta predestinación a escribirles estas líneas. Cuando la épica novela que tratamos cayó en mis manos por primera vez allá por finales de los ochenta, mi padre, al entregarme en mano un ejemplar del "1984" de Orwell, me dijo: ”Es una novela de ficción pero, como podrás ver cuando la leas, conforme pasan los años se va volviendo una novela histórica basada en hechos que cada vez más acaban siendo reales”. Una maravillosa y premonitoria introducción que no pudo ser más acertada.
Respecto a mi posición personal respecto a los temas que hemos tratado, ya saben que habitualmente me limito a describirles realidades y exponerles razonamientos lo más objetivos posible. Ésta no va a ser una excepción, puesto que mi subjetividad aporta poco, tan poco como que ni yo, ni usted, ni nadie podemos adivinar el futuro (a veces ni siquiera podemos interpretar correctamente el presente). Por ello, si usted es de esas personas que abogan por poner punto y final a Europa como proyecto y realidad socioeconómica en conjunto, simplemente le diré que no dude de que, si dejamos de ser una superpotencia, es muy probable que acabemos como una mera área de influencia de otra superpotencia. No me juzguen a mí personalmente por hacer esta afirmación: es la Historia la mejor demostración de que, a lo largo de los siglos, ésta es la realidad que se acaba imponiendo ante un vacío de liderazgo. Si prefieren ustedes que ese liderazgo sea reemplazado por el de un Estados Unidos que ahora ya mira más bien sólo hacía sí mismo, por el de Rusia, o incluso por el de la lejana China, es algo que ya dejo a su subjetiva reflexión.
Así que me despido hoy de ustedes dudando de si en un futuro no muy lejano puede ser que ya les escriba desde estas páginas en Neolengua. El nivel de resistencia ya lo ponen ustedes y sus conciencias, o más bien, lo que nos quede de ellas.
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