Una nueva polémica en torno al asunto catalán ha saltado a los portadas en los últimos días. A golpe de titular, parece ya que incluso la opinión pública se ha acostumbrado al sinsentido socioeconómico. Pero por mucho que se trate de argumentar y contra-argumentar, la realidad económica es tozuda, y las pasiones no hacen que las consecuencias socioeconómicas sean distintas.
Hoy el tema va sobre la futura pertenencia de Cataluña a Europa. Y no, para variar, en esta ocasión la polémica no está de nuevo en los titulares con los que los medios europeos y españoles han advertido por activa y por pasiva de que una independencia de Cataluña automáticamente implicaría una salida de la Unión. Tampoco la polémica va de la consiguiente contra-programación del clima informativo catalán por el que se informa de este hecho en otros términos sensiblemente distintos más allá de la franja aragonesa.
De nuevo el ojo del huracán vuelve a estar situado sobre la capital belga
De nuevo la polémica ha saltado a raíz de declaraciones del ex-president Puigdemont desde su refugio belga, tras su controvertida huída a Bruselas (que, todo sea dicho de paso, un servidor ya advirtió de que ocurriría pocos días antes con este tuit), en el que decía a mis seguidores textualmente "Me recuerda al Costa Concordia: cuando las cosas se pongan feas, será el capitán el primero que huya... RT @elconfidencial Determinación de Puigdemont a declarar la independencia y dudas entre sus 'consellers'". Como pueden leer en esta noticia de La Vanguardia, en esta ocasión, Puigdemont ha declarado hace unos días que Europa es un “club de países decadentes y obsolescentes”. Pero sin conformarse con estas lindezas, en esta ocasión Puigdemont ha ido más allá e incluso ha afirmado que "los catalanes deberían decidir si quieren pertenecer a esta Unión Europea” y “en qué condiciones”, finalizando con un desafiante: “vamos a ver qué dice el pueblo de Catalunya”.
Estos tiempos convulsos nos tienen tristemente acostumbrados a titulares sin ningún sentido socioeconómico, pero que sin embargo en la práctica han demostrado suponer un riesgo cierto (cosas igual de inverosímiles se han hecho), sobre todo para los ciudadanos catalanes. A pesar de ello, tras estas declaraciones, inmediatamente la polémica saltó con inusitado protagonismo a todos los medios. Incluso los medios catalanes se hicieron eco de ello, como aquí La Vanguardia. Esto último es especialmente significativo, dado que tradicionalmente los medios catalanes son más que tibios (por no decir otra cosa) a la hora de criticar a los dirigentes independentistas. Sin embargo, en esta ocasión, incluso estos medios se han sumado a censurar abiertamente la nueva huída hacia adelante de Puigdemont: y huídas por parte de éste ya van una cuántas, incluso una poniendo tierra y a la Junquera de por medio.
Dentro de la enorme polvareda que se ha levantado en esta ocasión, los cuatro principales partidos de la oposición en el congreso han vertido sus críticas contra las polémicas declaraciones. Ha habido también compañeros de partido de Puigdemont que se han desmarcado de las declaraciones, e incluso Esquerra Republicana ha recalcado que ellos son "eurocríticos pero no euroescépticos". Finalmente ha sido el propio Puigdemont el que ha tenido que salir al ruedo de nuevo a suavizar su anterior intervención (en otras palabras: a desdecirse), como pueden leer en esta otra noticia también de La Vanguardia
Catexit o no Catexit: that is the question
Pues para empezar, y de ahí viene probablemente la marcha atrás de hasta el propio Puigdemont, incluso el clima informativo hermético y los medios que algunos tildan abiertamente de maquinaria de propaganda son conscientes de que este tipo de declaraciones son un suicidio político (además de socioeconómico si se llevan a cabo). Efectivamente, los políticos catalanes han conseguido llevar el debate sobre la independencia al lado más pasional y menos racional, y aún en ese terreno en esta cuestión Puigdemont estaba perdido. Porque el hecho es que los catalanes siempre se han sentido muy europeos, incluso muchos de los independentistas. Pueden dar por seguro que Puigdemont es buen sabedor de este extremo, con lo que sus declaraciones sólo tienen dos lecturas posibles: o han sido una enorme torpeza (más), o simplemente son un globo sonda con el que ir tanteando otro accidentado terreno todavía inexplorado (por difícil que parezca).
Pero más allá de la política y de la línea temporal de esta particular crónica de sucesos, visto que con Puigdemont demasiadas veces lo inverosímil se ha traducido en hechos tangibles, a estas alturas no podemos descartar absolutamente nada, y menos con unas elecciones de por medio. Por ello, hay algo que nos debemos plantear en términos socioeconómicos respecto a esta noticia, y especialmente deben hacerlo nuestros hermanos catalanes: ¿Un Catexit por referéndum supondría un desastre socioeconómico todavía mayor a la de una potencial independencia de España? Abordemos esta cuestión obviando que, en realidad, lo segundo también llevaría a lo primero sin lugar a dudas, lo cual posiblemente sea la única intención mínimamente lógica (al menos en términos políticos) que se puede esconder tras unas declaraciones de Puigdemont que cómo mínimo se pueden calificar de desvarío.
El primer evento socioeconómico desastroso aparejado a un Catexit, sería que Cataluña saldría inmediatamente del espacio Schengen. Pasando de puntillas sobre el atraso socioeconómico que supondría para los catalanes coartar de nuevo el libre movimiento de sus ciudadanos por toda Europa y quedar más aislados, lo cierto es que esta moneda tiene otra cara. Y esa otra cara es el talón de Aquiles que le faltaba por acabar de fracturar al tejido económico catalán: el turismo, motor de la economía catalana por antonomasia. No duden de que muchos ciudadanos europeos optarían masivamente por elegir otros destinos más "accesibles" (y euro-amistosos) para sus vacaciones y congresos.
Por otro lado, la abrupta interrupción de la libre circulación de mercancías y los nuevos aranceles griparían el otro motor de la economía catalana: las exportaciones. Para que puedan valorar este punto, pueden leer en esta noticia de El Mundo cuáles son los primeros destinos de las exportaciones catalanas, y éstos son principalmente el resto de España. Más concretamente, Aragón es el primer cliente de las empresas catalanas, con un volumen de ventas que asciende 10.782 millones de euros. Pero lo realmente importante para aventurar qué se avecinaría tras un Catexit es que, tras Aragón, los siguientes clientes de los catalanes son Francia y Alemania en segunda y tercera posición del ranking, con unas cifras de venta de 9.900 y 6.935 millones respectivamente. La conjunción pues de una independencia de España y de un Catexit sería tan letal para la economía catalana como cerrar directamente casi todos sus mercados (lo que supone realmente en la práctica).
Pero un estado catalán fuera de Europa sería especialmente vulnerable con el Catexit, incluso comparativamente con otras economías, dado el carácter evidentemente exportador de la economía catalana. Sólo unas cifras muy ilustrativas: en 2015 un 62% de las exportaciones catalanas tuvieron como destino el exterior (un 38% fueron al resto de España). La ponderación de las exportaciones catalanas en el conjunto de su economía estuvo en 2015 en el entorno del 48%, superando holgadamente la media de la Unión Europea, que se sitúa en el 33%.
Y algunos optimistas desaforados del independentismo afirman que la economía catalana abriría nuevos mercados; como si eso fuese tan fácil, podrían empezar a hacerlo ya a ver cómo se les da en este mundo de competencia extrema. (No) siento desmontar también de nuevo otro argumento de esperanza para aquellos que quieren irse de todos sitios hasta quedarse solos. Al salirse de la Unión Europea, Cataluña se quedaría sin la cobertura de los acuerdos comerciales que la Unión Europea tiene ya firmados con todo el resto del mundo. Y eso supondría unos costes extra para los precios a la exportación de la economía catalana, que impactarían muy negativamente a la hora de competir con los productos de la propia UE allende los mares.
El lado financiero del Catexit es todavía peor...
Por si todo esto no fuera poco, además hay que añadir el importante lado financiero de un Catexit. Salir de la Unión Europea va de la mano con dejar también el Euro. Dejar el Euro haría que automáticamente la nueva moneda catalana naciese con una devaluación brutal. Y esto, en una economía fuertemente dependiente de sus socios comerciales, implicaría importar inflación a raudales. ¿No creen este extremo? Pues lean en esta noticia de The Guardian lo que ha ocurrido en Reino Unido desde la decisión de abandonar Europa, y eso que el Brexit propiamente dicho todavía no ha empezado.
Las mentes independentistas más "brillantes" de la economía catalana proponían como solución que se puede dejar el Euro... sin dejarlo. Su propuesta era seguir aceptándolo como moneda de curso legal en la nueva república, e incluso respaldarlo con reservas de la moneda única europea. Muy predecible, pero se dejan por el camino una de las grandes ventajas del euro, y no es sólo por la simplificación financiera e inexistencia de riesgo cambiario que supone tener una moneda común con la práctica totalidad de tus socios comerciales. Estamos hablando ahora del gran riesgo que supone adoptar una moneda extranjera como moneda nacional, ya que el futuro Banco Central catalán no tendría ninguna capacidad de decisión sobre el tipo de cambio del euro, ni sobre sus tipos de interés: es más, el BCE ni siquiera tendría en cuenta el clima económico catalán en sus decisiones al respecto.
Otro factor vital es la estabilidad financiera que supone para las entidades catalanas el poder acceder a las líneas de crédito del BCE. Y les recuerdo que este mecanismo ha sido la tabla de salvación para la supervivencia de los bancos catalanes (y españoles) en la última crisis, y sigue siendo vital hoy en día. ¿Por qué creen que los bancos fueron de los primeros en salir huyendo de Cataluña?
Y hablando de flujos de dinero, por el mismo camino irían las inversiones europeas, que dejarán masivamente de ver a Cataluña como un destino preferente de inversión. Recuerden que el dinero es muy cobarde, y la incertidumbre, aunada a la inestabilidad jurídica e institucional que los dirigentes catalanes han demostrado que traerían con sus contínuas idas y venidas, asustan (y mucho) a los capitales foráneos. Ahuyentar a los capitales significaría buscarse serios problemas tanto para financiar la abultada deuda y déficit públicos catalanes, como a nivel de inversión empresarial. El empleo se precipitaría en picado hacia el abismo.
No caben más sogas en este cuello, por mucho que algunos se empeñen en ponerle más aún
Para terminar, les dejaré con algunas reflexiones personales (y aviso: subjetivas, pero ya saben que a la vez razonadamente objetivas). En esta vida, nadie está a salvo de acabar en la pobreza, pero se puede ser pobre, y se puede ser pobre con alevosía: cuando alguien ha elegido voluntariamente el suicida camino de la autodestrucción socioeconómica. Y siempre se puede sentir compasión por el que vive en la precariedad económica, pero realmente hay un matiz importante si se lo ha buscado con insistencia (a pesar de las reiteradas advertencias de éste y otros medios especializados).
Y hablando de votar en referéndum y de democracia. Echemos un poco la vista atrás para ver las raíces de nuestros cimientos más democráticos, porque algunas democracias están llegando a un nivel de deterioro tal que las pone en gran y serio peligro. En la antigua Grecia, cuna de la democracia occidental, a los traidores a la patria les obligaban a beber cicuta (un potente veneno). No se equivoquen, no propongo en absoluto semejante medida para ningún mal gobernante (por muy nefasto que sea para el pueblo): nada más lejos de mis intenciones.
Por lo que les sacaba esta reseña histórica a colación es tan sólo por lo paradójico que resulta que, precisamente esos malos gobernantes, sean los que ahora pretenden que sea el propio pueblo el que se auto-administre un veneno equivalente a la cicuta, con un letal Catexit por referéndum. Y a priori no hay nada malo en decidir cosas importantes por referéndum. Sólo que a algunos se les olvida que, para que el resultado de un referéndum cumpla con unos mínimos requisitos de rigor, el pueblo debe contar con información veraz, objetiva, y que además el pueblo tenga capacidad de juicio socioeconómico (y que sea crítico). La socioeconomía es algo que se le debería haber enseñado al pueblo desde el instituto. Y aún así, hay decisiones que son un gran error, por muy democráticas que sean: la masa también se equivoca, y para muestra, el Brexit.
Y ahora incluyan en su ecuación del Brexit la dimensión de la nave económica del Reino Unido en el conjunto del mar Europeo, y comparen con las cifras mucho más reducidas que arroja la economía catalana: los efectos del Brexit (aún por sufrir) se verían letalmente magnificados en el caso del Catexit. Además, a la vista de la curva de crecimiento de la economía catalana desde que España entró en la Unión, este evidente y muy relevante progreso económico de las últimas décadas, no sólo se vería abruptamente revertido en Cataluña de la noche al día, sino que su deterioro se tornaría en profunda depresión: parafraseando a los propios líderes de Esquerra tras sus negociaciones con la CUP, "vamos a mear sangre". Es lo que tiene dejar el transatlántico europeo para aventurarse en la tempestad de los mares globales navegando en un vapuleable cascarón de nuez, que a la mínima marejada oyes una voz en off que te dice "tocado y hundido" .
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