El 31 de octubre de 2013 Remo publicó un post titulado Autónomos de responsabilidad limitada: la ley que sólo beneficia a notarios y registros. Pues bien, es una excelente muestra de lo que se ha venido a denominar la maldición de Casandra, ya que resultaba evidente para el (y para otros muchos entre los que me encuentro) que la figura del ERE o Empresario de Responsabilidad Limitada iba ser un fiasco, tal y como ha resultado.
Efectivamente, recientemente ha sido noticia que hasta el momento sólo hay 25 personas que se han acogido a esta figura. Incluso en algunos medios hablan de 16. Sin duda una demostración más del fracaso de la ley de emprendedores, una legislación efectista, tal y como gusta al PP y al PSOE: normativa que recoge una supuesta demanda social, pero no se molesta en explicar a los que claman por ella que su aplicación práctica es inviable o contraproducente.
Los motivos los describía Remo en su post, yo en el mío, y eran evidentes. Existiendo las sociedades limitadas unipersonales no hacía falta inventar esta historia, salvo que pretendiésemos limitar las deudas frente a las Administraciones Públicas (algo a lo que no estaban dispuestas), los avales (que se iban a pedir siempre) o la responsabilidad de los administradores por incumplimiento de sus obligaciones legales en la administración de las sociedades (que podríamos debatir si son más o menos amplias).
Todo esto me ha dejado una sensación de haberlo vivido antes, especialmente en la insatisfacción de muchos que defienden la ley del embudo en materia concursal.
Las vacas gordas pesan. Si queremos limitar nuestra responsabilidad para eso están los sociedades limitadas o anónimas, con sus correspondientes obligaciones contables, informativas, de cara a proteger los intereses de terceros que confíen en ellas, ya sean acreedores, proveedores, clientes, etc. Sus intereses son tan legítimos como los de los emprendedores, y de hecho es que muchos también lo son, y cuando pretendemos construir estas maquinas del movimiento perpetuo legislativo pasa lo que pasa, que dan para unos titulares y poco más.
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