La bomba de la deuda pública de Grecia está destapando largos desequilibrios que tienen a la economía a punto de estallar. Será la primera detonación de una serie que provocará un gran choque en los países europeos. La deuda hipotecaria en las economías de la Europa del Este es aún más explosiva. Y aunque estos países no están en la zona euro, sus deudas sí están contraídas en la moneda europea. El 80% de las deudas de Letonia está en euros, y es deuda que se debe principalmente a los bancos suecos, mientras que Hungría y Rumanía deben su deuda en euros principalmente a los bancos austriacos.
Todas estas deudas son impagables porque los países que acumularon fuertes déficit en la bonanza están profundizando más sus déficit comerciales en este período de vacas flacas y hundiéndose más en la depresión. Ahora que los precios inmobiliarios están en picada, los déficit comerciales no pueden ser financiados por el flujo de los préstamos hipotecarios en moneda extranjera. Tampoco los bancos están en condiciones de generar más crédito dado el fuerte proceso de desapalancamiento que están realizando para achicar sus deudas, abultadas en el período del auge de la burbuja. Las condiciones para los préstamos son insostenibles y los planes de austeridad encogen más a economías que claman por recetas que den espacio a la creación de empleo, el único elemento que puede sacarnos de la crisis.
Por eso que la paradoja que vive Grecia reproduce a escala un fenómeno a nivel europeo y mundial. Alemania es responsable del profundo endeudamiento griego. Sólo el año pasado el déficit comercial de Grecia con Alemania llegó a 4.810 millones de euros. Y casi todos los países europeos acumulan fuertes déficit con Alemania: Italia, 11.400 millones de euros; Portugal 2.620 millones de euros; España, 12.000 millones de euros. Estos países han comenzado a sufrir la misma crisis que afecta a Grecia: la escasez de euros.
Una de las razones para comprender este abierto desequilibrio ha sido la búsqueda sistemática de Alemania por abultados saldos positivos en su balanza comercial, olvidando que esto implica forzosamente fuertes saldos negativos para sus vecinos europeos. El símil de China con Estados Unidos es evidente. Respecto a la balanza comercial, China ha sido con Estados Unidos lo mismo que Alemania con Europa. Ahora que Estados Unidos intenta revertir esa situación obligando a China a revaluar el yuan (y en un golpe que debería ser violento para que se note y no deje espacio a los especuladores, es decir un 20% o 30%), ¿qué posibilidades tiene Europa de exigir a Alemania que revalúe su moneda, de tal forma de encarecer los productos alemanes y hacer más competitivos los del resto de Europa? Con el euro, ninguna. Cuando España o Francia experimentaban déficit sostenidos en su balanza comercial, podían ajustar la peseta o el franco y permitir que el marco alemán se encareciera. Con eso frenaban las importaciones germanas, y lograban dar auge a sus exportaciones. Pero con la moneda común, esto ahora no es posible.
La segunda razón que impulsó fuertemente estos déficit es que desde los años 90 Alemania propagó la política de la reducción de los costos salariales. Esta política de contención de los salarios fue la que condujo a la paradoja de tener sistemáticos superávit comerciales por un lado, y fuertes caídas en la demanda doméstica por otro. En el período 1996-2006, los salarios brutos nominales aumentaron en Alemania un 1%, mientras en el resto de la zona euro lo hicieron al 2,8%. Tal como los chinos, Alemania se dedicó a vender y, tal como Estados Unidos, el resto de Europa se dedicó a comprar. Las compras de Alemania a los países de la UE se hicieron exiguas, lo que profundizó más las brechas y pulverizó los equilibrios.
Cuando la economía está en marcha y a un ritmo regular, estos desequilibrios pasan inadvertidos. Además, todos hacen la vista gorda y quienes obtienen ventaja se encargan de mantener el statu quo, las apariencias. Pero con las crisis salen a flote todos los desequilibrios reales que se han arrastrado por décadas y que ya no resisten la presión acumulada. Por eso que tarde o temprano este fuerte desequilibrio reventará. Y tal como China liberará al dólar de sus amarras con el yuan, no quedará otra alternativa para Europa que Alemania deje en libertad al euro. Sólo un drástico golpe en la apreciación de las monedas de los países más superavitarios (China y Alemania), podrá allanar el camino a una recuperación lenta pero menos traumática de lo que se vive ahora.
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