Se está acercando la fecha del referéndum británico sobre la pertenencia en la Unión Europea y las campañas de uno y otro lado de la decisión han entrado en un frenético toma-y-daca de argumentos sobre los efectos económicos de dejar la Unión.
Como puede imaginarse, los partidarios de la salida presentan un futuro rosa de libertad económica y progreso, libres de del lastre que la UE y sus instituciones burocratizadas y presas de grupos de interés suponen para implementar una política efectiva que nos saque de la crisis.
Por otro lado, los partidarios de la permanencia anuncian todo tipo de maldiciones por la pérdida de acceso a los mercados europeos, el castigo al que sometería la UE a un estado que abandona para asegurarse que no le va demasiado bien y desincentivar imitadores, así como los problemas que afrontaría la City de Londres al perder su rol como nodo financiero europeo.
Vinculaciones exteriores
Cada campo está además haciendo uso de los cualquier simpatizante internacional que pueda atraer. Los partidarios de la permanencia han contado con apoyo explícito nada menos que de Barack Obama, que no parece haber logrado tener demasiado efecto sobre el ánimo de los que quieren salir. Más aún, un informe de la OCDE que ha causado bastante revuelo estos días al asegurar que una salida de la UE equivaldría a “un impuesto sobre el PIB, que impondría un coste persistente y creciente sobre la economía”.
Si sienten ustedes un cierto Deja-vu no es por casualidad. Argumentos similares se esgrimieron ante la posibilidad de un proceso de independencia en Cataluña.
Pero en ambos casos la realidad, como siempre, es demasiado compleja como para poder hacer afirmaciones categóricas.
Economistas: la disciplina del constante desacuerdo
Existen, por supuesto, economistas británicos que apoyan la salida de la UE, y éstos no han tardado en salir a la palestra desautorizando los cálculos de la OCDE y haciendo notar que, como siempre en economía, el diablo está en los supuestos de los que se parte.
Similarmente a como se decía de Cataluña, la OCDE asume que un Reino Unido fuera de la UE no lograría firmar un acuerdo comercial que le diese acceso al mercado europeos en 4 años, hasta 2020. Nigel Farage, el líder del partido UKIP que es el principal representante político del campo "Brexit" ha insistido que “estemos o no en la UE, continuaremos comprando y vendiendo bienes entre Francia, Alemania, Italia y Gran Bretaña”.
Y no le falta razón. La realidad es que la compleja estructura diplomática y de acuerdos económicos europea proporciona opciones de todo tipo para acomodar las situaciones muy variadas.
Aunque algunos analistas quieran ver a una Unión Europea castigando al país que osa salirse de su abrazo, se puede argumentar que atribuirle a una institución como la UE pasiones humanas como la venganza es algo exagerado.
La Comisión Europea tiene adicción a los tratados de libre comercio
La Unión Europea es, al fin y al cabo, un cuerpo con una clara predilección por las políticas liberales de apertura de mercados, quizás porque su nacimiento y función principal fue esa, unificar un mercado de una variedad de países my diversa.
Además, desde el tratado de Lisboa, la Dirección General de Comercio de la Comisión Europea tiene bastantes competencias para firmar acuerdos independientemente de los estados miembros. De hecho la UE gusta de cerrar acuerdos de comercio e inversión por todo el mundo con los países más diversos, los regímenes más antagónicos y sin mirar mucho al pasado o a lo que esos países hacen políticamente.
Por ello, lo normal sería que tanto un Reino Unido escindido de la Unión Europea, como una región independizada de un país miembro, no tardaran en firmar un acuerdos de libre comercio con la UE, ó sumarse a alguna de las iniciativas ya existentes en los márgenes de la Unión.
Un socio importante
Realizar las ansias de venganza de unos cuantos politicos despechados sería enormemente irracional para la UE. Según datos de Eurostat, el Reino Unido supone por sí solo el origen de alrededor de un 10% de toda la inversion extranjera mundial en la UE28 para la mayoría de los años recientes.
El Reino Unido representa también el 10% de las importaciones intra-UE, con la que mantiene un importante deficit commercial, de hecho el segundo mayor de un país europeo frente al resto después de Francia, por lo que la UE difícilmente va a “castigar” a un importante socio commercial.
Por otro lado, como ya se apuntó aquí en El Blog Salmón, abandonar la UE no es una decisión muy beneficiosa, puesto que si se mantiene un acuerdo de libre comercio, se sigue expuesto a las regulaciones que estableza la Unión, pero sin poder participar en ellas. La UE supone casi un 45% de las exportaciones del Reino Unido y, por tanto, las decisiones que tomen los órganos reguladores europeos pueden tener gran impacto sobre el comercio británico.
Al fin y al cabo las negociaciones para estas normativas en el seno de la UE no son más que juegos de equilibrios entre los intereses de los productores de diversos países, que ejercen una desmesurada capacidad de influencia en los órganos europeos a través de sus representantes en los “grupos de expertos” con los que se asesora la Comisión Europea a la hora de redactar iniciativas legislativas.
Una decisión trascendente
Independientemente de que, como Noruega, contribuya o no al presupuesto común o de que implemente o no directivas europeas, la UE tiene ganada una merecida reputación por establecer medidas de corte proteccionista bajo la guisa de proteger a los consumidores, el medio ambiente o la salud. Los competidores europeos de los productos británicos no desaprovecharían esta oportunidad de obtener una ventaja adicional en la lucha por ampliar sus cuotas de mercado.
Así pues, posiblemente los partidarios de la salida tengan razón: tras un período inicial de inestabilidad y fragilidad, el Reino Unido podría rápidamente recuperar una evolución normal de su economía, al menos en lo que se refiere a sus relaciones comerciales e inversoras con la UE. Sin embargo ello no impide que a medio plazo su decisión pueda causarle perjuicios al convertirse en un agente pasivo respecto a su mayor mercado.
Imágenes | Gage Skidmore, Wikipedia, European Commission DG Trade