Ayuntamientos españoles contra Airbnb: ganan los residentes, los hoteles (mucho) y pierden los propietarios y los viajeros (muchísimo)

Ayuntamientos españoles contra Airbnb: ganan los residentes, los hoteles (mucho) y pierden los propietarios y los viajeros (muchísimo)
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En plena crisis de acceso a la vivienda, es posible que plataformas como Airbnb estén llevándose algunos varapalos que no les tocan. Tras la aprobación del nuevo reglamento europeo, esto se aclarará más pronto que tarde, puesto que se vuelve obligatorio que las plataformas compartan información con la Agencia Tributaria y lleven un registro de las viviendas alquiladas y de los propietarios.

El objetivo principal de la normativa está claro: favorecer el acceso a la vivienda de primer uso en las ciudades (aunque Airbnb estima solo el 1,3 % de la oferta a alquiler turístico) y mantener un control algo más estricto del anfitrión: noches alquiladas, huéspedes, número de registros.

Airbnb lo tiene (más) difícil

En España, a partir de la alcaldía de Ada Colau en Barcelona (que, en 2021, prohibió el alquiler de habitaciónes privadas por menos de 31 días en la ciudad condal) o la prohibición de alquileres en edificios de apartamentos en Mallorca, Airbnb ha ido sumando dificultades.

A finales del año pasado, el Tribunal Supremo avaló también el veto a los pisos turísticos en dos comunidades de vecinos de Oviedo y San Sebastián, acogiéndose a que ya se impedía ejercer actividad económica.

No difiere de lo que está ocurriendo en Málaga, donde ya se han limitado las viviendas turísticas, exigiendo una entrada independiente, o en las Islas Canarias, donde el gobierno sigue lanzando medidas para limitar y regular estos alojamientos: mínima antigüedad, aumento de la disponibilidad del suelo, intercambio de datos...

Impacto en las ciudades 

Airbnb cuenta con siete millones de viviendas de alquiler en el mundo: dos millones de estos pisos y casas están en la Unión Europea. 

Se ha convertido en una alternativa asequible al turismo de hotel, pero choca, frontalmente, con las molestias a generadas a los vecinos y el limitado acceso a la vivienda en grandes ciudades y zonas turísticas. 

Además, pese a la lectura que el portal (Airbnb) hace de los datos, otros estudios independientes (When local business faded away: the uneven impact of Airbnb on the geography of economic activities) afirman que se ha modificado el tipo de actividad en muchos barrios madrileños. Todo indica que esta dinámica no se limita a la capital española, sino que se ha replicado por todo el territorio.

Por ello, los planes de Airbnb, según confirmó Brian Chesky, director ejecutivo de la compañía, a The Financial Times pasan por abrirse a nuevos mercados: alquiler de viviendas a largo plazo y de automóviles, por lo que, hasta cierto punto, puede confirmarse un cambio de rumbo.

¿Son todo malas noticias? En absoluto, zonas como el icónico camino del Santiago parecen haber podido integrar bien los Airbnb junto a las posadas y los hoteles, e incluso revitalizar algunos tramos de las rutas.

En 2022, se acogió un 50 % más de viajeros que el año anterior (más de 165.000 entre España y Portugal), entre 6.000 alojamientos que pertenecen a unos 3.900 anfitriones. Sin embargo, de nuevo, el panorama fuera de las ciudades y las zonas turísticas es muy diferente a las capitales.

Los grandes capitales dicen no

¿Y qué ocurre en estas grandes capitales? Ciudades como Nueva York o París, prácticamente han prohibido el alquiler turístico. 

En la Gran Manzana, se prohíbe el alquiler por menos de 30 días, si el propietario no está presente en la ciudad. Una normativa realmente severa, incluso comparada con otras ciudades que han regulado los pisos turísticos en EEUU, como Los Ángeles o San Francisco.

París también ha optado por la mano dura, multando a los alquileres de Airbnb que no cumplen el reglamento (principalmente, centrada en registros y control, un número máximo de días permitido y el alquiler de una segunda vivienda). La multa media es de más de 30.000 euros.

Todas las miradas de los partidarios de Airbnb están en los Juegos Olímpicos de 2024, pero las críticas no son pocas: se les señala como culpables de un encarecimiento de la vivienda permanente, así como de ruido, suciedad e incluso mayores riesgos en los barrios residenciales.

Los hoteles multiplican sus precios

Mientras tanto, los hoteles están iniciando una nueva edad de oro. En Nueva York, tras el veto a Airbnb, los precios se han disparado más de un 20 % desde noviembre del año pasado. 

En Vancouver (Canadá) llegan noticias similares, donde destaca el aumento del precio de los hoteles y menos reservas globales. Y todo indica que, en París, ocurrirá algo similar este 2024, si bien aquí puede no resultar fácil diferenciar qué parte le corresponde a los Juegos Olímpicos y qué a la carencia o las propias limitaciones de los Airbnb.

En cualquier caso, gana el local (mucho), pierden propietarios, viajeros y, por supuesto, plataformas como Airbnb (muchísimo). 

Nos queda preguntarnos qué preferimos: si una mayor flexibilidad, aunque vengan (de fuera) a dejarnos la casa manga por hombro, o restricciones y ciudades más tranquilas. Queda una tercera opción: tranquilidad aquí, opciones fuera (spoiler: el viajero puede que defienda lo contrario), pero ser ciudadano, también pasa por respetar a los demás en su propio hogar, aunque, a veces, algunas personas lo olviden. ¿Se encontrará un término medio?

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