En 2008, España se dio de bruces con de una de las mayores crisis económicas de su historia reciente. Marcada por el estallido de la burbuja inmobiliaria y una recesión global, el país vio cómo su economía entraba en un período de estancamiento que, según muestran los datos, se ha extendido durante dos décadas. O lo que es lo mismo: no hemos vuelto a ser los que éramos.
A falta de conocer los datos globales del presente año, en 2023 el PIB per cápita en términos reales siguió estando por debajo de los niveles alcanzados en 2008. Lo que plantea serias preguntas sobre el modelo económico del país y nuestra capacidad para generar crecimiento sostenido. La gran duda es, ¿se conseguirá alguna vez?
La burbuja inmobiliaria dañó a España como nunca antes
El inicio del siglo XXI estuvo marcado por un auge inmobiliario en España sin precedentes. Entre 1997 y 2007, el precio de la vivienda se triplicó, impulsado por una fácil disponibilidad de crédito y una demanda creciente.
La construcción se convirtió en uno de los motores principales de la economía, representando en su punto álgido cerca del 12% del PIB y empleando a más de 2,7 millones de personas.
Sin embargo, este crecimiento no era sostenible. Cuando la burbuja explotó en 2008, los precios de la vivienda cayeron drásticamente, dejando a millones de familias con hipotecas por encima del valor de sus propiedades.
Según datos del Banco de España, entre 2008 y 2013 el precio de la vivienda cayó un 35% en términos reales. Además, el sector de la construcción perdió más de 1.7 millones de empleos durante ese periodo.
El estallido de la burbuja inmobiliaria coincidió con una crisis financiera global, aumentando exponencialmente los problemas de España. Los bancos españoles, que habían financiado en gran medida el auge inmobiliario, enfrentaron enormes pérdidas. Algunos, incluso, no sobrevivieron.
En 2012, España solicitó un rescate financiero de 100.000 millones de euros a la Unión Europea para sanear su sistema bancario. Esto marcó un momento crítico en la economía del país, que vio su deuda pública dispararse del 35.8% del PIB en 2007 al 97.4% en 2013, según Eurostat.
El estancamiento del PIB per cápita
A pesar de las reformas económicas implementadas en la última década, el PIB per cápita de España en términos reales sigue sin recuperar los niveles de 2008. Según datos del Fondo Monetario Internacional, el PIB per cápita en 2023 se situó un 4% por debajo del nivel de 2008.
Este estancamiento contrasta con otros países europeos que también sufrieron la crisis, como Alemania o Francia, que lograron recuperar y superar sus niveles precrisis en menos de una década.
Un 2,43% por debajo de 2008 en términos reales si no me equivoco. ¿Llegaremos en 2024? https://t.co/K4p9QFLCHq
— Jon González (@Jongonzlz) December 18, 2024
El problema de España no se limita a la crisis de 2008; también refleja problemas estructurales de larga data en su economía. Por ejemplo, continua teniendo una de las tasas de desempleo más altas de Europa.
En 2013, alcanzó un pico del 26.1%, según Eurostat. Aunque ha disminuido desde entonces, sigue siendo significativamente alta, con un 12.4% al cierre de 2023. Este año, esa cifra ha caída casi dos puntos.
La economía española sigue dependiendo en gran medida de sectores como la construcción y el turismo, que tienen una productividad relativamente baja en comparación con sectores como la tecnología o la manufactura avanzada.
Y las regiones más ricas, como Cataluña y el País Vasco, tienen niveles de PIB per cápita significativamente superiores al promedio nacional, mientras que otras, como Extremadura y Andalucía, están muy por debajo. Una desigualdad que marca la economía global del país.
Otro factor que afecta el crecimiento del PIB per cápita es el envejecimiento de la población. La tasa de fertilidad en España es una de las más bajas de Europa, con 1.2 hijos por mujer en 2022, según el INE. Esto significa que la población activa está disminuyendo, lo que pone presión adicional sobre la economía.
En el contexto europeo, España se encuentra rezagada. Mientras que países como Alemania y los Países Bajos han logrado un crecimiento sostenido gracias a sus economías diversificadas y una fuerte inversión en I+D, España ha luchado por adaptarse a las nuevas realidades económicas. Por ejemplo, en 2023, el gasto en I+D representó solo el 1.41% del PIB en España, muy por debajo del promedio de la Unión Europea del 2.19%.
Y luego vino la pandemia de COVID-19
La pandemia de la COVID-19 en 2020 agravó los problemas existentes. El PIB español cayó un 11% en 2020, la mayor caída de la Unión Europea, según Eurostat. Aunque hubo una recuperación parcial en 2021 y 2022, los efectos a largo plazo, como el aumento de la deuda pública (que alcanzó el 120% del PIB en 2021), siguen siendo un desafío.
El futuro de España depende de su capacidad para abordar estos problemas estructurales y adaptarse a un entorno económico cambiante. La transición hacia una economía verde y digital, apoyada por los fondos Next Generation EU, representa una oportunidad para modernizar la economía y aumentar la productividad. Pero hay expertos que dudan aún de la efectividad y la realidad de los mismos.
Sin embargo, para evitar una tercera década perdida, qué duda cabe España necesita implementar reformas profundas. Algunas de ellas impopulares y poco electorales que ningún partido político se anima a poner en práctica.