Por su naturaleza de divisa, Bitcoin es un gran agujero fiscal, pero por lo que en el titular lo calificamos sin ambages como el agujero fiscal del siglo es porque, en caso de que no se regule de alguna manera, si acaba volviéndose mainstream como parece que va evolucionando, acabará siendo un agujero negro fiscal de proporciones descomunales: al igual que la luz que cae en la órbita gravitatoria de un agujero negro acaba por no poder salir de él y no la vemos, el dinero que cae en Bitcoin deja de ser fiscalizablemente visible para Hacienda. Por lo tanto, ya sabe, en el momento que su dinero traspasa el límite de este particular horizonte de sucesos, al menos en lo que a revalorización del propio Bitcoin se refiere, su dinero deja de tributar (por ahora).
Soy consciente de que llevo varios análisis alertando de ciertos riesgos relacionados con Bitcoin, y algunos de los más techies pueden estar pensando que tengo algo personal contra las crypto-divisas. Nada más lejos de la realidad. Un servidor se cuenta entre la comunidad techie más convencida, y soy un firme defensor del necesario y esencial papel catalizador de la tecnología en nuestro mundo del futuro. Pero también resulta obvio que Bitcoin nos ha adentrado en el terreno de lo desconocido para nuestras socioeconomías, y es por ello por lo que desde estas páginas debemos alertarles de que también conlleva (algunos) riesgos (potenciales). Una vez dicho esto, he de confesarles que las crypto-divisas me parecen un tema realmente apasionante, y que, de forma casi involuntaria (merced a Satoshi Nakamoto), estamos asistiendo a uno de los grandes experimentos económicos de todos los tiempos.
Las crypto-monedas son un molde (con agujeros) del futuro socioeconómico
Las crypto-divisas en general, y Bitcoin en concreto, tienen aún mucho que demostrar. Por el momento, estas monedas virtuales conllevan los riesgos expuestos hoy y en otros análisis, pero no es menos cierto que pueden ser la llave de un futuro económico que nos lleve a un mayor progreso: por ello, es nuestro deber dar forma a ese futuro para hacerlo socioeconómicamente sostenible, utilizando las crypto-monedas como un molde más de los que el progreso va poniendo a nuestro alcance.
El problema tiene su complicación, lo que me ha llevado a decidirme a escribirles este análisis de hoy. Y este problema es el mismo que si usted comprase por ejemplo dólares americanos, éstos se apreciasen considerablemente frente al Euro, y los pudiese usted utilizar para comprar con ellos libremente por toda Europa sin cambiarlos. Esto le permitiría gastar sus ganancias sin llegar a tributar por su revalorización frente al Euro, ni por las plusvalías que suponen en capacidad de compra para un consumidor en suelo (y domicilio fiscal) europeo.
Por su naturaleza de apreciación contínua, que se puede ver incluso acentuada cuando se alcance el número máximo posible de Bitcoins en circulación (21 millones por diseño de la crypto-moneda), en principio Bitcoin es una moneda inflacionaria en lo que se refiere a su propio valor. No obstante, de cara a los productos y servicios que compraremos con ella, el panorama económico que abre Bitcoin se asemeja a un entorno constante y (probablemente) fuertemente deflacionario, en el cual con los mismos Bitcoins cada vez puedes comprar más cosas.
Es un nuevo escenario monetario y económico que puede implicar consecuencias económicas muy relevantes. No hace falta que les saque a colación cómo, por ejemplo en Japón, con tasas deflacionarias insignificantes en comparación a la evolución meteórica de Bitcoin, la deflación ha resultado en el retraso de decisiones de compra y en un menor crecimiento económico: si usted va a pagar su coche en Bitcoins que ya tiene ahorrados, y el Bitcoin se revaloriza de forma importante mes a mes, cuanto más tarde en comparse usted el coche, (mucho) más barato le va a salir en términos de Bitcoins.
¿Es actualmente el ecosistema de Bitcoin un paraíso fiscal por su propia naturaleza?
¿Cómo tributa una revalorización de nuestra posible inversión en Bitcoins? ¿Y si no los vendemos? ¿Qué entidad nos envía una valoración acreditable de que tenemos activos por un valor de X para tributar en concepto de impuesto de patrimonio, y una revalorización de Y para el IRPF cuando todavía hay un debate incluso académico sobre si Bitcoin es un activo?
Uno puede invertir dinero en Bitcoin, tener por su revalorización un incremento patrimonial muy importante (denominado en Bitcoins), y si nunca lo cambia de vuelta a Euros, no tiene por qué tributar por ello con el marco fiscal actual. El hecho es que, sin embargo, con esos importes en Bitcoins (que no lo olvidemos: es una moneda virtual en circulación) puede disponer libremente de su dinero comprando en comercios y en internet, sin ninguna necesidad de cambiarlo de vuelta a Euros (que es cuando tributaría).
Es totalmente distinto al caso de por ejemplo unas acciones, donde para poder gastar ese dinero, primero hay que monetizarlas vendiéndolas, y en ese momento se tributa. No es de extrañar pues observar cómo por ejemplo en Madrid es habitual que las tiendas de lujo admitan Bitcoin como moneda de pago: coincide con las preferencias de pago de una parte no desdeñable de su clientela más "reservada". Y ya saben que cuando la Milla de Oro suena, agua lleva.
Una propuesta para la complicada cuestión: ¿Cómo debería tributar Bitcoin?
Según les tengo acostumbrados desde estas líneas, por propuestas no será, y una vez más trataré de aportar una solución a un nuevo rompecabezas. Una posible solución sería por ejemplo que, aunque sea por pequeños importes, los pagos en Bitcoins fuesen tratados fiscalmente exactamente igual que un reintegro de un fondo de inversión. Otra tema es la complejidad tecnológica por la carga computacional masiva que este modelo podría traer en el futuro, porque no sólo hay que procesar la tributación por cada micro-transacción (eso es lo de menos y puede ser hecho offline por ejemplo con periodicidad mensual), sino que además hay que hacerlo teniendo en cuenta la valoración de Bitcoin en cada preciso momento, máxime teniendo en cuenta la alta volatilidad de esta crypto-divisa y su ambición de moneda de uso generalizado y global.
Multipliquen estos cálculos por todas las transacciones y operaciones de compra-venta en comercios y de cualquier otro tipo por cada minuto, y además almacénenlo. Un sistema todavía más complejo al ya peliagudo supuesto escenario de que si de repente todas las transacciones de Visa, Mastercard, etc. se volviesen todas transacciones en divisa. Pregunten a cualquier emisora de tarjetas por el impacto que esto supondría para sus sistemas, y añadan que Bitcoin está llamada a reemplazarlas a todas ellas juntas.
Pero pese a los condicionantes técnicos, esta solución parece ser así la única que resultaría adecuada en todos los aspectos, puesto que es en cada instante de cotización cuando se deben hacer los cálculos de lo está gastando en un pago y a qué proporción de materialización de beneficios de revalorización de Bitcoin se corresponde, que al fin y al cabo es por lo que hay que tributar. No obstante, ello implicará una carga computacional masiva tanto para las emisoras de medios de pago o wallets denominados en Bitcoins, como para la red Bitcoin en sí misma, e incluso para el Ministerio de Hacienda mismo.
La hermética frontera actual entre Bitcoin y el mundo bancario tradicional
Otro de los factores asociados a Bitcoin que lo sitúa como un agujero negro dentro de nuestro actual modelo bancario, es su alejamiento del mundo mainstream, que sin embargo aspira a conquistar. Dicho alejamiento se debe a que el sector financiero aún no sabe muy bien cómo aproximarse a las crypto-monedas, sin despegarse de sus obligaciones legales (cumplimiento de normativas anti-lavado de dinero, etc.), y con unos mercados de negociación de monedas virtuales que están aún lejos de los estándares habitualmente exigidos a la industria y a los que el público en general está acostumbrado, ya de por sí algo receloso tras los varios casos de robo o quiebra de plataformas de negociación de Bitcoins.
Si bien también es cierto que debemos citar que ya hay prometedoras iniciativas que pretenden cubrir este nuevo hueco, abanderadas por reconocidos directivos del sector, según ya les incluí en un enlace en un post anterior con la siguiente noticia de Bloomberg.
Una vez más, urge legislar con ecuanimidad
Una vez expuesto este tema, supongo que estarán de acuerdo en que urge legislar a nivel mundial el tema de Bitcoin, pero claro, ya saben que la legislación siempre va por detrás, y hasta que el problema no se materialize en su forma más mainstream, no se hará nada al respecto. Y claro, esto supone un evidente problema de estabilidad jurídica que en algún momento puede perjudicar gravemente a los Bitcoiners y a la moneda en sí misma como proyecto. El riesgo es, ni más ni menos, que en esta ocasión el retraso legislativo puede hacer a la propia legislación inviable en sí misma: con la velocidad actual de progreso tecnológico y de adopción de nuevas tecnologías, puede ser que la legislación llegue demasiado tarde. De esta manera, la futura legislación puede acabar siendo tan disruptora como la propia moneda, con la gran inseguridad jurídica que podría acabar trayendo a una crypto-moneda que en ese momento probablemente ya será global y de uso más que generalizado.
A partir del momento en que la situación se vuelva insostenible, intentarán parar la gran bola de nieve en que se está convirtiendo la fiscalidad de Bitcoin, y esa gran bola de nieve puede acabar explotando en la cara de los reguladores mundiales (y de todos nosotros como usuarios). Llegados a ese punto de no retorno, la única opción viable para parchear de alguna manera este agujero fiscal del siglo parece que sería la de un socorrido "borrón y cuenta nueva". Pero claro, eso implica que muchos early-adopters de Bitcoin se habrán vuelto (literalmente) millonarios, y no habrán tributado ni un euro (Bitcoin) por ello: sin duda un agravio comparativo con respecto a los usuarios de monedas soberanas, o también con respecto a los últimos que lleguen a la crypto-moneda, que inevitablemente serán la mayoría.
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