
Cuando normalmente pensamos en George Foreman, la primera asociación que hacemos (sobre todo los aficionados al deporte) es situarlo como una de las mayores y más legendarias figuras del boxeo.
Popularidad a raudales, títulos mundiales, históricos knockouts, duelos emblemáticos con el no menos famoso Muhammad Ali… Sin embargo, las cuentas corrientes del boxeador guardan un suculento secreto: el origen de su fortuna más allá del cuadrilátero.
Foreman ha conquistado a los fanáticos del boxeo sí, pero también a los de los chuletones, los embutidos y las barbacoas caseras. Y es que su otro gran negocio es estar presente en las cocinas de millones de hogares gracias a su popular parrilla eléctrica. Un negocio que le ha otorgado una fortuna nada despreciable.
El boxeador de Texas, que cuenta actualmente con 76 años, ganó 200 millones de dólares al ofrecer su imagen a una parrilla eléctrica, una de las compras más populares en la teletienda americana.
No es la primera figura pública, ni será la última que se hace millonario vendiendo un producto que nada tiene que ver con su profesión. Por citar solo dos ejemplos, la actriz Jane Fonda se hizo de oro en los 80 con sus videos de gimnasia o más recientemente la compañía tecnológica OPPO fichó al futbolista del Barcelona de apenas 17 años, Lamine Yamal, como su nuevo embajador de marca.
El caso de Foreman es otro ejemplo de cómo los atletas o famosos de éxito en un determinado campo pueden seguir facturando-incluso después de haberse retirado- y tener éxito en un área completamente diferente a su actividad profesional.
Todo comenzó en los años noventa
En la década de 1990, la empresa Salton, un fabricante estadounidense de pequeños y grandes electrodomésticos para la cocina, buscaba una cara famosa para publicitar su nueva parrilla eléctrica doméstica.
Foreman, que en ese momento estaba en el proceso de regresar al boxeo después de varios años de inactividad, seguía siendo una cara reconocida y respetada para el gran público. Un hombre alto (mide 1.92 metros) y de aspecto afable y campechano.
Aunque hubo voces en la compañía que discreparon sobre la elección del boxeador, los directivos lo tenían claro: George Foreman era un tipo cercano y que generaba simpatía entre la audiencia. Éste aceptó y empezó una colaboración que cambió para siempre su cuenta corriente.
Un acuerdo más simple de lo que se cree
El acuerdo original que Salton ofreció a Foreman era bastante simple: se le daría un pago único bastante boyante y, además, se le pagaría una comisión por cada parrilla vendida. Sin embargo, lo que realmente ayudó a que la parrilla tuviese éxito fue el hecho de que una de sus partes llevase su nombre inscrito: Foreman Grill.
Parecía una idea sin importancia en ese momento, pero el consumidor respondió muy bien. La Foreman Grill era sinónimo de calidad. El boxeador salía en televisión y explicaba cómo funcionaba la parrilla, muy fácil de usar (básicamente era una parrilla enchufada a la corriente eléctrica sin más misterio) y se la recomendaba al espectador.
El anuncio también tenía otra lectura. Como deportista, Foreman cuidaba su dieta y la Foreman Grill prometía cocinar productos ricos y saludables, sin grasas. Grill conquistó el mercado y los teléfonos no dejaban de sonar pidiendo la nueva parrilla eléctrica de moda.
Un fenómeno más allá del cuadrilátero
Tal y como hizo en el cuadrilátero, Grill también conquisto al público desde un punto de vista comercial. Esta vez a base de ayudarles a cocinar ricos almuerzos y cenas. De hecho, en los primeros años se vendieron más de 100 millones de parrillas en todo el mundo.
Y ojo, el paso de los años no pasó factura a la famosa Foreman Grill. De hecho, siguió siendo uno de los electrodomésticos más populares en la década de 2010 y principios de 2020.
Salton, consciente del éxito continuado de uno de sus productos estrella, lanzó la parrilla en diferentes tamaños y opciones, desde más compactas para solteros hasta grandes parrillas para familias.
El producto también se granjeó buenas críticas. No solo se vendía, se aconsejaba entre amigos, aparecía en series de televisión y se convirtió en un regalo frecuente.
El propio boxeador ha admitido más de una vez que ha ganado más dinero con las parrillas que el que había amasado en toda su carrera como boxeador. Se calcula que Foreman ganó más de 300 millones de dólares con su colaboración con Salton.
Además, la la firma compró los derechos del uso exclusivo de su nombre, por lo que le pagó otros 137 millones de dólares en una sola operación. Y a día de hoy aún sigue recibiendo comisiones en ventas.
Lo curioso de todo es que el producto no tiene nada en especial, al menos desde el punto de vista tecnológico. Su atractivo era su propuesta de valor: era práctico, accesible y cumplía con la demanda creciente de una sociedad que busca alimentarse de forma saludable sin renunciar al sabor.
Para los abnegados del boxeo e incluso para las nuevas generaciones, sobre todo en EEUU, George Foreman no es el exitoso boxeador norteamericano de los 70. Si no el `grandullón´ amable de las parrillas eléctricas. Un fenómeno de marketing que, en parte, ha ayudado a comer más saludable a un país poco dado a ello.