Las noticias sobre natalidad son poco halagüeñas desde hace varias décadas, y todo indica que va a seguir sin haber razones para alegrarse. Más allá de la bajísima tasa de nacimientos en todo el mundo (con un declive poblacional que ya se ha vuelto global) y la existencia de muchas familias cuyo nivel de vida no les permite casi ni cuidar de una mascota en casa, se suma el hecho de que cada vez se forman menos parejas estables en Occidente.
Este es el dato que ha compartido Luis Garicano para el Financial Times, afirmando que la recisión de las relaciones es una tendencia global, con enormes picos en todo el mundo, con especial énfasis en Ásia y, por supuesto, también en Occidente.
Problemas de la "no convivencia"
Garicano apunta en su análisis que la caída de la fertilidad no se debe de forma directa a que las parejas tengan menos hijos, sino al número de parejas en sí. Dicho de otro modo, hay menos parejas estables, por lo que esto repercute en una menor tasa de natalidad.
En una publicación en X, antes Twitter, el economista ha mostrado gráficos comparativos que muestran tanto un declive en las relaciones de pareja jóvenes (entre los 25-34), como una correlación directa entre la tasa de fertilidad (TFR) y los matrimonios o relaciones que comparten hogar.
A global relationship recession: across the world, the drop in fertility is not due to less children per couple, but to a significant drop in the number of people in relationships.
— Luis Garicano 🇪🇺🇺🇦 (@lugaricano) January 11, 2025
Outstanding data story by @jburnmurdoch @ft pic.twitter.com/yGYEO726BW
En este sentido, en Occidente esto se ha reducido en más de un 20 % en solo tres décadas, lo que se traduce en mucha menos población total que convive en matrimonios o mantiene una relación estable bajo el mismo techo. ¿El resultado? Nos quedamos sin relevo generacional.
Según el Financial Times, "las relaciones de pareja no sólo se están volviendo menos comunes, sino cada vez más frágiles". Hoy día, es más común que las parejas finesas que se van a vivir juntas, se separen; lo raro es que tengan un hijo. Un cambio radical de la historia reciente.
Todo ello, se acompaña de unas tasas de fertilidad bajísimas, entre las que España se encuentra en posiciones menores (1,16), solo por encima de Malta (1,08) y rivalizando con la vecina Italia (1,26).
El gran problema es que esta tendencia no es el resultado de algo buscado, con un notable descenso en la formación de relaciones de pareja entre la gente de menores ingresos. Sin embargo, la tendencia es global: desde EEUU a Finlandia, pasando por Corea del Sur o Tailandia muestran una debacle en la natalidad.
Más smartphones, menos parejas
En Corea del Sur (tasa de natalidad: 0,71 y bajando), este fenómeno es tan exagerado que ni los gobiernos saben qué hacer para remediarlo. Todo apunta a una tendencia que se ha llegado a vincular con redes sociales, smartphones, el famoso FOMO (el miedo a perderse algo; el sopesar, a fondo, las posibles parejas) e incluso al auge y la promoción de valores liberales y el empoderamiento femenino.
En este sentido, desde el Financial Times, también se apuntaba cómo la caída en las parejas que conviven mantiene una correlación entre las zonas con el uso intenso de Internet, como Europa, el este de Asia y América Latina. Sin embargo, sigue habiendo voces disonantes que apuntan al qué fue antes, el huevo (no tener hijos) o la gallina (no mantener relaciones de pareja a largo plazo).
Los diferentes contextos, como el no ring, no baby (si no me caso, no voy a tener bebés) en Norteamérica, la adopción de piedras-mascota en la sociedad surcoreana cuyas mujeres se niegan a tener bebés, e incluso sexo, si me apuras, y un contexto español en el que, quien quiere, lo tiene mucho más difícil que hace veinte, treinta y cincuenta años muestran un mundo que se dirige más y más a la soltería.
Este no es lugar para hacer lecturas morales: un mundo con menos hijos, ¿es peor? ¿es mejor? Es diferente, y tiene implicaciones sociales, económicas y políticas importantes —como apuntaban, de nuevo, en el artículo que acompañaba los gráficos de Garicano—. Si no queremos esto, es momento de buscar la raíz del problema, y empezar a aplicar cambios, porque es hacia donde nos dirigimos.