Si eres autónomo y facturas menos de 2.500 euros al mes, ganarías más cobrando el salario mínimo en la caja de un supermercado

Si eres autónomo y facturas menos de 2.500 euros al mes, ganarías más cobrando el salario mínimo en la caja de un supermercado
Sin comentarios

Ser autónomo tiene ventajas indiscutibles, como la flexibilidad para gestionar tu tiempo y la posibilidad de trabajar en lo que te apasiona. Sin embargo, también implica enfrentar una serie de costes fijos y variables que pueden hacer que tus ingresos netos sean mucho menores de lo esperado.

Con la fiscalidad actual y las cuotas por tramos, que empezaron a regir el sistema para los trabajadores por cuenta propia en 2023, esto se ha vuelto especialmente relevante. Como ejemplo, te traemos un acertijo que pone a prueba el sentido común: si tus ingresos brutos no superan los 2.500 euros al mes, ¿es más rentable ser autónomo o trabajar cobrando el salario mínimo en un supermercado?

Los números no mienten

Probablemente, a no ser que lleves media vida como trabajador por cuenta propia, habrás pifiado la respuesta, y es que, aunque suene difícil de creer, sacarás un ingreso mayor en un supermercado cobrando el SMI.

Imaginemos el caso de un autónomo que logra facturar 2.500 euros al mes. En paralelo, un trabajador en nómina recibe un sueldo neto de 1.323 euros (12 pagas) por trabajar como reponedor en el supermercado. En este caso, como mínimo, la ley exige tener un salario bruto de 1.588 euros al mes, suponiendo una retención de IRPF del 15 %. Un sueldo neto que ya tiene presente impuestos y Seguridad Social en el cálculo.

En cambio, el autónomo debe considerar varios factores adicionales, como su cuota a la Seguridad Social, los impuestos sobre la Renta y los gastos deducibles relacionados con su actividad económica. Amén de otros trámites burocráticos que habrá que tener en cuenta (cambios en el tramo de cotización, presentación de impuestos, etcétera). 

Así, para que un trabajador por cuenta propia obtenga una ganancia mensual igual o superior a los 1.350 euros netos, pueden haber múltiples escenarios, pero nos vamos a centrar en aquel más habitual.

En este caso, asumimos que el profesional que factura 2.500 euros tiene unos gastos deducibles del 20 % de sus ingresos brutos (como materiales, herramientas y las cuotas de autónomo) y que paga una cuota mensual de, aproximadamente, 350 euros (en el tramo correspondiente a ingresos netos de entre 1.700 y 1.850 euros).

Después de realizar este cálculo, un autónomo se topa de bruces con la necesidad de facturar más de 2.500 brutos cada mes para igualar un rendimiento neto igual al trabajador,: contando unos 500 euros de costes deducibles, su rendimiento neto sería de 2.000 euros; a su vez, hay que tener presente la cuota de autónomos (350 euros) y el IRPF estimado (300 euros). ¿Su ingreso neto? Sería de 1.350 euros.

El problema de fondo

Con estas cifras de facturación, si bien se alcanza un SMI, también se observa la carga económica que supone mantener una actividad autónoma con ingresos moderados, la cual suele resultar poco viable si, en 2025, no se puede ingresar para llegar, al menos, hasta los tramos intermedios de cotización.

Como nota extra, que tiene mucha relación con todos los datos aquí presentados: el esfuerzo económico de los tramos bajos es inversamente proporcional a sus ganancias. Un escenario que la reforma de Escrivá no ha conseguido solucionar, pese a reducir progresivamente las cuotas de los tramos iniciales (en 2025, mínimos de 200 euros) y subiendo, lentamente, las de los profesionales con ingresos mayores (el máximo actual: 590 euros). 

¿El problema? Estos cambios progresivos siguen cargando gran parte del esfuerzo en los autónomos de menores ingresos.

No todo es sueldo

El salario mínimo interprofesional está situado en 15.876 euros, en 12 o 14 pagas, lo que supone 1.323 euros en 12 pagas, tras la subida del 5 % aplicada el año pasado.

Además del salario, los empleados por cuenta ajena disfrutan de una serie de beneficios adicionales que no están disponibles para los autónomos: vacaciones pagadas, prestaciones sociales que cubren bajas laborales y acceso al subsidio de desempleo, así como la estabilidad en los ingresos, independientemente de las fluctuaciones en la demanda o de posibles retrasos en los pagos por parte de clientes.

De este modo, aunque el ingreso neto de un empleado pueda ser ligeramente inferior al de un autónomo, la seguridad y los beneficios adicionales lo convierten en una opción atractiva para aquellos trabajadores que priorizan la estabilidad. Por descontado, hay factores intangibles que también deben tenerse en cuenta: un autónomo, en teoría, tendrá una mayor libertad, difícil de alcanzar en empleos por cuenta ajena.

Libertad, ¿o estrés financiero?

Sin embargo, esa libertad a menudo se traduce o viene acompañada de una mayor incertidumbre económica. Trabajar en un supermercado jamás permitirá un repunte de los ingresos o permitirse una semana de vacaciones cuando se nos antoje (algo que pocos autónomos pueden permitirse, siendo sinceros), pero reducirá notablemente nuestro estrés financiero.

También es crucial considerar la viabilidad de tu actividad como autónomo. Si tus ingresos actuales son insuficientes para cubrir tus necesidades básicas y crear un margen de ahorro, podría ser el momento de evaluar si el modelo de autónomo es sostenible a largo plazo. 

Por último, un autónomo necesita generar unos ingresos mensuales significativamente mayores que un asalariado para igualar el mismo sueldo neto, por lo que resulta poco viable trabajar como autónomo a jornada completa por un sueldo mínimo.

Esto preocupa, mucho. Según la AEAT, aproximadamente dos tercios de los autónomos en España declararon rendimientos netos inferiores al Salario Mínimo Interprofesional (SMI) vigente en 2019. Una situación que no ha cambiado, cuando dos millones de trabajadores por cuenta propia siguen obteniendo ingresos inferiores al SMI: ocurría en 2022; todo indica que seguirá sucediendo en 2025.

Foto 1: Flickr

Temas
Inicio