Exuberancia irracional es un término acuñado por Alan Greenspan, Presidente de la Reserva Federal, en 1996 en su discurso "El desafío de la banca central en una sociedad democrática" en el que abordaba la reciente burbuja tecnológica. Con ello, se refería es un optimismo de mercado infundado que carece de una base real de valoración fundamental, sino que se basa en factores psicológicos.
Y, en nuestros días, nos encontramos en una situación muy parecida. Dadas valoraciones existentes en la bolsa estadounidense se podría asumir el calificativo de burbuja bursátil. Y, en esta ocasión y tal como sucedió a finales de los noventa, el sector tecnológico alcanza un papel protagonista, la exuberancia irracional ha regresado.
Pensemos un momento en el año 2020, los beneficios de las empresas que cotizan en bolsa cayeron alrededor de un 15% en 2020 (a principios de año se esperaba un crecimiento del 10%). A pesar de esa gran pérdida de beneficios, el selectivo global MSCI World Index subió un 18%. Ni warren Buffet se fía de la actual situación.
La segunda mayor burbuja de la historia
Una burbuja bursátil viene dada cuando hay un notable desajuste entre la valoración fundamental de las acciones y las cotizaciones existentes. Por ello, para identificarlas se tienden a utilizar las ratios de valoración que tienden a conjugar una variable de la empresa y otra referida a su cotización la cotización.
Si atendemos a las ratios de valoración, podemos concluir que nos encontramos en un escenario de altísima sobrevaloración. Por ejemplo, el indicador CAPE o PER de Shiller que relaciona las cotizaciones de la bolsa americana frente al promedio de los beneficios de los últimos diez años ajustados a la inflación, nos marca unos niveles de 35,44 veces.
Es decir, a beneficios promedios constantes, necesitaríamos cerca de 36 años para recuperar la inversión realizada en la bolsa americana. Para darle una interpretación más extensa a las valoraciones actuales pensemos que este indicador ha promediado una media de 16,78 veces desde 1870.
Se recrudece el análisis cuando comparamos los niveles actuales con las grandes burbujas históricas. Tanto en el año 1929 como en 2007 las valoraciones no superaron el registro de 30 veces. Y la mayor burbuja de todos los tiempos, la fraguada en el año 2000 con los valores tecnológicos, nos ofreció niveles máximos de 44,19 veces. Son de gran relevancia estas burbujas pues la caída desde máximos superó el 50%.
Pero para tener una visión más amplia hay que integrar otras ratios de valoración de índices bursátiles...
La relación cotización/valor contable se estima en función del precio actual del mercado y el valor contable de las empresas del S&P 500. En la actualidad nos ofrece unos niveles de 4,24 veces (la media histórica es de 2,85 veces) y los máximos alcanzados en la burbuja punto.com fueron de 5,06 veces.
El crecimiento de los dividendos del S&P500 se encuentra en el 0,07%, una lectura en descenso y especialmente baja, propia de finales de mercados alcistas, con el pie en el mercado bajista.
La ratio cotización/ventas alcanza niveles de 2,87 veces, por encima de los niveles vistos en la burbuja punto.com.
Dadas las valoraciones reflejadas en las diferentes ratios, podemos concluir que se trata de una burbuja bursátil, con pocos antecedentes. Pero ¿dónde se concentra esta especial sobrevaloración en la bolsa estadounidense? Si analizamos más detenidamente la composición de los valores, vemos que las empresas growth (crecimiento) sobresalen y marcan distancias frente a las empresas value (valor).
Y ¿qué sector es el que lidera los valores de crecimiento? el tecnológico. Es más, en el pico de la burbuja de las punto.com, las acciones tecnológicas constituían el 35% del S&P500. Ahora, las acciones del sector tecnológico pesan un 37%. A pesar de esta ponderación tan alta sobre el índice, lo cierto es que la valoración del Nasdaq 100, la bolsa tecnológica, es de 40 veces beneficios, mientras que en el pico de las punto.com llegaron a más de 100 veces.
El paralelismo es asombroso en otros aspectos, cuando hablamos de sobrevaloraciones específicas, y tenemos casos que llaman poderosamente la atención. El más impactante, sin duda, es el vertiginoso ascenso de empresas como Tesla que nos demuestra que muchos inversores están dispuestos a dejar de lado las dudas sobre los modelos de negocio para apostar por la promesa de innovación en energía, sanidad, robótica e inteligencia artificial.
Tesla vale más del doble que las dos compañías que venden, la mayoría de los autos reales: Volkswagen y Toyota, cuyas capitalizaciones de mercado son de 102.000 millones y 213.000 millones de dólares respectivamente. Tesla entregó 499.550 vehículos el año pasado. En comparación, Toyota vendió 8,5 millones de vehículos hasta noviembre y Volkswagen vendió 8,3 millones.
Coincide también un entorno en el que las Ofertas Públicas de Ventas (OPV) hacían volar a empresas no rentables. El último hecho notorio en esta burbuja la vimos a principios de diciembre, la plataforma de vacaciones online Airbnb salió a bolsa a un precio fijado de 68 dólares y hoy la tenemos a 200 dólares. Ni tres meses para triplicar su precio y sin un histórico de beneficios. Con la pandemia, sus ingresos cayeron 32% a 2.500 millones de dólares en los primeros nueve meses.