A la espera de la cita del G-20 que se producirá este fin de semana y sobre la cual estaremos informando, hay un tema que debe inquietar en virtud a la contundente oferta monetaria que estamos presenciando a ambos lados del Atlántico y que constituye algo inédito para la generación de inflación. De ahí la pregunta clave: ¿quien ganó con el control de la inflación?
Es probable que vivamos los últimos estertores del Modelo Económico Neoliberal tal y como fue implantado hace 30 años. Y la paradoja es que la caída de este modelo será producto de su propia génesis: el control de la inflación y de la masa monetaria.
El Marco Monetario de Milton Friedman (Monetary Framework, 1963) es una variante de la Teoría Cuantitativa del Dinero (TQM) desarrollada por David Hume en 1750. Según la TQM todo incremento de los precios se debe al aumento en la cantidad de dinero. La reelaboración de Friedman de este concepto le llevó a plantear una solución para resolver los problemas inflacionarios de los años 60 y 70 a partir del control de la cantidad de dinero necesaria en la economía.
¿Por qué preocupaba tanto la inflación? Durante años se vendió el discurso de que la inflación es el mayor de todos los males. Gregory Mankiw habla incluso de los “costos de menú”, que es el costo asociado a cambiar los precios en las tiendas, en los menú de los restaurantes y almacenes. Y es cierto que las alzas en los precios son un mal, una lacra social. Pero no es la única. Ni tampoco la más importante.
El incremento de los precios afecta a quienes viven de un sueldo fijo, pues se les reduce su poder adquisitivo. Pero, ¿y qué pasa si pierde el empleo? Ahí se queda con cero poder adquisitivo. Por eso no puede ser el único factor a tomar en cuenta. Y ahí está la trampa.
Cuando los precios están fijos (con inflación anual en torno al 2% o 3%) se programan a largo plazo no sólo las decisiones de consumo, sino también las decisiones de producción e inversión, incluyendo las inversiones especulativas que han provocado la crisis. Los precios actúan como un ancla nominal que marca la pauta de las decisiones económicas: si los precios aumentan, el banco central sube la tasa de interés encareciendo el crédito y el consumo. Al disminuir el crédito, disminuye la inversión y las compras a mediano y largo plazo; al bajar el consumo, las empresas producen menos, disminuyen su producción y, por cierto, su planta de empleo.
Casualmente quienes se benefician con el incremento en la tasa de interés son los propietarios del capital. Cada vez que el Banco Central eleva la tasa de interés genera beneficios a los poseedores de dinero: bancos, capitalistas, inversionistas. Es decir, los dueños del capital no resienten un incremento en la tasa de interés. Más aún, siempre, con precios fijos (que incluyen el salario) el capitalista podrá calcular qué le conviene más: si la simple ganancia de la renta o las ganancias de un proyecto de inversión. En síntesis, la política monetaria sólo consigue mantener los precios a costa de disminuir la actividad económica, el empleo y la inversión. Pero establece las decisiones de ganancia del capital en virtud a operar con el dato de que una variable crucial estará acotada: los precios.
Como hemos visto este último año en el cual muchos premios Nobel se han derrumbado con sus propuestas, la Economía funciona en forma bastante azarosa. Es como el chiste de aquel médico, a la salida del quirófano, cuando le preguntan por la operación: “Magnífica. Ha sido una intervención perfecta. Lástima que el enfermo haya muerto”. Las políticas neoliberales han hecho lo mismo: se han preocupado del control de precios a costa de estrangular la economía. Y por cierto, no les preocupa que haya más desempleo: a la hora de negociar tendrán al trabajador dispuesto a hacerlo por el salario mínimo. El control de la inflación ha sido la trampa del modelo económico vigente. Y como muestra de ello, basta revisar los datos de la distribución del ingreso en todos los países que han seguido la norma: en todos se ha ampliado la brecha entre ricos y pobres, por el cuidado de los precios.
Esta es una tesis que, por cierto, debe entrar al debate en la próxima reunión del G-20: ¿Qué es lo más importante: cuidar el empleo, o cuidar los precios? Al respecto, un leve recordatorio sobre las políticas previas al alzamiento del modelo neoliberal: entre los años 1940 y 1970 hubo fuertes alzas en la inflación, pero el desempleo y el endeudamiento estaban bajo control, y también fue el período de mayor equidad social. Al intentar controlar la variable precios aumentó el desempleo y el endeudamiento masivo. Este debe ser, por cierto, un tema para el debate.
En El Blog Salmón | El adiós a la contrarrevolución monetarista
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