Fueron los movimientos antiglobalización los que recogieron las propuestas dictadas por la Tasa Tobin, convirtiéndola en el símbolo de la lucha contra el libre comercio. Sin embargo, la paradoja radica en ese reconocimiento, que como comentó el propio James Tobin, “el aplauso más sonoro proviene del lado equivocado“. Poniéndonos en situación, recordemos que en 1972, durante un coloquio, este universitario keynesiano, poco después de que la administración Nixon sacará a los Estados Unidos del sistema de Bretton Woods, sugirió un nuevo sistema para la estabilidad internacional de las divisas, imponiendo una penalización a las mismas.
Lo curioso es que con la que ha estado cayendo en los mercados financieros, la tasa Tobin ha cobrado de nuevo actualidad como una herramienta para controlar esos mercados, que desmadrados por la especulación, buscan incorporar controles a los movimientos de capital. En esencia, cuando el concepto fue definido, la tasa Tobin consistía en un impuesto especial sobre cada una de las transacciones financieras, especulativas, en las operaciones de cambio de divisas.
Lo que James Tobin proponía en realidad era una tasa impositiva de entre un 0,1% – 0,25% sobre el importe de la transacción realizada. El objetivo era desestimular el flujo de capitales para operaciones a muy corto plazo. La tasa perseguía contrarrestar la ganancia obtenida, que en este tipo de operaciones siempre es muy reducida. En palabras del propio Tobin, “echar arena al aceitado mecanismo de las especulaciones que hacen viaje de ida y vuelta en días o pocas semanas“. Claramente la cabeza se nos va directa a los instrumentos financieros complejos, de alto riesgo y alta volatilidad (hipotecas subprime). ¿Y por qué? Simplemente porque la ganancia real en este tipo de operaciones se consigue por la velocidad a la que se mueve el capital en cuestión. Como son varias las personas o entidades que están implicadas en estas operaciones especuladoras, hasta el punto de realizar varias operaciones en el día. Al tener que pagar la tasa Tobin por cada una de las operaciones realizadas, los intermediarios se pensarían mucho llevar a cabo esos movimientos cortoplacistas, principalmente por el hecho de que sería complicado obtener algún tipo de ganancia. Si el movimiento es a un año, la operación no se vería afectada por ningún tipo de imposición, no estaríamos ante algo próximo al riesgo.
Si nos referimos a más de un año en el tiempo, la idea que se buscaba con la tasa Tobin, nada tenía que ver con el control de los mercados que ahora se buscaría, poner un freno al tráfico de cambio de divisas, sino que con lo recaudado se pensaba en una forma de reducir la pobreza (que en realidad es más un problema de producción que de distribución de la riqueza). De ahí el interés del movimiento antiglobalización para financiar sus proyectos con los que mejorar el mundo, y por buscarle una salida a esta recaudación. Pero como comentamos, éste no era el aspecto importante de la tasa.
Ahí fue donde los liberales se mostraron poco conformes a la aplicación de la idea de James Tobin, más cuando obstaculizaba el libre comercio. Lo cierto es que uno de los problemas, al no verse adaptadas estas medidas por todos los países, vendría por el lado de los intermediarios financieros, que se encargarían de buscar los recovecos del sistema y los lugares exentos a este control, para realizar rápidos y cortos movimientos de capital con los que sacar un beneficio (¿os suena la historia?). No sólo hay esta trampa, también nos encontraríamos con la dificultad de definir qué tipo de capital se podría considerar productivo o entraría dentro de lo que se podría considerar como especulativo (pese a que definamos a ésta como el ejercicio de cualquier tipo de actividad económica cuyo objeto es solo la obtención de ganancias, sin mediar el aporte de algún producto o servicio que incremente la riqueza de la sociedad). Transformar unos en otros sería fácil para los inversores, con lo que se saltarían la regla base de la tasa Tobin. Y además, dado que muchos países pobres tienen sus monedas ligadas al dólar, cuando entrase en juego el cambio del capital al euro para pasarlo al dólar y a la moneda del país en cuestión, estas operaciones se verían sometidas a un doble gravamen.
Es difícil calibrar si la tasa Tobin hubiera evitado la crisis, sí es probable que la hubiese amortiguado, pero requiere de una serie de variables vitales para haberla aplicado: los países y sus intereses. Mientras había dinero nadie pensaba en las dificultades, y sin embargo, el mismo problema que se está viviendo ahora sucedió a principios de los años 70, que fue donde Tobin dio su alternativa, hasta lograr el Premio Nobel en 1981, pero no principalmente por la tasa por la que sí se ha terminado haciendo famoso.
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