Este es el post con mi última reseña literaria del mes de octubre. Toca hoy un libro fácil incluso podríamos decir que facilón, El ladrón de céntimos de Christophe Paul, una novela de consumo que podríamos denominar como thriller financiero (para que nos entendamos compartiría genero con El índice del miedo, de Robert Harris, ya comentada en su momento).
La historia se desarrolla en París, siendo su protagonista principal Henry Pichon, un informatico de un importante banco francés que parece llevar una vida tranquila. Y digo parece ya que la premisa con la que obra se publicita logrará cualquier cosa menos mantener la intriga: ¿y si alguien estuviese robando un banco céntimo a céntimo?
Cualquiera con unos cuantos años a sus espaldas, que recuerde el desembarco masivo de la informática en las empresas y en las finanzas, es darle esas pistas y tener claro cómo funciona el asunto, quién y cómo está desvalijando la entidad financiera. Así que vamos a ir un poco más allá del escaso suspense de partida de la obra y ver aquellos aspectos más destacable desde la óptica empresarial, financiera o económica.
- Henry Pichon es una muestra excelente del defraudador profesional de largo recorrido, de aquel con amplios conocimientos técnicos, ferré determinación disciplina y nada dado a la extravagancia o los lujos que les delaten. Sólo aquellos de ese tipo pueden aspirar a una larga carrera delincuencial hasta que el asunto estalla.
- Los defraudadores, los creadores de Bancos paralelos, de sistemas de fraude organizado, son trabajadores incansables, ya que manejan una suerte de numero circense de platos que giran y que deben mantener en movimiento, y todo ello sin la presencia de extraños que se introduzcan en sus dominios. Así lo era Pepe el del Popular, o Madoff o el protagonista de esta obra, y por ello no pueden permitirse el lujo de coger largas vacaciones, ni bajas, ni....
- Como en cualquier actividad empresarial hay dos maneras de hacer negocio en el fraude, por margen o por rotación. En el caso de la primera se trata de golpes muy fuertes y rápidos, en el caso de la segunda se trata de limar cantidades muy pequeñas, cuasi despreciables, que pasen inadvertidas en el mar de los grandes números. Yo soy de los más segundos, de los corredores de fondo tipo Madoff.
- Por cierto, que ese limar el canto a las monedas del banco en sentido figurado es algo muy propio de muchos bancos con respecto a sus propios clientes. Me refiero al cobro indiscriminado de comisiones, incluso algunas conscientemente erróneas, bajo la certeza de que sólo un porcentaje serán reclamadas.
- La obra apunta, aunque no termina de desarrollar la corrupción institucional, la propia de los altos ejecutivos del sistema financiero, si bien no acaba de construir un mensaje sólido respecto de la misma.
- Es cierto que las entidades financieras y las grandes empresas en general, como ocurre en la obra, tienen políticas de suma discreción respecto a estos caso o incluso a los robos puros y duros, y tiene sentido: mostrar vulnerabilidad es una invitación a que otros lo intenten. Ahora bien, me pregunto hasta qué punto es ético con respecto a sus clientes, proveedores, empleados,...el ocultar este tipo de casos. ¿No tienen derecho a saber?
- La parte que se desarrolla a través de los paraísos fiscales es también otra de las que cojea. Acumular grandes cifras en los mismos sin levantar la liebre es sumamente complicado.
En definitiva, para pasar el rato no esta mal, pero no da para mucho más.
El Blog Salmón | Una explicación sencilla al escándalo Madoff
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