La pasada navidad, a la Sra. Nudista se le ocurrió la idea de crear un álbum de fotos para regalarlo a los abuelos.
Me pareció una buena iniciativa.
Como guardamos las fotos en Google Fotos, le dije que lo más sencillo sería comprar lo que Google llama un “Libro de fotos”. Solo había que seleccionar 40 o 50 fotos de la librería, elegir el tipo de álbum que queríamos, pagarlo y esperar a que llegara a casa.
- Tiempo estimado de trabajo: 30 minutos.
- Plazo de envío: 72 horas.
Un plan sin fisuras, pero… recibí un “NO” por respuesta.
Mi mujer quería hacer algo “más especial”, “más íntimo”, “más bonito”, “más cuqui”, “más…”.
Me propuso lo siguiente:
- Comprar un álbum “de los de toda la vida” en alguna tienda “ñoña”.
- Personalizarlo con manualidades.
- Imprimir las fotos en una imprenta.
- Convocar una asamblea familiar en la que nuestros hijos bailarían alrededor de la hoguera y pegarían las fotos en el álbum. (Lo de la hoguera era coña, creo.)
De esta forma, los abuelos recibirían un álbum único, singular, exclusivo y cien por cien personalizado por sus nietos.
Todo en orden.
O no.
A mí ese plan me olía a complicaciones desde el minuto uno… A calentamientos de cabeza, a enredos, a peleas con los niños, a muchas horas de trabajo... Así que voté NO, pero como ella votó SÍ, pues ganó el Sí.
Bien.
A los pocos días de la votación (y después de que mi mujer se hubiese recorrido varias tiendas de antigüedades, otras tantas de fotografía y algún que otro bazar chino), la Sra Nudista renunció a su plan y reconoció que lo más práctico era comprar “el puto álbum ese” en Google Fotos.
Moraleja:
Hecho mejor que perfecto.
Hoy te hablaré de ello.
La perfección es asfixiante. Pasa de ella
Tengo un defecto del que la gente suele presumir, pero que yo aborrezco: soy extremadamente perfeccionista con los detalles.
Durante años, todo lo que hacía en mi vida tenía que ser perfecto (o aproximarse mucho). Como mínimo, de 9,75 de nota final. Si no, no lo hacía, o lo rehacía tantas veces como fuera necesario hasta llegar al dichoso 9,75.
Luego tuve dos críos y se me quitó la tontería de la cabeza.
Verás.
En este mundo loco en el que nos ha tocado vivir, en el que todo transcurre taaaan rápido, pretender hacer las cosas perfectas tiene dos consecuencias:
- En tu búsqueda del santo grial de la perfección, la parálisis por análisis te impide avanzar, por lo que acabas no haciendo nada. Pretendiendo alcanzar el 9,75, no llegas ni al 1.
- Asumes un coste de oportunidad tremendo: estás tan cegado por el 9,75 que no ves venir otras oportunidades inesperadas que te presenta la vida. Tu opcionalidad se ve seriamente perjudicada.
Por eso, desde hace algunos años soy un fiel defensor de la religión del “hecho mejor que perfecto”.
Ya no quiero un 9,75. Si lo consigo, cojonudo; pero si no lo consigo, no pasa nada. Que se joda la perfección. Mi objetivo es aspirar al 8,75, una nota alta pero mucho menos asfixiante.
Y trato de aplicar esta teoría a todas las facetas de mi vida.
Te pongo algunos ejemplos:
1. Mi economía familiar
Controlar una economía doméstica se resume en saber cuánto ganas, cuánto gastas y cómo evolucionan tus inversiones. Solo con esto ya tienes bajo control el pasado, el presente y el futuro de tu dinero.
Para lograrlo, yo uso dos herramientas que ya conoces: Money Pro para apuntar manualmente los gastos (e ingresos) diarios y un Coda en el que una vez al mes hago el resumen contable.
Las categorías de ingresos y gastos que uso para mi contabilidad personal también las conoces. Son muy sencillas de entender y se adaptan a mi estilo de vida.
A esta forma de controlar mis finanzas le pongo una nota de 9, tirando para 9,25.
¿Este método es susceptible de mejora?
Por supuesto que sí.
Podría añadir categorías y subcategorías extras, calcular las tasas de crecimiento de los distintos ingresos y gastos, hacer gráficas comparativas con líneas, columnas y mierdas visuales de todos los colores, volcar los datos a alguna aplicación de contabilidad o de inversión y un largo etcétera.
Si te aburres y no tienes nada mejor que hacer, las posibilidades son infinitas.
Pero yo paso.
Tratar de subir 0,5 puntos adicionales (hasta el 9,5 o 9,75) me da una tremenda pereza porque me supone un trabajo extra que no me merece la pena.
Soy de la opinión de que, a la hora de controlar tu dinero, no es importante que el control sea perfecto, pero es fundamental que esté hecho.
2. Mis inversiones
Con las inversiones te puedes complicar la vida hasta el infinito y muchísimo más allá tratando de alcanzar la perfección.
Yo lo tengo claro: mis conocimientos y, sobre todo, mi tiempo, son muy limitados.
Ni puedo ni quiero ni me apetece tratar de adivinar cuál será la próxima acción o la próxima criptomoneda que se dispare hacia la estratosfera.
Tendría que hacer análisis, leer mucho, estudiar empresas y, en resumen, dedicarle muchas horas… Y tampoco me merece la pena. Tengo otras prioridades.
Mi solución a este quebradero de cabeza es más que conocida:
Combino fondos indexados con algunos fondos de gestores brillantes cuyos conocimientos sobre los mercados financieros están años luz por encima de los míos. Y hago DCA a Bitcoin.
Con esto no me acerco al 9,75 ni de puta coña, pero tampoco lo pretengo. Ahora bien, el 8,75 lo tengo garantizado.
Hecho mejor que perfecto, recuerda.
Piénsalo.
La mayoría de la gente que quiere invertir se paraliza por miedo. Quieren hacer todos los deberes antes de empezar. Entender el mundo bursátil con pelos y señales. Estar cien por cien seguros. Apostar al caballo ganador.
El resultado es que sufren una terrible parálisis por análisis y no se atreven a invertir nunca.
Se leen un libro, luego otro, y otro, después empiezan a seguir un blog, ahora un podcast, otro libro, otro podcast, un gurú, ahora un mentor…
Pasan los días, los meses, los años… ¿y qué pasa?
Pues que no invierten nunca. Pretenden ser inversores de 9,75 antes siquiera de empezar, pero la realidad es que nunca empiezan a invertir.
Se quedan en el 0.
3. Mis negocios
Jugar a tener ideas de negocio no es suficiente; es quedarse en la superficie. Las ideas hay que ejecutarlas. Pocoyo y Eli tienen más iniciativa.
Conozco a personas que llevan años hablando de “ideas de negocio para hacerse ricos”, “proyectos online con los que dejar el trabajo”... pero hacen entre poco y nada por avanzar.
¿Mi opinión?
Si quieres poner en marcha un negocio y ganar pasta con él, el mayor error que puedes cometer es el de no empezar.
Olvídate de crear una web perfecta, con testimonios de diez amigos imaginarios, bonitos iconos, fotografías profesionales… Son detalles insignificantes que solo alimentan tu ego y que te impiden avanzar.
Mira:
- Crear una newsletter en Substack son 15 minutos.
- Una landing guarra en Webflow la montas en una tarde, si es tu primera vez, o en 45 minutos, si ya lo has hecho antes.
- Tu currículum online en un Linktree son 3 minutos.
Y así todo.
Salvo que pretendas convertirte en una startup cambiavidas, un proyecto humilde con el que validar una idea de negocio se monta en un fin de semana. Y te sobra la tarde del domingo.
Me atrevería a decir que, en este caso, ni siquiera es necesario llegar al 8,75. Con un 6,5 de nota vas más que de sobra para testear tu idea.
Ya tendrás tiempo en el futuro de pivotar, de mejorar la usabilidad de la web, de perfeccionar el diseño, de implementar mejoras, de hacerlo bonito… y de ir subiendo tu nota.
Es mucho más importante empezar. Hazlo cutre, pero hazlo.
Hecho mejor que perfecto
“Hecho mejor que perfecto” es un mantra que aplica a todas las facetas de la vida, desde la salud hasta el deporte pasando por las relaciones personales o… ¿el sexo?
No, el sexo creo que no. Pero casi.
Piénsalo.
¿Quieres ponerte en forma y tener un cuerpo precioso para que todos, todas y todes te miren en la playa?
A lo mejor deberías empezar por…
- Comer menos mierda azucarada.
- Caminar una hora al día todos los días
- Correr 30 minutos el sábado.
- Hacer ejercicios de fuerza dos o tres veces por semana.
No sé.
Si tu físico es de 4 y quieres llegar a 9,75, tendrás que ir mejorando poco a poco. No te acostarás gordo y te despertarás con unas abdominales perfectas. Algo así es imposible.
Con las relaciones personales, más de lo mismo.
¿Estás hasta las pelotas de trabajar y te gustaría pasar más tiempo con tus hijos pero “no tienes tiempo?
A lo mejor deberías empezar por…
- Llevarlos al parque los domingos por la mañana.
- Jugar 20 minutos con ellos cada noche antes de dormir.
- Meterte con ellos en la bañera.
- Dedicar 10 minutos al día a hacer dibujos juntos.
No intentes ser un padre de 9,75 porque igual la cagas y te quedas en el 5. Los pequeños detalles en el día a día te harán llegar 8. Con un poco de propósito, fácil subes al 8,75.
Hecho mejor que perfecto.
Aplica a todo en la vida.