El cambio de modelo productivo es un tema recurrente en España desde que se acabaron los días de vino y ladrillos, momento en el que se tomó conciencia de que basar la economía principalmente en hormigoneras y solares compone un cemento que no fragua a largo plazo. El ladrillo es un sector básico en casi cualquier economía, pero actualmente en España ya se busca cómo complementar sus actividades, y las de los otros sectores pilares de nuestra economía, con un nuevo modelo productivo que cambie la cara económica del país. En nuestro Blog Salmón les hemos traído últimamente una serie de interesantes artículos sobre cómo otros países han abordado un cambio similar con éxito: Corea del Sur, Taiwan, o California.
Es lógico que, en un análisis de cambio de modelo productivo, se fijen las miras en otras economías a nivel macroeconómico. Para abordar una tarea macroeconómica como ésta habitualmente se trata de coger lo mejor de otras políticas macroeconómicas con retos similares y que han demostrado fraguar. Pero en el artículo de hoy vamos a tratar de aplicar a la macroeconomía también políticas más bien propias de la escala de la microeconomía. ¿Por qué no? No sería la primera vez que una política exitosa nace de una solución híbrida a caballo entre dos disciplinas que pueden ser complementarias y no excluyentes.
Conclusiones sobre los cambios de modelo productivo
Si hay una conclusión clara tras los distintos análisis de este blog sobre cambios de modelo productivo, es que hay un importante denominador común a todos ellos. Un nexo de unión que es a la vez un fuerte componente socioeconómico, el más importante si cabe. Un factor que, a pesar de la insistencia con la que lo predicamos desde algunos ámbitos, en España lleva varias décadas que va de mal en peor. Efectivamente, hablamos de la educación. Esa gran asignatura pendiente en nuestro país que tenía un muy buen nivel hasta los noventa, y a partir de ahí comenzó su particular camino hacia una progresiva degradación.
Pero aparte de tener un buen nivel educativo, hay otros factores en común entre los campeones de la transformación que son también importantes. Un segundo aspecto es el espíritu de sacrificio colectivo y la meritocracia. En estas sociedades que han revolucionado su modelo productivo hacia industrias de gran valor añadido, el innovador tiene un gran reconocimiento social. La sociedad entera tiene además una fuerte conciencia de grupo y está convencida de que para progresar hay que esforzarse, tanto individual como colectivamente. Una actitud que no supieron adoptar aquellos jóvenes españoles que, como pueden leer en esta noticia, a mediados de la década pasada colgaban los estudios para ponerse a trabajar a fabricar puertas porque, tal y como me comentó personalmente una vez un adolescente, “Para qué vas a estudiar y esforzarte si con esto ya te forras”. ¿Dónde quedó aquello de que el saber (y el esfuerzo) no ocupa lugar? Seguramente arrinconado tras algún palé de ladrillos en un solar abandonado. Y no se puede culpar tan sólo a aquellas víctimas del fracaso escolar, sino que hay que reconocer que el sistema ha fallado y que tenemos que reconstruirlo.
La tecnología y las ingenierías son claves
Un tercer factor determinante, junto con el nivel educativo y el espíritu de esfuerzo colectivo e individual, es la formación de nivel superior. Los casos analizados en estas páginas tienen por protagonistas a ingenieros y personal de alta cualificación en industrias de alta tecnología. Tampoco olviden que la base ingenieril de Alemania posibilitó el despegue en el conocido como milagro económico alemán. Japón es un caso similar.
Es decepcionante recordar cómo a mediados de los noventa los ingenieros españoles, que empezaban a ir a Alemania para hacer su proyecto de fin de carrera con una beca Erasmus, estaban excelentemente valorados en estos intercambios en un país que, no olvidemos, aún hoy sigue siendo la meca de la ingeniería. La educación española, y en concreto la formación ingenieril, solía superar a la formación de los compañeros de pupitre alemanes de estos primeros Erasmus españoles.
¿Qué ha ocurrido desde entonces para llegar a tener unos informes PISA que dan un suspenso a la educación española según se publica recurrentemente en noticias como ésta. Y no sólo eso, en la educación de nivel superior, incluso en carreras tecnológicas que en otro tiempo tuvieron una excelente reputación, ante el bajo nivel de las nuevas promociones de alumnos que les van llegando, los antiguos profesores reconocen abiertamente por los pasillos que tienen que bajar el nivel de las clases y de los exámenes porque si no no aprobaría absolutamente nadie. Si bien es cierto que la base de la que parte España en educación es un nivel que hace 70 años arrojaba una tasa de analfabetismo elevada, esto no es justificación ni excusa para que en unos pocos lustros hayamos perdido una parte importante de lo ganado durante bastantes décadas.
¿Cuál es el problema en España?
Aparte de la instrumentalización de la educación, lo que ha ocurrido es que prácticamente hay una total ausencia de meritocracia y de cultura del esfuerzo. Nuestro sistema educativo ha sido diseñado sobre la premisa errónea de que no discriminar a ningún mal estudiante implica necesariamente no ofrecer incentivos a los excelentes. Ello ha traído no sólo un empeoramiento de la media del nivel educativo y de la reputación general de los alumnos que produce el sistema, sino que además los mejores alumnos apenas pueden marcarse una meta a la que aspirar, que les haga soñar con un futuro prometedor y algo de reconocimiento social.
Obviamente, lograr que los alumnos más desfavorecidos obtengan un rendimiento mejor a la media según han podido leer en el link anterior es un logro en España, aunque este hecho nos debe ayudar a consolidar esta fortaleza pero abordando también un problema que persiste: España tiene pendiente social y educacionalmente el ofrecer un acicate a los alumnos más brillantes para que se desarrollen en su pleno potencial, y arrastren al resto del alumnado y de la sociedad con ellos. Apoyar al más desfavorecido y al que destaca menos no tiene por qué implicar no ofrecer oportunidades a la altura de los más brillantes.
Es más, en España incluso ocurre todo lo contrario, pues es habitual hoy en día en nuestros centros de secundaria que los buenos estudiantes sufran acoso escolar por ser “empollones”, como cuenta la compañera del tristemente suicida Diego González en esta noticia. Hay otros países desarrollados donde también ocurre este tipo de acoso escolar, como por ejemplo EEUU, pero allí los alumnos brillantes conservan al menos la aspiración de llegar a progresar en una economía muy dinámica, que ofrece potencialmente grandes oportunidades laborales, y que brinda al emprendedor gran reconocimiento social; todo esto les permite, a pesar de las circunstancias, tener unos resultados en excelencia muy buenos, que acaban revertiendo en el sistema. ¿Recuerdan cómo les contaba sobre la extrema importancia de la Socioeconomía en este otro artículo. Pues he aquí otro de sus esenciales aspectos económicos.
La escala ‘Macro’ y la escala ‘Micro’
En los factores a los que hemos apuntado hasta ahora, como les decía, tiene un papel clave la Socioeconomía, que se caracteriza por estar fundamentada simultáneamente en un individuo que aporta a la sociedad, y al mismo tiempo una sociedad que revierte en el individuo. De la misma manera, podemos establecer un vínculo de unión entre la Macroeconomía y la Microeconomía, en la que factores de éxito de las empresas como agentes económicos a escala individual, pueden ser aplicados al conjunto del país en su escala macroeconómica.
Desde diversos ámbitos se está buscando por todos los medios dar ese tan necesitado cambio al modelo productivo español, pero se suele cometer el error de hacerlo buscando desesperadamente un modelo monolítico hacia el que encaminarse. He aquí la oportunidad de mejora. Una de las máximas de la gestión empresarial es la diversificación. La diversificación minimiza el riesgo y la dependencia de los resultados empresariales con respecto a factores únicos. Como bien dice la sabiduría popular: “No hay que poner todos los huevos en la misma cesta”. Y entonces debemos preguntarnos ¿Por qué un modelo? ¿Por qué no aspirar a tener varios modelos productivos?
Cada país tiene unos determinados sectores en los que destaca, bien sea por su clima, sus recursos naturales, o cualquier otra característica nacional. No es cuestión de volver a cometer el mismo error que se cometió en la era del ladrillo con el sector de la construcción. No ha de haber una economía cuasi-monolítica que se apoye principalmente en un único pilar. Debemos analizar las fortalezas y las oportunidades que brinda España, y potenciarlas todas ellas.
El objeto de este artículo no es hacer un análisis profundo de estos sectores “campeones nacionales”, sino hacer un análisis general y una propuesta multi-modelo. No obstante, sí que les dejaré con algunas ideas tan sólo para que entrevean la posibilidad de encontrar varias puntas de lanza de la economía nacional con las que clavar una pica en la bola del mundo económico. Un ejemplo de fortaleza nacional apenas explotado es el turismo de interior. El modelo de sol y playa es un modelo de bajo valor añadido y que es fácilmente replicable por muchos países con costes más bajos. Pero España tiene una historia y un patrimonio muy ricos también en el interior, que suponen un valor añadido único e irrepetible, y que mayormente están explotados muy por debajo de su potencial turístico.
Es muy importante además resaltar que, en los principales centros de este infrautilizado turismo de interior, es habitual poder encontrarse a turistas (también extranjeros) con un alto nivel cultural y habitualmente también con cierta capacidad económica (que no siempre van de la mano). Un segmento del mercado que no está correctamente explotado y que demuestra que hay un público objetivo muy rentable. En todo caso, resulta obvio que no se puede competir en sol y playa y sí en ruinas romanas o ciudades medievales, y que es más beneficioso tener turistas que son capaces de valorar más una ciudad amurallada que emborracharse en una terraza con vistas al mar y sillas de plástico.
Para que no me digan que precisamente en la propuesta de un multi-modelo tan sólo ofrezco un modelo de ejemplo, les propondré un segundo modelo: la industria agroalimentaria española. Algunos lo tacharán de involución, pero la realidad es que la tecnología aplicada a cualquier sector puede permitir una auténtica revolución tecnológica y productiva. La industria agroalimentaria española es un líder europeo también por cómo hemos tecnificado nuestra industria, y cómo se han desarrollado unos estándares de trazabilidad y seguridad alimentaria que permiten ofrecer un producto de alta calidad, más allá de la mera materia prima y la climatología.
Recuerden que esta trazabilidad nos permitió librarnos del estigma que nos colgaron inicialmente en la crisis del pepino de hace unos años. Un campo para innovar en agroalimentación es la biotecnología, en la cual se pueden inventar nuevas frutas imaginativas y diseñadas para agradar al consumidor, que pueden ser especies híbridas (que no transgénicas) como las presentadas aquí, o especies resultantes de adaptar con biotecnologia frutas de otros climas a la climatología nacional. Llama la atención cómo por ejemplo son los holandeses los que han introducido productos como la “pineberry” (léase el link anterior) a precios de gourmet en mercados como el francés; supongo que España está en mucha mejor condición (que no disposición) para introducir en el mercado este tipo de productos innovadores de alto margen y gran valor añadido.
Lo más importante de este último ejemplo es cómo se ha demostrado que se puede aplicar con éxito la tecnología a modelos productivos incluso primarios, lo que podríamos calificar como sectores primarios 1.5. Con los dos ejemplos anteriores, ya simplemente resumimos que la conclusión de este análisis es que, como economía, debemos apostar por un espíritu de esfuerzo colectivo, una educación de alta cualificación, orientada a tecnologías punta, y optar por un modelo de crecimiento multidisciplicar y tecnificado, usando la tecnología para potenciar todos los sectores en los que somos líderes o tenemos opción de serlo, y, ¿Por qué no?, también en nuevos sectores que a día de hoy no existen pero que podemos inventar si hay voluntad de emprendimiento, además de apoyo y coordinación desde instancias oficiales: en eso precisamente consiste la innovación y la finalidad de tener una población bien formada, concienciada y motivada.
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