El desorden financiero se hace cada día más evidente. Por eso no es extraño que China reitere al FMI la necesidad de una mundial que evite la enfermiza volatilidad del dólar. Cuando se adoptó la opción de Bretton Woods en 1944 se estableció una paridad fija: un dólar = 35 onzas de oro; paridad que se rompió a partir de 1971 cuando el dólar y el oro quedan a la deriva y a merced de un mercado inclemente. El reclamo de China tiene sentido: sus reservas han perdido más del 10% anual en los últimos diez años. Sin contar los intereses.
Para que se entienda un poco el problema imagine que Usted presta un millón de euros y al año le saldan la deuda con un 10% menos. Es lo que le ha ocurrido no sólo a China sino a todos los países que han prestado dinero a Estados Unidos. Y Estados Unidos, el país más rico del mundo, ha necesitado que le presten diariamente la suma de 2.000 millones de dólares diarios, sólo durante los últimos 20 años. Muchos países, en vez de levantar hospitales, construir escuelas o sacar a su pueblo de la pobreza, le ha prestado plata a Estados Unidos para aumentar su seguridad. Los países del llamado tercer mundo tienen un tercio de las reservas internacionales en dólares, y una quinta parte de los Bonos del Tesoro de EEUU. La razón: asegurar el futuro. Es probable que en verdad lo hayan dilapidado. De ahí el reclamo de China.
A partir de la crisis asiática (1997) se originó un importante vuelco en el movimiento de las reservas internacionales. Y mientras China producía y Estados Unidos consumía, los países del sudeste asiático y de América Latina comenzaron un intensivo acopio de dólares. La crisis asiática y la caída del Baht en Tailandia fue producto de la disminuida cantidad de reservas en dólares. Un dolor a no repetir pues recomponer reservas a través del FMI fue un parto lento y doloroso. Si la regla indicaba que era sabio tener en reservas el equivalente a cuatro meses de importaciones, lo ampliaron a ocho meses, para asegurarse y así no tener que pedir al FMI con sus altísimos intereses. Estados Unidos, el dueño de la divisa, no requería de ahorros y así los fue disminuyendo paulatinamente hasta cero. No sólo no ahorraba, sino que gastaba el doble de lo que producía.
La tentación de ser el país dueño de la moneda de reserva es muy grande. Sólo hay que gastar, es decir, convertirse en importador. Por esta razón ni China ni Europa aceptan el desafío de gestionar la moneda de reserva: quieren exportar, vender y no endeudarse. Por ello que hay unanimidad en que la nueva moneda internacional no debe estar asociada a ningún país y debe ser completamente independiente. El problema es cómo hacer el tránsito hacia la nueva divisa sin provocar un colapso. En principio se piensa en los DEG (Derechos Especiales de Giro), la moneda artificial que tiene el FMI y que nunca ha sido empleada por imperar siempre el reduccionismo del mercado impuesto por el dólar. Tras la actual debacle, los DEG parecen tener el mundo a sus anchas. El préstamo de los países BRIC al FMI va en esa dirección.
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