Todos los países afectados por el COVID-19 verán un incremento del gasto sanitario y otras partidas vinculadas a la crisis económica para el presente año.
Nadie se escapa y, por supuesto, Estados Unidos también sufrirá fuertes tensiones que afectarán al déficit público. Es más, como ya repasamos cuando se presentó a las elecciones, la política fiscal de Donald Trump ha provocado un mayor desequilibrio presupuestario induciendo un mayor déficit público qué cerró el año pasado en el 5,8% del PIB y una deuda pública que equivale 109% de su PIB.
Para este año se prevé un déficit público del 15,4%, la cifra más alta de los países desarrollados y su mayor déficit desde la segunda guerra mundial, por lo que empujará la deuda pública/PIB hasta el 131,1% del PIB.
Ese espectacular déficit se justifica porque, en los Estados Unidos, además de las medidas de salud aprobadas a principios de marzo, la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica contra el Coronavirus (CARES por sus siglas en inglés) incluye un monto sin precedentes de 2 billones de dólares, o casi el 10% del PIB, en medidas fiscales, de gasto y de apoyo a la liquidez, incluida la asistencia a los hogares en caso de desempleo pandémico, el aplazamiento del pago de impuestos sobre la nómina y la protección de los cheques de pago de las pequeñas y medianas empresas.
Sin embargo, como analizaremos a continuación, y a diferencia de España o Italia, no existe la más mínima duda en que será capaz de financiarse para atender las necesidades presupuestarias.
Esto se debe al privilegio exorbitante -expresión acuñada por el ministro de finanzas francés, Valéry Giscard d'Estaing, en los años sesenta- que refleja la hegemonía del dólar estadounidense. Esto lo podemos ver claro con los siguientes datos, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el dólar es la divisa más popular debido a que representa más del 60% de todas las pisos conocidos por los bancos centrales, alrededor del 90% del comercio de divisas involucra al dólar estadounidense y cerca del 40% de la deuda mundial se emite en dólares.
¿Qué significa todo esto? Vista la importancia del dólar a escala global, podemos entender que existe una demanda recurrente alrededor del dólar+, y ello le lleva a configurarse como patrón mundial. Esa misma demanda de dólares lleva aparejada la necesidad de obtener una rentabilidad en dólares.
Y ¿cuál es el activo refugio para rentabilizar los dólares? El bono del Tesoro estadounidense a 10 años, o en general la deuda estadounidense.
Por lo que en el momento de financiar el déficit público que se incrementará este año, no existiría ningún problema si tenemos en cuenta el patrón dólar. Los inversores en dólares, buscarán el activo refugio en un momento de incertidumbre: Más demanda de deuda es igual a menores intereses.
De hecho, el privilegio exorbitante que existe alrededor del dólar permite que la Reserva Federal, en la práctica, pueda imprimir tranquilamente 100 dólares, intercambiarlos en el mercado fruto de la demanda existente y todo el mundo deba producir el equivalente a 100 dolares para llevar a cabo la contrapartida de esta transacción.
Es más, la Reserva Federal ha estado detrás estas semanas metiendo 2,6 billones de doláres. Esto se da por un conjunto de programas para combatir las consecuencias económicas de la pandemia, la Reserva Federal también amplió sus tenencias de valores del Tesoro de los Estados Unidos en al menos 500.000 millones de dólares, además de un aumento de los valores respaldados por hipotecas del gobierno en otros 200.000 millones de dólares, con la esperanza de reducir los costes de las deudas a largo plazo y reforzar el difícil mercado de la vivienda.
Un paralelismo con Grecia para entender la ventaja de Estados Unidos
Seguidamente haremos una comparació con la situación de Grecia en el año 2008 y Estados Unidos de hoy a nivel de ratios para entender las ventajas del dólar.
En primer lugar, ambos países venían de una trayectoria de déficit públicos acumulados en los últimos años incluso se habían incrementando estos déficits. En el año 2007 Grecia se plantaba con una deuda pública del 107% del PIB (2 puntos menos que Estados Unidos) y un déficit público del 6,7% (casi un punto de déficit más que Estados Unidos. Como vemos no hay una gran disparidad en los datos relativos a su deuda.
Tras sufrir un shock externo, Grecia, para el año siguiente 2008, se vio envuelta en un déficit ligeramente superior al 10% mientras que Estados Unidos vería, previsiblemente, un déficit del 15%, lo que debería generar más tensiones, comparativamente, en el momento de pedir prestado en los mercados.
Ante el déficit desvocado, llegamos a 2010 y se acuerda el primer rescate de una senda de total de tres rescates. Esto sucedió porque los inversores dieron la espalda a la deuda helena en medio de un miedo generalizado que cuestionaba su capacidad de pago.
Pero si te llamas "Tío Sam" y la divisa es el dólar, incluso siendo el principal responsable de una crisis global, ese pánico que perjudicó a Grecia benefició a los Estados Unidos con una entrada de dólares en los activos refugios. Y la consecuencia final es que, a pesar de tener ratios parecidas en lo relativo a la deuda pública, Grecia fue incapaz de financiarse y Estados Unidos no tendrá problema alguno en los siguientes años.
Y es que es absurdo cuestionar la capacidad de pago de Estados Unidos, al vivir bajo el patrón dólar. El problema podría llegar en el momento en el que el mundo buscara un mix más equilibrado entre las divisas globales, dejando demandar dólares en favor de otras divisas, como por ejemplo el euro, el yen, el franco suizo o bien diferentes criptomonedas.
Solo en ese punto, con una menor demanda de dólares, veríamos una menor necesidad de rentabilizarlos y por lo tanto, los instrumentos financieros de deuda pública estadounidense perderían la utilidad que ofrecen hoy.