La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha pasado a convertirse una guerra comercial transatlántica en la que Europa se está viendo afectada y, por su puesto, España.
A partir del 18 de octubre, España sería uno de los países más afectados por los nuevos aranceles de Estados Unidos a productos europeos debido a que se tiene previsto aplicar nuevos aranceles a las aceitunas, el aceite de oliva o las naranjas con tasas de hasta el 25%.
Estos aranceles son la consecuencia directa por los daños que ha sufrido Boing por los diferentes subsidios europeos a la empresa Airbus y que la propia Organización Mundial del Comercio (OMC) identificó como ilegales.
Ante los eventos proteccionistas que estamos viendo, el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, se ha posicionado claramente en contra: "Las agresiones de Trump en forma de abusivos aranceles necesitan de una respuesta por parte del Gobierno central".
Estas declaraciones fueron formuladas ayer cuando Alberto Garzón arropaba la manifestación del sector del olivar (250.000 familias viven de este sector) que se produjo en Madrid. Y tiene todos los motivos para apoyar porque tiene una especial incidencia a muchos trabajadores que podrían perder sus puestos de trabajo porque estos impuestos reduciría en la competitividad de las empresas españolas.
Consecuencias del proteccionismo contra España: Los datos
Estados Unidos es el principal socio comercial de España fuera de la UE, por lo que los intereses bilaterales son más que obvios. Este mercado representó en 2018 el sexto destino de las exportaciones españolas de bienes, representando un 4,5% del total.
El aceite y el vino son los grupos de exportaciones más focalizados por los aranceles de Donald Trump, un mercado que representa 405 y 299 millones de euros respectivamente.
En total, teniendo en cuenta todos los grupos afectados, estaríamos hablando de que estos aranceles tendrían un impacto de 191,2 millones que sufriría estrictamente el sector agroalimentario sobre el total de los 764,7 millones de euros que el año 2018 se terminaron exportando. Además, 800.000 euros impactarán en el sector aeronáutico por el 10% de los aranceles sobre los ocho millones vendidos a Estados Unidos.
La cuestión clave sobre este impuesto arancelario es que afectan al sector aceitero español (junto a Alemania, Francia y Reino Unido, que no producen) y no se aplican a los mismos productos procedentes de Italia, Grecia o Portugal, lo que supone al fin y al cabo restaría competitividad a los productos españoles, con serias dificultades para vender y ser discriminados por los consumidores estadounidenses.
Los productores españoles se ven en una clara desventaja ya que se verían obligados a alternativas de mezclar el aceite como, por ejemplo, aceite italiano para seguidamente exportarlo a Estados Unidos. Y, en el medio y largo plazo buscar la apertura de nuevos mercados que puedan compensar las dificultades acarreadas por el golpe arancelario.
Pero ¿el proteccionismo no era positivo? Garzón no se aclara
Es muy interesante este tipo de pronunciamientos por parte del líder de Izquierda Unida que contrastan con su visión sobre los aranceles en enero del 2018, un momento el que se iniciaban los primeros golpes entre Estados Unidos y China por la cuestión arancelaria y Garzón comentaba lo siguiente:
"Incluso parte de la derecha como Trump intentan medidas proteccionistas porque han entendido que el neoliberalismo y la globalización son el problema".
Por aquel entonces, según la visión de Alberto Garzón, identificaba al proteccionismo de Trump como un elemento positivo de su política para responder a los retos que ocasiona la economía de mercado a raíz de la globalización.
Vemos una falta de criterio. El problema del proteccionismo es que según a quién le perjudique y quién se ha beneficiado se etiqueta como un elemento negativo o positivo. El proteccionismo era bueno en el momento en el que combatía la globalización (a los demás) y dañino cuando van dirigidos a un segmento de votantes propios.
Sin embargo, el proteccionismo siempre es negativo ya que el principal afectado es el consumidor que no puede beneficiarse de unos productores más competitivos y, fruto de esos impuestos aplicados para reducir su ventaja competitiva, debe acceder a esos mismo productos a un sobrecoste.