Toca hablar de desigualdad. Proclamado por muchos como el gráfico más importante de los últimos años, el Elefante de Milanovic no deja indiferente a nadie en el mundillo. Hoy, intentaremos rellenar sus lagunas más comunes.
Vemos renta relativa en X (si, de cada 100, cobro más que 61 y menos que 37, seré el percentil 62) y su crecimiento en Y. De ahí el mote de "elefante": poco crecimiento en la cola, torso alto, caída en la curva de la trompa y repunte de megaricos. Spoiler: la globalización no afecta a todos por igual.
La lectura habitual afirma que pobres y ricos se han beneficiado a costa de la clase media occidental, motivando el Brexit, Trump y el gol de Ramos. Pongamos en perspectiva sus limitaciones, primero, para reflexionar después sobre sus consecuencias políticas.
Cabe destacar, antes de seguir, que dicha lectura difiere por completo de la defendida por el propio Milanovic (quien ha celebrado públicamente estas críticas -varias de las cuales ya incluía su paper original-, lo cual le honra). A pesar de ello, es la más popular en redes sociales, tertulias, medios anticapitalistas-pero-no-mucho, y demás aquelarres.
Problemas metodológicos
En primer lugar, en 1988 se ignora a los más pobres del mundo por falta de datos (distorsionando a la baja, pues 2008 sí los incluye). Al corregirlo como sugiere Corlett (2016), la globalización resulta haber sido aún mejor para las clases bajas. Esto se acentúa si incluimos la Gran Recesión, que dañó especialmente al top 10% (europeos, japoneses y americanos).
Después, Demographics 101. ¡Sorpresa! Los pobres tienen más hijos que los ricos. Pongamos que en Lolaland viven 10 personas, seis amish que cobran 1€ y cuatro ateos que cobran 2€. Los amish pasan a ser 16 y los ateos adoptan un gato (pero, sin ganar ni un céntimo, suben del top 40% al top 20% de renta). Aunque nadie es más pobre, la renta de los percentiles 60 a 80 cae un 50%. Así dejaría este sesgo al elefante si no lo tapase, sólo en parte, el crecimiento de renta:
Además, habamos de franjas de renta relativa. No de personas. De hecho, hasta las nacionalidades de cada franja varían. La curva (percentiles 75 a 80) tenía latinoamericanos ricos y occidentales pobres en 1988. En 2008, chinos ricos. Comparar personas distintas no dice si a Antonio e Ignacio les ha ido bien o mal.
Sin rechazar de plano el concepto de "perdedores de la globalización", demos una vuelta de tuerca a la econometría. ¿Qué pasa si seguimos la trayectoria de grupos concretos y no de franjas impersonales? Pues que vemos cómo los pobres mejoran mucho más de lo esperado y los ricos mucho menos.
Por último, las encuestas de consumo del elefante ilustran mal los percentiles extremos. Cabe esperar que súper-pobres ocultos en la economía sumergida (percentiles 1, 0'1, 0'01...) y súper ricos que ahorran más que gastan (99, 99'9, 99'99...) hayan mejorado su renta mucho más de lo que refleja el gráfico.
Según se ha afina la lupa con la que dichas encuestas miran a los primeros, la depresión de la cola del elefante va desapareciendo. Kraay (2017) afirma que todo indica en dirección opuesta:
Respecto a los segundos, lo mejor que tenemos son los datos fiscales. Nace así el hermano del Elefante de Milanovic: el Monstruo del Lago Ness de Piketty.
No obstante, esta re-edición del elefante tiene sus propios problemas (que, volviendo a la honestidad que escasea en otros ámbitos, los autores reconocieron de primeras), como enumera Kraay (2017):
Sesgo: infrarepresenta al Tercer Mundo obviando economía sumergida, menores de 20 años y desproporcionalidad renta-bienestar (el paso de 10 a 100€ es una mejora más drástica que el de 10.000 a 100.000, aunque este último compute como la mayoría de las ganancias del conjunto).
Muestra: cubre sólo 53 países, asumiendo represetatividades controvertidas como Francia, Reino Unido y Alemania para Europa Occidental (sin España e Italia), Estados Unidos para Norteamérica (sin México) o China e India para Asia.
Indicador: los ingresos antes de transferencias e impuestos difieren de la renta real disponible. Además, el consumo refleja mejor del bienestar (pues el ahorro crece de forma desproporcional a la renta relativa) y reduce el sesgo adulto (siendo más regular durante la vida que la renta).
Anonimato: ¡seguimos hablando de franjas, no de personas concretas! No es que súper ricos con nombre y apellidos se hayan enriquecido más aún (aunque será el caso del algunos), sino que ser súper rico hoy supone tener más dinero de lo que suponía en 1980. Huyamos del mito del 1%
Premisas controvertidas (debate Piketty-Saez-Zucman vs Auten-Splinter): omite reformas fiscales (que cambian incentivos de evasión y tributan por distintos tipos de ingresos en cada momento y país), factores culturales (que varían su concepto base de "unidad familiar") e ingresos fruto del auto-empleo (reflejado en cuentas nacionales pero no en datos fiscales).
Es clave conocer la distribución de poder económico (ojalá de forma cada vez más realista, sorteando estas limitaciones), pero no deben inferirse de estudios sobre ella conclusiones sobre el bienestar que tan mal miden.
Problemas ideológicos
Toda Nochevieja tiene un Pitágoras que recuerda que si uno come toda la tarta y otro nada, blablablá. Por aquello de velar por que los outliers no sesguen mi conclusión, ¿no? Pues no. El elefante es tu primo relamiéndose porque tú y él vais a salir a media tarta por cabeza -de media.
¿Que la globalización parezca ensañarse con los percentiles 70 a 90 es cosa de outliers? Bueno, tendrían que (1) empobrecerse por causas ajenas a ella y (2) tener suficiente población para distorsionar la media. Colapsos endógenos al Imperio Soviético y Japón, con 425 millones habitantes, por ejemplo.
La disidencia de salón estaba muy cómoda clamando al cielo por el injustisérrimo elefante como para no mirar con escepticismo a este argumento. “Pues lo bueno será tan distorsión como malo, ¡todo el mérito del torso lo tiene China!”. Si no gano, empato. Pues tampoco:
¡Ojo! Claro que las variables macro son interdependientes, pero el ejercicio no es “¿cómo le habría ido a Occidente sin el colapso de Japón y la URSS o al Tercer Mundo sin el milagro chino?”, sino “¿cómo les fue realmente?”. Pues mejor que en ningún otro período de la Historia. Para reticentes:
No hay nada malo en [retirar países y regiones]. Nosotros mismos hemos retirado a China a veces para subrayar su importancia. (...) Mostrar el gráfico de economías maduras excluyendo [a China, Japón y satélites soviéticos] es absolutamente correcto.
Branko Milanovic
Es decir, la teoría de un populismo nutrido por el hundimiento de Occidente hace aguas. Todas sus franjas mejoraron en el periodo. Aun con individuos concretos damnificados, su peso en la ola populista debe relativizarse.
Ni hay evidencia concluyente como para afirmar que la globalización tiene un rol preponderante en que Occidente crezca más despacio que Asia ni para descartar por completo su papel. Pero la economía es multicausal y conocemos bien factores de convergencia cuyo peso es mucho más claro:
- Occidente (Asia) ha visto desplomarse (multiplicarse) su población trabajadora por su colapso (auge) demográfico. Por si fuera poco, ese brutal envejecimiento relativo le ha granjeado una partida en salud y cuidados ingente y, sobre todo, asimétrica respecto a la precaridad asiática.
- La segunda fórmula clásica para prosperar sin innovar, tras aumentar la mano de obra, es aumentar el stock de capital. Y partir de caminos de tierra ayuda. Mientras las infraestructuras en Occidente han sido presa de rendimientos decrecientes, a Asia le han brindado sus décadas más dulces.
- Por último, aunque no menos importante, llega el crecimiento schumpeteriano. Para seguir prosperando, Occidente había de mover la frontera del conocimiento, pero a Asia le bastaba ponerse al día en educación, instituciones y tecnologías.
Donde sí hay evidencia concluyente es en el nexo causal libre comercio-prosperidad. Tanto, que es de los únicos consensos (ver: 1, 2, 3 y 4) entre economistas (y la única vía sostenible hacia la utopía liberal sin fronteras). No hay argumentos en contra, como explica el poco sospechoso Krugman.
Tal prosperidad es difícil de ligar a revoluciones tecnológicas (en países caracterizados por la escasez de capital), políticas (sin socialdemocracia alguna, aun con reformas pro-mercado cruciales) o sindicales (en pleno declive, como denuncia el mito de la financiarización). El peso de la demanda internacional invita a otorgar preponderancia a la pura especialización:
La desigualdad internacional ha bajado, pero la nacional ha subido, dicen. Sí: en 50 de 146 países, menos de un 1% por década en promedio. Además, ocultando cambios en bienestar enormes (desigualdad más bien constante con pobres y ricos mejorando mucho, como en Francia y Reino Unido).
Que los pobres sean los principales beneficiados de la liberalización comercial (en especial considerando la mentada desproporcionalidad renta-bienestar) destruye la base misma de la izquierda postmarxista. Urge una refundación socioliberal de la socialdemocracia que nos libre de tal lastre.
Nada de ello hace menos cierto que, si bien deslocalización y nuevas tecnologías nos hacen más ricos de lo que jamás podrían haber soñado nuestros abuelos, crean perdedores por el camino. No dejarles en la cuneta es de justicia. Todo un imperativo cívico (y, subsidiariamente, político).
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Bibliografía
Alvaredo, F., Piketty, T. et al. (2017). "The elephant curve of global inequality and growth". WID N° 2017/20.
Corlett, A. (2016). “Examining an Elephant: Globalization and the Lower Middle Class of the Rich World.” Resolution Foundation.
Fajgelbaum, P. y Khandelwal, A. (2016). "Measuring the unequal gains from trade." Quarterly Journal of Economics.
Kharas, H. et al. (2018). "What’s happening to the world income distribution? The elephant chart revisited." Global Economy and Development at Brookings.
Kraay, A. y Van der Weide, R. (2017). "Mobility and growth in top and bottom incomes." World Bank Development Research.
Lakner, C. y Milanovic, B. (2013). “Global Income Distribution: From the Fall of the Berlin Wall to the Great Recession.” World Bank Policy Research Working Paper No. 6719.
Lakner, C. y Milanovic, B. (2016). “Global Income Distribution: From the Fall of the Berlin Wall to the Great Recession.” World Bank Economic Review 30(2).
Piketty, T., Saez, E., y Zucman, G. (2018). “Distributional National Accounts: Methods and Estimates for the United States.” Quarterly Journal of Economics.