Desde hace algunos años que ya se viene hablando de lo oxidado y lo inalcanzable que resulta hoy en día aquel American Dream que sustentó el auge del capitalismo en su vertiente más popular, y que ha traído consigo los elevados niveles de bienestar alcanzados actualmente por nuestras socioeconomías (con permiso del traumático paso atrás infligido por la Gran Recesión).
Una de las premisas más fundamentales e igualitarias de dicho Sueño Americano era cómo cualquier ciudadano sentía (y veía) que cualquiera podía, con una buena dosis de emprendimiento y de esfuerzo, convertirse en uno de esos multimillonarios dueños de una prometedora empresa, y ensalzados al rango de icono social en la sociedad estadounidense. Hoy esto no es igual de posible que en décadas pasadas, y de hecho paradójicamente resulta más fácil de conseguir en la (vendida como) anquilosada Europa, que en los propios Estados Unidos que fueron la cuna del capitalismo más popular.
La realidad es siempre cambiante, y los viejos clichés perviven en el tiempo aunque estén cubiertos de polvo y sean ya obsoletos
El hecho es que, contrariamente a lo que muchos ciudadanos creen (y en especial los estadounidenses), una vez más, llama poderosamente la atención la insalvable divergencia entre lo que la gente cree y la realidad objetiva y demostrable. Esto es fruto de los prejuicios y los clichés que muchas veces se originaron en algún punto del pasado donde aún podían tener parte de justificación, pero que perviven en el tiempo mucho más allá que la realidad que tratan de sojuzgar tan facilonamente, llevando a las personas que siguen creyéndose esas ideas apartadas de la realidad a un mundo paralelo que ya sólo existe en su imaginario personal. Porque una de esas ideas que formaron parte del ideario del capitalismo más idealista, y que calaron hondo en su vertiente más popular, fue el tan aclamado (y razón de éxito) ideal del Sueño Americano.
Aquel American Dream no sólo puso los cimientos más sólidos de un capitalismo que (entonces) era para todos, sino que hasta hace unas décadas además atrajo a EEUU flujos de gran capital humano y de mentes brillantes procedentes de otros países, y en especial de Europa. Efectivamente, el American Dream fue en parte un sueño de todos, y no sólo de los que pusieron rumbo a la meca del capitalismo en su momento. La gran capacidad de influencia que EEUU tuvo a lo largo y ancho del planeta contribuyó a hacerlo arraigar en otros tantos países con esperanzas similares, como ocurrió con el espíritu democrático e igualitario de la España de los 80, o con el sueño de la construcción europea, basada en la igualdad entre naciones hasta entonces azotadas por el mortífero nacionalismo y el supremacismo reinante en el Viejo Continente durante los siglos precedentes. Igualmente, numerosos "tigres asiáticos" vivieron sus momentos más dorados con fuertes surgimientos de sus clases medias hasta finales de los 90, y viviendo en primera persona las mieles de su particular sueño asiático.
Pero aquel esperanzador (y real) Sueño Americano ha llegado a su ocaso, esperemos que de manera temporal y en espera de su catársis en pos de recuperar su apellido más popular, y ya les analizamos en los dos enlaces anteriores cómo la convulsa realidad política que sufren hoy por hoy en Estados Unidos no es sino el resultado de haber hecho añicos aquellos sueños de millones de estadounidenses, que ven cómo el sistema ya no les pertenece. La visceralidad se ha adueñado de la política de aquel país, y muchos estadounidenses siguen manteniendo un fuerte sentimiento anti-sistema que canalizan hacia la justificación de la incorrección política y la falta de respeto hacia todo lo que no comulgue con el actual clima de exaltación política.
Si bien hay que conocer bien las causas últimas de toda esta convulsa ola de de-construcción socioeconómica para poder atacar la raíz del problema, no es menos cierto que el camino elegido por algunos sectores es el incorrecto, por mucho que pueda ser lógico y comprensible. Y es que muchos estadounidenses creen ver en la visceralidad una sinceridad que echaban de menos sin saberlo en los tiempos de la corrección política más clásica, sin darse cuenta que por decir algo visceralmente no tiene porqué ser más cierto, y la realidad es que, aunque nos griten y apelen a nuestro lado más irracional, los políticos siguen faltando en muchos casos a la verdad. Y esto con el agravante de que es mucho más fácil ocultarnos la verdad distrayéndonos al azuzar el avispero de nuestras pasiones más personales. Pero siempre habrá gente que se escude en que este ideario político tan apasionado en realidad "es lo que siente", sin saber ver que los sentimientos pueden ser igual o más equivocados que la razón.
Tras la descripción de todo este complejo escenario socioeconómico, no les resultará difícil de entender cómo, a la vez que el American Dream ha saltado por los aires, sin embargo sigue existiendo entre muchos estadounidenses un fatuo sentimiento de seguir manteniendo la delantera del capitalismo más idealista frente a otras potencias como Europa, pero que, a la vista de la realidad actual, realmente se ha quedado como mero subproducto de un vano sentimiento de superioridad más (im)propio de otros tiempos pasados (y mejores).
El European Dream o cómo hoy por hoy la movilidad social y las posibilidades de progresar económicamente con el tiempo son más igualitarias en Europa
Para arrojar un poco de luz sobre este sistémico asunto, como tantas otras veces, ha venido la excelente publicación económica británica The Economist con otro de sus disruptivos artículos, en el que se hace eco de un estudio de investigación socioeconómica de la reputada Universidad de Hardvard. En él, el semanario analiza la conocida como "movilidad social" por índices de probabilidad, y además añade datos comparativos de EEUU con respecto a Europa. Los datos no podían ser más reveladores.
Para los no versados, simplemente apuntar que el concepto de "movilidad social" comprende aquellos indicadores y tasas de probabilidad que muestran los flujos de población que pasa de una clase social a otra, lo cual comprende relevantes índices de igualdad como la proporción de ciudadanos de clases menos favorecidas que no van a salir de su humilde condición, o la proporción de los que van a ir a mejor al pasar a un estrato social superior. Además, The Economist añade un interesante matiz, y es aportar tanto los datos de la probabilidad de movilidad social percibida por los ciudadanos, como la real: recuerden que, al analizar aspectos clave de la desigualdad social, desde estas líneas siempre les hemos afirmado que casi más importante que la desigualdad real es la percibida. Como ven, la relación de esos datos con el American Dream (y con el European Dream) es directa e inmediata; vayamos pues con ellos.
La primera gráfica de datos que nos trae The Economist es la proporción (percibida y real) de ciudadanos del 20% menos rico de la sociedad que acaban su vida socioeconómica atados a su mismo estrato social original. Y aquí ya empezamos con los primeros datos reveladores. Mientras que este indicador en concreto en EEUU muestra una percepción muy cercana al dato real, y que se sitúa en el entorno del 32-33%, resulta que en varios países europeos (Reino Unido, Francia, Italia y Suecia) esa percepción es sensiblemente de mayor desigualdad que el dato real, con diferencias con el dato real de entre 8 y unos 13 puntos porcentuales. Así pues, la percepción general de los europeos es que, en Europa, las posibilidades de verse "atado" a los estratos sociales más humildes es claramente mayor de lo que es en realidad. Los datos además muestran que este dato de desigualdad real paradójicamente es superior en EEUU que en Europa, y así en Estados Unidos en torno a un 33% de los estadounidenses en el percentil del 20% menos rico de la sociedad no van a progresar a otro estrato a lo largo de su vida, mientras que en los países europeos analizados este dato se sitúa en una horquilla de entre el entorno del 26% de Suecia hasta el poco más del 30% de Reino Unido.
Por otro lado, la otra gráfica de datos aportada por The Economist muestra la otra estadística esencial para analizar la comparativa del American Dream y el European Dream: la probabilidad de movilidad social desde el 20% menos favorecido de la sociedad hasta el 20% más favorecido. Los datos de nuevo no pueden ser más reveladores. Así, en términos de percepción, en EEUU se cree que su probabilidad de progreso social de extremo a extremo se sitúa en alrededor de un 12%, mientras que el dato real es tan sólo de un 7,8%. Por el contrario, en Europa el dato real se sitúa de media en el entorno del 11%, en una horquilla muy estrecha cuyos valores son muy similares entre los cuatro países europeos analizados, y con el valor más bajo rozando el 10% y perteneciendo a Italia. Sin embargo, el indicador de progreso social percibido es en todos los casos inferior a esos datos reales, siempre por debajo del 10%, y con los mínimos de Francia y Suecia en el entorno del 8,5%.
El resumen es pues que no sólo en EEUU están más condenados de forma nativa, y con mayor probabilidad que en Europa, a verse atados a permanecer en las clases sociales más pobres; pero es que además ellos creen más firmemente que no es así y van a progresar socioeconómicamente. Lo mismo ocurre con la probabilidad de progreso desde las clases menos favorecidas a las más favorecidas: no sólo en Estados Unidos esa probabilidad de progreso social es inferior a la europea, sino que además ellos perciben incorrectamente que pueden progresar socialmente con mayor facilidad que en la realidad, mientras que en Europa ocurre todo lo contrario. Así vemos que, una vez más, la econometría viene para sacarnos de nuestros errores, y para demostrarnos cómo, también en el mundo económico, hay creencias infundadas profundamente arraigadas, y que muchas veces vienen de prejuicios que además ahora ya son totalmente obsoletos: el European Dream es un sueño socioeconómico más real que ese American Dream venido a menos, y que ha perdido tanto brillo en los últimos lustros.
La lección que debemos sacar de este análisis no es sólo que el European Dream es hoy por hoy una realidad socioeconómica más real que el American Dream, sino que además los europeos sufrimos un claro complejo de auto-negación, y nos creemos en inferioridad de condiciones cuando en realidad tenemos un auténtico tesoro socioeconómico de igualdad de oportunidades real (al menos más real que otros países), pero que sin embargo no somos capaces ni tan siquiera de apreciar. Así, es un hecho refrendado por datos cómo en Europa hemos conquistado cotas históricas de paz y de progreso socioeconómico real, superando incluso en algunos aspectos a los propios líderes del capitalismo más popular. Y eso por no hablar del hermetismo social con el que las élites dirigen los designios de los países dictapitalistas.
Pero sin embargo somos los europeos los que estamos cayendo presos de la propaganda anti-europeísta más ramplona e injustificada, que sospechosamente, sin que siquiera nos plantee ninguna alternativa de futuro que no sean meros castillos en el aire, trata de hacernos creer sesgadamente que vivimos en una superpotencia de quinta división, injusta de pies a cabeza, y que debemos dinamitarla para poder progresar. "Obras son amores que no buenas razones": los datos son los datos, y la propaganda es mera propaganda basada básicamente en mentiras muy intencionadas. Elijan ustedes su propia aventura (y su propio espíritu crítico), y dejen los viejos clichés para aquellos que viven en el pasado, y las falsedades para aquellos que no tienen elección, bien sea mentalmente, bien sea por cegadora convicción, o tal vez por sus propios intereses creados. Porque negar una evidencia refrendada por datos supone una ceguera tan patológica que en algunos afectados no tiene terapia posible, sobre todo cuando no les interesa reconocer la realidad.
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