Hubo un tiempo en el que los clubs de fútbol eran eso, clubs. Asociaciones deportivas profundamente vinculadas a una ciudad, a una afición, a unos socios que se ponían de acuerdo para organizar un equipo de fútbol en su ambiente y disfrutar de este deporte. Pero la dimensión económica de aquello creció y creció. Y la gestión empezó a tener problemas, y la Administración resolvió que la mejor forma de solucionarlo era en transformar esos clubs en Sociedades Anónimas Deportivas. Deportivas, sí, pero Sociedades Anónimas al fin y al cabo, con un accionariado, unos propietarios y unos derechos adquiridos susceptibles de ser puestos a la venta. Hasta ahora los efectos habían sido visibles, pero poco espectaculares. En vez de estar sometidos al arbitrio de unas elecciones, la dirección de los clubs estaba sometida al imperio del mercado: el que más paga, se queda con el club. Merced a esta situación hemos ido viendo el ascenso de determinados personajes que a golpe de talonario se instalaban en la poltrona de directivo, a empresas que se hacen propietarias de equipos en distintas ligas, etc...
Pero ahora llega un señor de Granada, compra las acciones del Ciudad de Murcia (equipo de la 2ª División española) y decide llevarse el equipo a su ciudad. Desaparece, sin más, el "Ciudad de Murcia" y aparece, en su lugar, el "Granada 74". Adios afición, adios identificación con el entorno. Lo que valen son los derechos económicos y legales.
A mí, personalmente, me parece un disparate. Como aficionado al fútbol, creo que gran parte de la belleza de este deporte radica en la ilusión de la afición, en la identificación con unos colores, en ese niño pequeño que crece oyendo hablar de "su" equipo. La creación artificial de equipos es la antítesis de todo eso. Sí, será legal. Y sí, será rentable (¿seguro?). Quizás sea un romántico, pero esto es un símbolo de que el fútbol como deporte debe haber muerto. El fútbol como negocio es quien ha tomado su lugar.
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