"La mejor manera de pensar en el futuro es crearlo", Peter Drucker
A propósito de una entrada de Enrique Dans en su blog sobre como trata Jeff Bezos la innovación en Amazon, comentaba el uso que realizaban en su compañía de la cadena de valor invertida de Kalakota y Whinston que habla "de cómo las compañías desarrollan innovación y nuevos productos pero la filtran en función de aquello que saben hacer, de su conjunto de habilidades, en lugar de hacerlo con las necesidades de los clientes y dejar para el final el hecho de si tienen esas habilidades o precisan crearlas o subcontratarlas".
Pues el dilema de la innovación al que se ven sometidas muchas empresas, principalmente las grandes empresas habla de eso, de hacer o no caso a lo que nos digan los clientes, a fijarnos sólo en las necesidades que ellos tengan. ¿Qué implica esto? Que por lo general cuando pensamos en innovación, lo hacemos de acuerdo a lo que pueden necesitar nuestros clientes, y a que si ellos no están interesados en lo que se les ofrezca, se pare en el desarrollo que se esté llevando a cabo. Esto en sí, es un contrasentido, porque si analizamos con detenimiento lo que implica la innovación, en la mayoría de los casos el cliente no sabrá si realmente le interesa el producto o servicio, porque éste es nuevo e innovador y no sabrá que utilidad darle sin una demanda a la que poder ofertar. Ahí es donde está ese dilema de la innovación del que hablamos, seguir con nuestra idea o hacer caso al freno que puede suponer la negativa de un cliente importante. Analicemos el problema.
El análisis parte en gran medida de las ideas defendidas por el profesor Clayton M. Christesen y su libro 'El dilema del innovador' en el que ponía los cimientos para lo que ha denominado la "innovación disruptiva". Allí desarrolló, entre otros muchos, tres principios para que el problema se dé.
1.- Las empresas dependen de los recursos financieros que les reporten los clientes y los inversores. Va en relación a lo que hemos estado comentando antes. Si el cliente cierra el grifo de los fondos y no podemos seguir investigando, la posible innovación que queramos llevar a cabo se verá frenada. Que implica esto, tener que sacar ese proyecto de la empresa, creando una nueva división, sin clientes a los que rendir cuentas, y saliendo al mercado a que los clientes nos encuentren, cuando cubran la necesidad que ese producto, servicio aún no sabe que les satisface.
2.- Los mercados pequeños no solucionan las necesidades de crecimiento de las grandes empresas. Éstas se deben a unos resultados, y el principio ataca a una idea defendida en la frase final del anterior principio: sacar a la división del día a día de la empresa, y con ello crear un nuevo mercado, sin tener que rendir cuentas. Ojo que no digo buscar un nuevo mercado. Es crear porque toda innovación antes de lanzarse aún no tiene un mercado que buscar. Lo de pequeño viene relacionado al hecho de que los 4 millones de euros que se podrían facturar, dentro de una empresa que factura 800 millones de euros, para el sentir de los directivos, es una nimiedad, y el mercado a nivel general perderá atractivo. Por eso de nuevo la idea de separar de la empresa el negocio.
3.- Mercados que no existen, no pueden ser analizados. Sería llevar a tu lado a un emprendedor. En toda gran empresa, a la hora de invertir en algo, siempre piden analizar las posibilidades. La razón estriba en que cualquier análisis que se realice será erróneo al no haber con que comparar los análisis que se realicen, y el freno que ello produzca en la idea a desarrollar en la empresa, significará perder la ventaja (que a la larga no es tal) de ya no ser el primero en moverte.
En el fondo, estos tres principios que enunciamos no hacen más que recordar que la innovación en casi todos los casos es una aventura. Y no sólo eso, a los directivos que dirigen las empresas que deben apoyar la innovación, no son los mismos que estaban cuando esa empresa se creó. En ese momento, no había nadie que les frenase, ni se tenían que enfrentar al dilema de la innovación. Por ese motivo, gran parte del problema con respecto al retraso en la innovación que tenemos es cultural. Los tres principios enumerados con anterioridad son el ejemplo, ya antiguo, por cierto.
Al menos queda el consuelo, que el número de proyectos españoles con Internet como negocio va creciendo cada día, y sus creadores sí que no se enfrentan al dilema de marras. Tiene una explicación: diferente cultura, diferente forma de entender y ver las cosas. Y muchas ganas de aprender.
Por esta razón en USA, casi siempre el I+D lo desarrollan empresas pequeñas y no las encargadas de distribuir la innovación (pensando y mucho como ejemplo en la industria farmaceútica).
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