Algo hay en la naturaleza humana que le hace pesimista. Algo hay que hace que considere el pasado mejor que el futuro. Algo hay hace que resulte atractivo la posibilidad de catástrofes futuras.
La industria de Hollywood lo sabe muy bien. Primero fueron las películas de accidentes aéreos y los grandes incendios en rascacielos. Después vinieron los asteroides que se estrellaban en la tierra y las inundaciones motivadas por el cambio climático.
Thomas Malthus planteó una teoría fácilmente aceptable. La población crece geométricamente mientras los alimentos lo hacen aritméticamente. Esa diferencia entre el crecimiento de la población y de los alimentos provocará hambrunas, guerras y catástrofes.
Dos siglos después se producen más alimentos en el mundo de los que la población necesita. Pero no tenemos que remontarnos tan lejos. En la década de los setenta del siglo XX, el Club de Roma publicó un informe denominado “Los límites del crecimiento”. Supuso un actualización de la teoría malthusiana. Si se ha demostrado la capacidad de producir alimentos por encima de las necesidades de la población ahora el límite se establecía en el carácter finito de los recursos naturales.
Lo que ni Malthus ni el Club de Roma tuvieron en cuenta fue la capacidad infinita de la mente humana para aumentar la productividad y la eficiencia en la utilización de los recursos como vimos en el caso de la energía. Esto lleva, como indica el gráfico de Visualizing Economics que encabeza este post, a que se dé simultáneamente un crecimiento de la población y de la riqueza per capita.