Debemos dar las gracias a Ken Livingstone, alcalde de Londres por arriesgarse cuando todos le aconsejaban que estaba tomando un paso suicida políticamente.
Allí por el año 2003, decidió que viajar por Londres en automóvil era una imposibilidad y que, perjudicaba la salud corporal de sus ciudadanos y económica de la ciudad, y tomó la decisión de reducir el tráfico de su ciudad, decisión que le causó una lluvia de críticas, críticas que ignoró.
Los conductores tuvieron que decidir si realmente les merecía pagar el costo por conducir en la ciudad o llegar de forma más tranquila, que es (o debería ser) el transporte público. La tecnología funciona, con los sensores que se llevan en los coches, se puede saber cuándo un coche entra a la ciudad y por cuánto tiempo. Cobrarlo es la parte fácil. Varios años después y se ha demostrado el éxito de la estrategia. Menos tráfico en la ciudad, más rápido movimiento, menos polución atmosférica y ruido y más calidad de vida para todos, y el éxito está siendo reconocido tanto por los conductores como por los ex-conductores.
Se debe implementar esta estrategia en todas las ciudades importantes del mundo.
Aunque es verdad que cualquier cargo incrementa el ingreso del ayuntamiento, esto no era el objetivo de la estrategia y, para los que no lo creen, se podría comprometer los generados de esta forma para mejorar los otros aspectos que ayuda a que la política tenga éxito.
Por supuesto que la estrategia funciona mejor si es acompañada de varias otras decisiones; como incrementar los aparcamientos en las afueras, cercano a estaciones de trenes, y de aumentar y mejorar el servicio de transporte público. Pero el aumento de demanda causará estos cambios de forma natural.
Si esperamos estos cambios, nunca se tomarán estas decisiones difíciles ¡y necesarias!