El presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, ha hecho una atrevida propuesta para cuidar el medio ambiente, que consiste en gravar con más impuestos a los productos que provengan de países que no respeten el protocolo de Kyoto. Dicho protocolo pretende eliminar las emisiones de CO2 a la atmósfera para evitar o paliar el calentamiento global.
Me parece muy interesante la idea de los impuestos sobre las externalidades, y esta propuesta se encuadra en esta idea. Estos impuestos tratan de gravar actitudes irresponsables con el objetivo de desincentivar dichas actitudes.
Voy a poner un ejemplo que se comenta en el libro El economista camuflado, de Tim Harford. En el libro se comenta que muchas veces una actividad crea cierto daño. Por ejemplo ir en coche: humo, atascos, barreras, etc. Habría que lograr una forma de evitar que tanta gente usara el coche. Con el sistema actual de impuesto de circulación, prácticamente se logra lo contrario. Si pagas el impuesto anual parece que te estimulan a que uses el coche, ya que de lo contrario el impuesto por km recorrido sería muy alto. Cuantos más kilómetros hagas, menos impuestos pagas, cuando realmente estás creando más daños. En cambio, un impuesto más inteligente sería el que más gravara al que más daño haga, y a través de la recaudación se intentara subsanar. Es decir, gravar por kilómetro recorrido.
Es decir, pasamos a usar los impuestos como un mecanismo de compensación por el daño que se realiza por una actividad económica concreta. En este caso me parece interesante que si un producto se fabrica en un país que se salta la regulación internacional, dichos productos estén más gravados con impuestos, ya que permiten a los países receptores subsanar el daño que están haciendo otros países (por ejemplo, plantando más árboles que absorban el CO2). Esto, claro está, es complicado, ya que habría fijar unos impuestos que gravaran el impacto al medio ambiente de la fabricación de dichos productos. Y eso es muy difícil. Pero hay que intentarlo.
Por supuesto, la propuesta de Sarkozy tiene otros intereses políticos que nada tienen que ver con el medio ambiente. La idea es buena y puede que los fines converjan, pero detrás de esta propuesta hay un claro proteccionismo de su economía. Francia se ha comprometido a respetar el protocolo de Kyoto y eso tiene un impacto económico. Otros países no han firmado el convenio y fabricar los mismos productos será más barato. Luego un impuesto a estos países puede quitar la ventaja económica de no adherirse al protocolo. El fin es el mismo, que no respetar el protocolo no sea beneficioso, pero los motivos son distintos, uno por el respeto al medio ambiente y otro para la protección de la industria nacional francesa.
Ahora la pregunta es, ¿Se atreverán los países firmantes del protocolo a seguir esta iniciativa? No hay que olvidar que EEUU es uno de los países no firmantes...
Vía | El País