Las crisis económicas agudizan el ingenio. No en vano, algunas cosas que tenemos hoy, como la Fanta o la metadona, se deben a ellas. Algo similar ocurre con la cerveza, cuya famosa regla de pureza se debe, en gran parte, a que la economía tiene la manía recurrente de no ir bien.
Por eso, he aquí los verdaderos motivos por los cuales la cerveza que bebes es como es. Y también cómo esas leyes son mecanismos encubiertos de control de la economía, y no solamente de protección al consumidor.
Cosas intocables, incluso durante crisis económicas
A principios del siglo XVI, las cosas no iban muy bien para la economía de las regiones que formarían la futura Alemania. Entre ellas, Baviera.
Y ya se sabe lo que ocurre en esas épocas, que es el sálvese quien pueda y que fabricantes y comerciantes emplean toda clase de trucos para adaptarse. Desde que te lleves más piedrecitas que lentejas en ese saco que has comprado, hasta que la balanza que pesa tu compra está misteriosamente desajustada otra vez.
La picaresca se extiende, cada uno hace lo que puede y más o menos todos hacen la vista gorda. Del mismo modo, la escasez de grano era algo "aceptable". Cosas que pasan, designios de dios y el clima.
Pero cuando esa escasez de grano empezó a afectar a la producción de cerveza, entonces no. Entonces es hora de actuar.
Porque los productores poco escrupulosos, ante los altos precios de los ingredientes tradicionales, empezaron a echar otras cosas durante la elaboración: especias extrañas, cereales diferentes, rellenos de todo tipo...
Así que Guillermo IV, duque de Baviera, tuvo un destello de lo que sería el futuro de "cervezas" artesanales hipster que saben a todo, menos a birra, y decidió poner coto a la picaresca. Así, estableció la llamada Ley de Pureza el 23 de abril de 1516, también conocida como Reinheitsgebot.
Qué era la ley de pureza y qué consecuencias económicas tuvo
Esa ley de pureza era muy sencilla y establecía que la cerveza solo se podía elaborar con 3 ingredientes:
- Agua.
- Cebada (o cebada malteada).
- Lúpulo.
Y ya está. Porque tener hambre pase, pero tener sed, o llamar cerveza a cualquier cosa, no.
De esta manera, se quería cuidar a la bebida, verdadero motivo de unión y orgullo de una nación que en el futuro se llamaría Alemania, junto con la protección del consumidor y el coto a los emprendedores listillos, un clásico de todas las épocas.
Para los muy cerveceros que estén preocupados porque las leyes de pureza no incluyen la levadura, la respuesta es sencilla. Aún quedaban algunos cientos de años hasta que se descubriera la fermentación, pero esta levadura se podría considerar incluida en la parte de la cebada o cebada malteada, debido al proceso natural en el que ocurre de todos modos.
Cómo controlar los precios (y que funcione)
Curiosamente, esa medida también sirvió para algo importante, el control de precios.
Dado que solo se podía elaborar así, la cerveza tenía más o menos el mismo coste, de forma que no podía haber precios muy bajos por echar ingredientes muy baratos, y que no te clavaran tampoco por haber incluido especias exóticas o similares.
Otra consecuencia es que la medida fue tan popular que, lo que empezó en Baviera, se extendió rápidamente por otros territorios colindantes, adoptando la Ley de Pureza.
Sin embargo, en un giro de los acontecimientos que no sorprenderá a nadie, la otra consecuencia es que Guillermo IV de Baviera se hizo enormemente rico con su ley.
¿Por qué? Porque tenía el monopolio de la cebada. Lo cual representa el principal motivo por el cual los precios se mantuvieron estables, ya que él los controlaba en su mayoría.
De hecho, algunos economistas e historiadores piensan que ese fue el único y verdadero motivo de una ley que miraba tanto por el alemán humilde.
Lo que sí es cierto es que el precio fluctuante de la cerveza durante las épocas de crisis y escasez de grano se terminó. Pero eso no significa que bajara. De hecho, ese monopolio hizo que el precio se mantuviera elevado.
La Ley de Pureza también fue una de las leyes alimentarias más antiguas que hay y resultó precursora de otras similares.
Las leyes alimentarias, proteccionismo "por el bien de todos"
La Ley de Pureza fue todo un éxito económico (para Guillermo de Baviera) y un precedente imitado por otros productos, tanto alcohólicos (como el bourbon estadounidense o el tequila mexicano, que tienen disposiciones similares), como no alcohólicos (el queso Parmigiano en Italia o el aceite de oliva virgen extra en España).
Así, tú impones unas reglas que aportan protección y un estándar de calidad para el consumidor (como las denominaciones de origen, por ejemplo), pero, en realidad, el principal efecto es estimular la economía y las ventas de ese producto.
Esto es conocido por los economistas desde siempre y, si quieres imponer este proteccionismo, siempre puedes maquillarlo como medida de protección al consumidor.
Que lo es, pero lo cierto es que suele resultar secundario a los intereses del lobby de turno que puja por la regulación.
Sin embargo, en general resulta positivo para el consumidor cuando el lobby que puja lo hace por mantener una calidad que le conviene. Hay un incentivo enorme en la industria alimentaria (como en todas), a presionar por la desregulación para abaratar la producción. En muchas ocasiones, a costa de detalles insignificantes, como la salud del consumidor.
Por eso, la Ley de Pureza es algo que celebrar por los cerveceros y que perdura hoy día, incluso con conmemoración anual. Sin embargo, ser economista te arruina las buenas intenciones porque, detrás de una ley que beneficia a una mayoría, siempre te estás preguntando cuál es el verdadero porqué, más allá del que te cuentan.
Y tranquilos los que beben cerveza de trigo, había exención para ella en algunas zonas, donde era tradicional.
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