Habitualmente el portfolio o cartera de los inversores suele tener un porcentaje de renta fija y de renta variable, la asignación de activos o “asset allocation” supone decidir el porcentaje de la cartera o portfolio que emplearemos en cada tipo de activos, no sólo en los activos en concreto a considerar.
Decidir en la práctica que porcentaje se aplicará depende muchas veces de factores poco “objetivos”. Existen personas que optan tenerlo todo en renta fija, debido a que su aversión al riesgo les acaba empujando. Por otro lado existen personas que opinan, erróneamente, los bonos no proporcionan rentabilidad, por lo que ocupan toda su cartera con acciones. Estos inversores pueden estar equivocados.
Un estudio en 2004 publicado en EEUU comparaba que la rentabilidad de los bonos con las acciones entre 1960 y 1996, llegando a la conclusión de que descontando inflación las acciones daban un 5,5% anual y los bonos un 3%, con mucho menos riesgo. No obstante, debemos tener en cuenta que en el mundo tras la crisis inmobiliaria de 2008 las rentabilidades de los bonos han disminuido mucho.
Aversión o propensión al riesgo, el modo habitual pero incorrecto de elegir la asignación de activos
En general lo que se ha hecho es preguntarle al comprador del producto financiero por su tolerancia al riesgo del siguiente modo: ¿está usted dispuesto a perder rentabilidad (ganar menos dinero) a cambio de seguridad? Eso es un fallo grave puesto que:
- Dispara en el inversor el sesgo a la aversión a la pérdida del producto financiero, con lo cual la decisión no es completamente racional o basada en la esperanza matemática de la inversión.
- Se ignora las circunstancias del inversor, salvo su propensión al riesgo ¿cuál es su edad? ¿Qué descalabro supone para el inversor una pérdida de un 10, un 20 o un 30% de su inversión? ¿Podrá recuperarse?
- Se ignora las circunstancias de la cartera, a más diversificada esté en activos en renta variable, menor será el riesgo de la misma. La diversificación máxima se suele alcanzar mediante la inversión en productos indexados. De hecho si toda la cartera se invierte en un únuco tipo de bono, estaríamos corriendo un riesgo bastante mayor que una cartera muy diversificada en acciones a nivel mundial. Aunque el bono sea un activo de bajo riesgo y las acciones un activo de mayor riesgo.
Entonces ¿cómo podemos ajustar la asignación de activos en acciones/bonos?
Lo ideal es ajustarse a la edad
El padre del “value investing”, autor del libro “El Inversor Inteligente” y mentor del exitoso inversor Warren Buffet recomendaba que en los últimos años de la vida, los inversores optaran por pasar su portfolio a renta fija, es decir, bonos y similares. Ir incrementando nuestro dinero en bonos también lo recomienda la gurú de finanzas estadounidense Jane Briant Quin.
¿Por qué deberíamos de ir incrementando nuestra participación en renta fija a medida que envejecemos? Principalmente porque a medida que vamos envejeciendo tendremos menos tiempo de vida restante para recuperar las pérdidas que hayamos podido experimentar por invertir en activos más volátiles y rentables, frente al haberlo hecho en activos más estables. Según algunos autores como Charles Ellis (Winning the Looser’s Game) se tardó como máximo 20 años en recuperar nuestra posición ajustada a la inflación entre 1900 y el año 2000.
La pregunta es ¿qué porcentaje deberíamos de invertir en bonos? Pues depende del autor. Existen aquellos que defienden un portfolio 50:50, que invierte mitad en bonos y mitad en acciones, pero eso nos deja mal respecto a lo mencionado en la sección anterior. También está quien opina que el porcentaje en bonos puede ser de nuestra edad, de modo que a los 35 tendríamos que tener un 35% en bonos y un 65% en acciones y a los 80 un 80% en bonos y el 20% restante en acciones. hay quien opina que esto no tiene sentido debido a la mayor esperanza de vida.
Una forma más conservadora sería la regla de nuestra edad +15, ese debería de ser nuestro porcentaje en bonos y el resto en acciones. Así que a los 35 tendríamos el 50% de nuestros ahorros en bonos y a los 70 el 85%, con sólo un 15% en acciones. A partir de los 85 todo en renta fija. Es difícil que según la regla de los 20 años que hemos mencionado antes podamos recuperar la inversión a los 105, pero si es cierto que las acciones deberían de valer algo si nos hiciera falta venderlas.
Por otro lado, es cierto que invertir en bonos en tiempos de tipos de interés históricamente bajos como experimentamos ahora puede resultar frustrante, dado que puede que veamos que esa parte simplemente pierde dinero. Quizás eso haga que seamos más lanzados hacia poner acciones en nuestra cartera, pero es que la inversión suele ir más de gestionar nuestras emociones que gestionar el mercado. Otra cosa sería que estuviéramos dispuestos a asumir mayor riesgo del que estas reglas nos indican, con la idea de rebalancearla hacia bonos en un futuro.
Pregunta a los lectores ¿qué porcentaje de sus inversiones dedican a cada tipo de activo?
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