Las malas noticias que vive la economía tienen un claro protagonista central: las sesgadas políticas de los bancos centrales, que no sólo fueron incapaces de advertir la peligrosa crisis que se cocinaba en sus propias entrañas, sino que siempre aplicaron las recetas equivocadas. Como lo mencioné en Quien ganó con el control de la inflación, los bancos centrales le hicieron el peor favor al empleo al propagar la doctrina monetarista que destruía el empleo. Revertir aquella masiva destrucción de empleo no es tarea fácil. Y se hace aún más dificil cuando las empresas postergan sus proyectos de inversión ante el claro estancamiento global.
En estos tres años de crisis ha quedado en claro que la política monetaria no tiene ninguna herramienta real para superarla. Toda su magia depende del helicóptero y de la imprenta para crear dinero, por lo que en los buenos tiempos, no es la responsable de la estabilidad que se le atribuye. La única estabilidad real la genera el empleo y en ésto, la política monetaria no hace ningún aporte. Por eso que el objetivo único de los bancos centrales, el control de la inflación, resultó tan nefasto.
A tres años de iniciada la crisis, y a dos años del colapso de Lehman Brothers, las políticas de la Fed y del BCE no han logrado neutralizar el alto nivel de desempleo que socava el mundo y que de acuerdo a los declaraciones del FMI y la OIT, se encuentra en los niveles más altos de la historia, con 220 millones de desempleados oficiales. Y no hay planes para que el desempleo comience a disminuir y la demanda a aumentar. Solo grandes planes de movimientos de dinero que se intercambia entre muy pocas manos.
Nadie se percató de que las políticas monetarias marchan al mismo ritmo de las burbujas y, como es lógico, mientras esta se infla, cumple su rol de facilitar la liquidez. Todos son felices mientras la burbuja crece, porque todos creen que siempre seguirá igual: creciendo y haciendo dinero. Nadie se pone en el caso de que esa burbuja tarde o temprano reventará. Asi fue como se crearon los grandes desequilibrios que culminaron con la actual crisis.
Los bancos centrales no pueden aliviar la crisis porque estamos en una recesión de balance producto del alto endeudamiento de las empresas. En este tipo de crisis, la política monetaria resulta ineficaz dado que las empresas son incapaces de aumentar su endeudamiento a cualquier tasa de interés. Es el fuerte desapalancamiento que realiza el sector privado el que encoge a la oferta monetaria y seca las vías de circulación. Y en este escenario, no hay ninguna alternativa para que mejore el empleo en el mundo. El fracaso del monetarismo resulta evidente: no sólo nos sumergió en la crisis, sino que no puede sacarnos de ella.
En El Blog Salmón | El adiós a la contrarrevolución monetarista, Quien ganó con el control de la inflación
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