La producción de billetes y monedas tiene un factor nada despreciable que es el coste nominal de producción. Si el coste de fabricación de una moneda o billete es superior a su valor facial, la operación genera pérdidas económicas para el emisor, se mire como se mire. En este sentido, los bancos centrales emite de manera continua monedas de 1 y 2 céntimos a pérdida y la Comisión Europea está estudiando los siguientes escenarios para cambiar este problema:
- Seguir con la emisión de monedas a pérdida o con valores de producción superiores a su valor facial.
- Emisión de monedas de 1 y 2 céntimos a menores costes de producción (cambiando materias primas).
- Eliminación rápida de las monedas de 1 y 2 céntimos en circulación cortando las emisiones de reemplazo y aplicando norma de redondeo, retirándolas del curso legal.
- Desaparición lenta de las monedas de 1 y 2 céntimos, usando las prácticas de redondeo sólo para el pago final, pero seguirían siendo de curso legal.
Tal y como pinta la historia, la opción preferida en Europa va a ser la tercera, aunque las diferencias básicas vendrán con las normas de redonde que se aprueben en todo caso. Si la moneda deja de ser de curso legal, en todos los pagos en efectivo se aplicará una práctica de redondeo. Ojo, a nivel financiero o pago bancarizado, que existan operaciones con céntimos no representa ningún problema. En este sentido, se debe aplicar una política de redondeo solo a los pagos en efectivo y mantener el pago exacto si pagamos con tarjeta de crédito por ejemplo. Esta práctica es habitual en Suecia por ejemplo, donde la bancarización y pagos con dinero físico son casi residuales.
Si yo voy a un supermercado y la compra es de 25,53 euros; si pago con tarjeta no hay problema para que me cobren la cuantía exacta. Ahora bien, si pago con efectivo, las normas de redondeo harán que me cobren 25,55 euros. En este caso, las preferencias por el pago electrónico van a ganar fuerza en todos los sentidos.
Por otra parte, ya existen bastantes comercios que aplican esta práctica de redondeo generalizado a lo largo y ancho de nuestra geografía y realmente tiene poco sentido mantener en circulación una serie de monedas que generan más costes y quebraderos de cabeza que practicidad como medio de pago.
No obstante, doy por hecho que en España esta medida no estará bien vista, porque nuestros hábitos de pago con tarjeta no están tan extendidos como en nuestros vecinos europeos. ¿Qué ocurrirá finalmente? A la vuelta de un par de meses, lo veremos.
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