Un total de once países de la Unión Europea, entre ellos España, han acordado en el día de hoy avanzar en solitario hacia la creación de un impuesto a las transacciones financieras internacionales, una Tasa Tobin cuyo objetivo de fondo es frenar la especulación y hacer que la banca pague su parte de la factura por la crisis.
En concreto, se obligará a los bancos europeos a pagar un 0,1 % del valor de las operaciones de compraventa de bonos y acciones, y un 0,01 % de la operativa de derivadas. A la propuesta se han unido Alemania, Francia, Italia, España, Portugal, Grecia, Eslovenia, Austria, Bélgica, Estonia y Eslovaquia. El resto de integrantes de la UE, liderados por Gran Bretaña, han decidido no aplicar la Tasa Tobin a sus entidades financieras.
La aprobación “parcial” de este nuevo impuesto vuelve a dejar en evidencia la solidez del proyecto europeo. Sus detractores señalan que “sólo considerarían sumarse a la misma si todos los centros financieros del mundo la implantasen, como Nueva York, Singapur, Shanghái y Hong Kong”. Como este no es el caso, señalan que podría producirse una deslocalización de las entidades financieras, lo cual en parte es complicado porque las acciones que coticen en los países donde la Tasa Tobin se ha implantado siempre tendrán que pagarla.
El movimiento de España en esta jugada ha seguido una vez más la máxima de “donde dije digo, dije Diego”. No en vano, nuestro querido ministro Montoro ya se encargó de calificar esta tasa como “retórica e inútil”, por lo que nos mantendremos expectantes para conocer cuáles son las razones que le han hecho cambiar de opinión. ¿Demasiadas presiones de la jefa Merkel tal vez?
Vía | El Economista
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