Hace un par de días os hablaba de los pagafantas laborales. En comentarios hemos visto como muchos de vosotros le poníais DNI y cara a este pagafantas, en los respectivos trabajos de cada uno.
Pero no podemos pasar por alto que para que exista un pagafantas laboral, algo ha dejado de funcionar justo por debajo de él en la cadena de mando y ese algo es como mínimo uno de los trabajadores que tiene bajo su superrvisión directa.
Hay muchas formas de dejar de funcionar, pero la más peligrosa y flagrante es cuando el trabajador que falla, no lo sabe y además se cree que todo su desempeño lo realiza de una manera excepcional. En el diccionario de estos perfiles laborales, la palabras humildad, conocimiento y “me he equivocado” están censuradas. Vamos con un caso real.
Se incorpora alguien que trae aire fresco al equipo de un proyecto, con conocimientos justitos en muchos campos, sociable, falto de experiencia, joven y con ganas de comerse el mundo. Hasta aquí todo ok, siempre y cuando este proyecto de diamante profesional, evolucione correctamente desde el carbón en bruto pasando por las manos de unos buenos pulidores.
Por las circunstancias típicas de disponibilidad, saber hacer y demás, va cogiendo responsabilidades en el proyecto de forma muy rápida, a la par que se van acumulando errores provocados por el mismo perfil anterior. En este origen inicial tenemos tirones de orejas para toda la por los siguientes puntos:
- La jerarquia superior confía en la escala de mando y control para encauzar a estas nuevas incorporaciones.
- El trabajador nuevo, va aportando granitos de cal y arena a diestro y siniestro y antes de que nos queramos dar cuenta, no se le puede hacer un marcaje adecuado. Nos hemos saltado toda una fase de formación y el ego laboral del susodicho se ha disparado hasta lugares inalcanzables.
- El pagafantas hace su aparición, bien porque no se percate de la situación, bien porque de conocimientos ande peor que el diamante en bruto.
- El resto de compañeros rasos de equipo, tienen una tesitura difícil, proque por más mierda que quieran tapar, llega un punto que ya no hay donde meterla, sin contar con la invasión de competencias y la jerarquía de mando. Se rompe totalmente el buen ambiente de trabajo
Si a todos estos puntos tenemos un perfil personal que se cree el creador de Dios, sabio, perfecto y que sólo sabe reconocer sus virtudes, pero nunca sus defectos, el contador de la bomba de relojería inicia la marcha atrás con paso acelerado y cuando la bomba estalla, la mierda nos ha llegado a todos más arriba del cuello.
Es muy complicado trabajar en equipo y cada día que pasa me veo más cuidando ovejas o cabras. Al menos, cuando protestan no las entiendo.
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en El Blog Salmón | Pagafantas laborales en mandos intermedios