En el momento que algunos pasaron a augurar una revitalización del sector de primera residencia en el medio rural, aunque sólo pueda ser por llevar una vez más la contraria, parece ser que las cosas van a distar mucho de lo inicialmente vaticinado. Al menos por el momento.
Y es que ya no es que no se esté produciendo realmente esa vuelta de los ciudadanos de las grandes urbes a un medio rural más asequible, más natural, y con posibilidades laborales en forma de teletrabajo. No. Lo que se está imponiendo es la vuelta exactamente a lo contrario, y los flujos migratorios de los trabajadores han vuelto a retomar la misma senda que ya llevan recorriendo desde hace décadas y algún siglo, y siguen haciendo que el medio rural continúe vaciándose de trabajadores, y las grandes metrópolis sigan acogiendo a nuevas masas de población proveniente del campo.
Y eso puede significar (e implicar) muchas cosas. Para el campo lo primero por motivos obvios, pero también para las propias ciudades, y no sólo por el reto demográfico de darles acogida.
De la ciudad al campo, del campo a la ciudad, viceversa, y vuelta a empezar dando vueltas y más vueltas
Cuando el teletrabajo se había extendido y prometía volverse una modalidad laboral permanente en no pocos casos. Cuando bastantes empleados por fin vieron claro su sueño de vivir en un paraíso como las Canarias o las Seychelles y trabajar desde allí. Cuando algunas empresas pasaron entonces a pretender no pagar lo mismo a un empleado que viviese en una gran (y cara) ciudad que a uno que viviese en un más asequible medio rural.
Cuando todo esto estaba pasando, entonces va y llega la econometría y una vez más nos vuelve a sorprender con algo que distaba mucho de ser lo más previsible. Y es que, si bien la mayoría de los factores anteriores apuntaban a que podía producirse un resurgimiento del medio rural como lugar de residencia permanente (salvo por el último factor que en realidad ha llegado tras las mediciones estadísticas), lo que está ocurriendo es todo lo contrario: el éxodo del campo a la ciudad se está acentuando en la post-pandemia en algunos países desarrollados.
Desde estas líneas siempre hemos dado a las tendencias migratorias y demográficas una especial relevancia, porque no sólo configuran nuestras ciudades y países como conjunto (que no es poco), sino porque también van conformando nuestras Socioeconomías. Pero lo más clave de ello, sobre todo, es que nos ocupamos (y preocupamos) de estos temas porque nos muestran el futuro que viene, ante el que debemos estar preparados, y al que nuestros dirigentes tienen la obligación de canalizar el darle forma de una u otra manera, pero con buenas políticas que sean sostenibles socioeconómicamente y económicamente y, sobre todo, que sean en beneficio y como respuesta a las necesidades y a la voluntad democrática de los ciudadanos.
Aquí no deberían tener cabida las “soluciones habitacionales” que tan propagandísticamente se publicitaron sin el más mínimo sonrojo, y además se sacaron como medida “estrella” en el momento álgido de una burbuja inmobiliaria que se negó por activa y por pasiva, y que expulsó del mercado lo primero a las clases y colectivos laborales más modestos y vulnerables. Por supuesto que tras el pinchazo, que en ningún momento siquiera se intentó hacer de forma controlada minimizando su impacto destructivo, la cosa fue infinitamente a peor, y lo que era ya vivir en cubículos ciertamente casi inhumanos, acabo dejando paso a las ejecuciones hipotecarias, a vivir bajo el puente, y a sembrar los balances de los bancos con préstamos hipotecarios incobrables y poblados de activos inmobiliarios ruinosos y sin salida en el mercado. Como ya les analizamos en su momento, aunque en España también tuvo su clara vertiente prestamista y especulativa por mucho que desde instancias oficiales se dijese que aquí no había ese tipo de hipotecas, por toda aquella debacle sub-prime no pago apenas nadie ni allí ni aquí, y los que verdaderamente han pagado por todo aquel despropósito colosal han sido los de siempre: los sufridos ciudadanos a pie, y lo han pagado muy caro, por cierto.
Aparte de ese tema, que merece mención especial porque todavía estamos pagando a día de hoy sus platos rotos con populistas y autócratas copando el poder con discursos efectistas pero más vacíos socioeconómicamente que una de esas casas expropiadas, desde estas líneas hemos abordado el tema inmobiliario y sus implicaciones más acuciantes en diversas ocasiones. Así, les hemos analizado cómo uno de los fracasos socioeconómicos más importantes de los países desarrollados podría ser su muy mejorable política de vivienda. Igualmente, les hemos traído temas demográficos-inmobiliarios como el de que muchos jóvenes ya ni siquiera pueden plantearse si comprar una vivienda es mejor opción que alquilarla en el mercado porque han sido expulsados de él, o cómo de cierto es que la vida en las grandes urbes es varios multiplicadores más cara que en las ciudades de menor tamaño o que los pueblos.
Así que, tras todo ello y volviendo al escenario post-pandémico, en lo que a movimientos migratorios intra-nacionales se refiere parece que tras esa agitación pandémica que todo lo ha trastocado, al final nos quedamos como estábamos, y por el momento son los habitantes del medio rural lo que siguen emigrando hacia la gran ciudad. E independientemente de lo urbanita que sea cada uno, y de que muchas veces las tendencias socioeconómicas son tendencias a asumir sin intervencionismos, lo cierto es que, en este caso concreto, la ciudad necesita al campo tanto o más que lo que el campo necesita a la ciudad. Así que debemos analizar la tendencia, tratar de sacar alguna conclusión relevante y, sobre todo, con ello que nuestros dirigentes vean qué pueden hacer para mantener vivo y vibrante ese medio rural del que dependemos y disfrutamos a partes iguales. Desde luego no se podrá decir que el medio rural no esté poniendo por sí mismo todo de su parte, con encomiables iniciativas de futuro muy prometedoras como esa solidaridad urbana que está salvando pueblos o la propia y la tan de moda Agricultura 4.0, pero que sin el apoyo decisivo de las políticas y planes nacionales poco podrán ir haciendo (al menos no en su pleno potencial).
El éxodo rural prosigue su camino hacia los cinturones “habitacionales” de las grandes ciudades
¿Se creía que la pandemia iba a provocar un éxodo de las grandes metrópolis al medio rural? Pues está siendo justo al revés. Pues va a ser que no, porque los datos son claros y reveladores, al menos en esos EEUU que son la meca del capitalismo y que crean tendencia en todos los países desarrollados. Al otro lado del Atlántico el último censo muestra como la América rural sigue su contracción poblacional, mientras que sus habitantes siguen emigrando en masa a las grandes urbes estadounidenses.
Como habrán leído en el enlace anterior, según los últimos datos disponibles, el medio rural de EEUU ha perdido desde el censo anterior un 2,8% de su población, arrojando una distribución poblacional final por la que un 86% de los estadounidenses vive en las grandes metrópolis del país. A lo largo de la última década, 4 de cada 5 áreas metropolitanas estadounidenses vieron crecer sus habitantes, entre las cuales están incluidas la totalidad de las 10 mayores macro-urbes del país. Como pueden observar, un servidor no iba nada desencaminado cuando ya les anticipaba que los datos eran claros.
Pero hay un “pero” a todos estos datos, y es que, a pesar de que el censo ahora publicado recoja los últimos datos disponibles al respecto, lo cierto es que los censos estadounidenses son un proceso lento y tedioso en arrojar sus datos con cada nueva publicación. Por ello, si bien los datos son importantes y su reciente publicación merece un análisis, no es menos cierto que esos datos abarcan un periodo temporal que llega hasta abril de 2020. Es decir, que se solapa tan sólo unos pocos meses con la funesta pandemia de Coronavirus, y además lo hace durante esos primeros meses de shock y confinamiento en el que nadie osaba moverse ni lo más mínimo. La realidad es que el teletrabajo fue una tendencia que se generalizó tan sólo en los últimos meses del periodo de medida y, sobre todo, en su momento no se acababa de prever que pudiese tener muchos visos de continuidad.
Por el contrario, recientemente ha sido cuando diversas empresas han anunciado que la flexibilidad laboral en este sentido tomaba carácter de permanente, y ha podido ser sólo a partir de hace unos pocos meses cuando muchos trabajadores se pueden haber empezado a plantear seriamente ir a vivir al medio rural y teletrabajar. Si a ello le añadimos el hecho de que este tipo de decisiones es algo que no se toma de la noche a la mañana, y que todo ciudadano medianamente razonable se toma su tiempo en decidirlo, y luego en encontrar una vivienda adecuada y ejecutar la decisión, pues tenemos que hay que decir que lo más altamente probable es que los cambios traídos por la generalización del teletrabajo todavía no están computando apenas nada en el censo publicado enlazado antes.
Pero y… ¿Qué está pasando en la España “vaciada”? ¿Y hay tendencias del mercado que pueden reforzar estos flujos migratorios en uno u otro sentido?
Empecemos por la puesta en contexto en clave nacional, que por mucho que EEUU sea (todavía) el líder mundial eso tampoco implica que no pueda haber escenarios con una fuerte componente local sin la cual este análisis pecaría de (parcialmente) incompleto. Pero lo cierto es que, en los primeros compases de la pandemia, no fueron pocos los medios que se lanzaron a publicar que el medio rural estaba cogiendo aire, y que vaticinaron que la España rural iba a revitalizarse. Los datos realmente en su momento parecían acompañar a los titulares, pero realmente afirmar algo así de categóricamente con lo que había era ciertamente prematuro (y hasta casi aventurado).
El hecho es que en 2020 las grandes urbes de España vieron reducirse el número de sus residentes, algo que no ocurría desde hacía cuatro años. Primer “pero”: esta estadística era ya lo suficientemente voluble como para lanzar las campanas al vuelo por algo que ya había ocurrido hace más bien poco tiempo, y no parece estar justificado optar por un titular así de contundente por unos datos que podía ser que fuesen de nuevo coyunturales. Y aunque nuestros datos nacionales además sean más recientes y abarquen ya todo 2020,vuelvo a sacarles a colación que es ahora cuando el teletrabajo está ya consiguiendo la calificación de tendencia estable, y que sólo es a partir de ahora cuando el grueso de los ciudadanos lo pueden estar computando en una decisión tan lenta e importante como un cambio población de la primera residencia.
Por todo ello, afirmaciones del enlace anterior como que “El éxodo urbano durante la pandemia ha impulsado la repoblación de algunos de estos lugares” nos parecieron totalmente excesivas e injustificadas. Y lo decimos especialmente porque hablar de “repoblación” como si en ese concepto entrase una horquilla temporal de tan sólo unos meses, es como decir que se ha repoblado todo un monte porque en un fin de semana unos pocos vecinos han puesto algunos plantones. Vamos, que para hablar de repoblación como tal habrían hecho falta más y mejores datos. De hecho, en las tendencias vistas, también tiene un peso importante la proximidad a los grandes núcleos urbanos por parte de algunos de los pueblos que han experimentado más crecimiento, lo cual no debería ser calificado realmente como un éxodo de la ciudad al campo y una repoblación rural como tal, sino más bien como una extensión del área de influencia de las grandes ciudades, que es un escenario radicalmente distinto. Muy probablemente ello puede venir motivado porque ahora muchos trabajadores sólo tienen que acudir a su oficina uno o dos días por semana, en vez de todos los días laborables. Así, pueden asumir más horas por desplazamiento individual.
Y un último factor que considero importante aportarles en el análisis de hoy es el referente a las últimas tendencias empresario-laborales. Si bien es cierto que esa tendencia hacia el teletrabajo que ya les analizamos sigue imparable en un buen número de empresas (aunque ni mucho menos en todas), la flexibilización de las condiciones laborales en lo que al teletrabajo se refiere no es el único factor a tener en cuenta a la hora de vislumbrar el futuro laboral que viene. Porque en esa meca capitalista, y más concretamente del trabajo más “techie” y de las grandes tecnológicas GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon), parece que la nueva tendencia que estas empresas están tratando de imponer en el mercado, aprovechándose de su tamaño y su capacidad de influencia, es que sean inferiores los salarios que pagan a aquellos trabajadores que teletrabajan, y más aún si residen fuera de las grandes ciudades. algunas calculadoras laborales incluso están siendo diseñadas de manera que, cuanto más lejos vivas del centro de trabajo, menos salario percibas. Y no sólo son las GAFA, sino que la tendencia parece irse extendiendo por buena parte de Silicon Valley, esa meca IT que impone tendencia global. Así que, ¿Estaba usted pensando en teletrabajar desde Villaconejos de Abajo para tener menos gastos? Pues ya puede usted asegurar que ya hay empresas pensando en pagarle menos si se muda usted allí. Piénsenlo dos veces por sí mismos antes de seguir. Tela.
En la humilde opinión de un servidor, esto supone toda una discriminación y una intromisión en la dimensión personal de la vida del empleado. ¿Acaso esas empresas pagaban más antes del teletrabajo a aquellos empleados que se desplazaban cada día a la oficina desde más lejos? ¿Y sin embargo, si deciden teletrabajar ahora, sí que les van a pagar menos? Eso no es un mercado laboral libre y flexible. En un mercado laboral como debe ser un empleado debe cobrar en base a un mix salarial basado en lo que su perfil vale en el mercado y lo que produce para la empresa. Si ese empleado decide vivir en la Conchinchina es una decisión de su vida de dimensión estrictamente personal, y la empresa no debe instrumentalizarlo en ningún caso como variable a la hora de fijar su salario. Lo contrario es institucionalizar públicamente una discriminación geográfica que realmente siempre ha existido de alguna manera (aunque por otros motivos con más fundamento), pero que así plasmada “en crudo” ya resulta totalmente sangrante con el teletrabajo.
Se podía entender mejor antes que, en otra coyuntura, en ciertas ubicaciones las empresas pagasen menos, porque en lo que se movían era en un mercado laboral local. Pero si el teletrabajo e internet han hecho en algunos sectores que ese mercado laboral local salte por los aires (y por los bits), para pasar a permitir el alumbramiento de un nuevo mercado laboral casi universal, hacer lo que están empezando a hacer en Silicon Valley no es sólo ponerle puertas al campo y a internet. Lo que allí están empezando a tratar de imponer es claramente discriminarte geográficamente por lo que gastas, en vez de valorarte por lo que aportas. Eso ya no son real y conceptualmente retribuciones salariales en el concepto más teórico y ortodoxo, sino más bien compensaciones sojuzgadoras del modo de vida de cada empleado. No se puede pasar así, sin contemplaciones, por encima de una de las máximas laborales capitalistas más nativas: “tanto vales (o produces), tanto cobras”. Y punto.
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