Una de las últimas propuestas que ha llegado al Congreso de los Diputados de la mano de Más País, es reducir la jornada laboral semanal a cuatro días, es decir, hasta 32 horas de trabajo. Por lo tanto, los trabajadores se verían favorecidos por un mayor tiempo para su actividad personal, ya que actualmente destinan 40 horas o cinco días semanales al trabajo.
Es una medida que se presenta bajo la bandera de la conciliación en favor de dedicar más horas a los quehaceres personales. Trata de teñirse del ecologismo porque se presupone una reducción de los desplazamientos y por lo tanto, reduciría la contaminación. Y, en último lugar, se busca el enfoque de salud, menos trabajo implicaría menos estrés personal, repercutiendo en una vida más cómoda y tranquila.
Según su programa electoral, se pretende aprovechar los avances tecnológicos y los aumentos de la productividad, para reducir la jornada laboral de forma gradual y negociada sin pérdida de salario en el marco de la próxima década.
Una medida no rentable
Una semana de cuatro días laborables tiene un problema: es caro y hace que proyectos empresariales que hoy son rentables dejen de serlo. Esta conclusión viene dada por el un estudio diseñado en Suecia en la población de Svartedalens en la que los trabajadores del hogar de jubilados pasaron de trabajar ocho horas diarias a seis, un total de treinta semanales.
Si bien es cierto que hubo mejoras de productividad y mejores niveles de bienestar para el personal, para tratar de hacer frente a la pérdida de horas, se tenía que compensar con una ampliación de la plantilla, la residencia tuvo que contratar a 17 nuevos empleados, lo que supuso un coste extra de 12 millones de coronas suecas, unos 1,26 millones de euros.
Haciendo los cálculos completos, sí hay un ahorro. Esos 17 trabajadores eran desempleados, por lo que hubo una reducción de los subsidios de desempleo en 4,7 millones de coronas (unos 493.000 euros). El problema es que ese ahorro no compensa el auge de los costes.
Dejando de lado el experimento sueco y su falta de rentabilidad, muchas industrias muy probablemente no podrían participar por las sus propias características o la alta cualificación que habría que demandar en el mercado laboral, y sería imposible integrar de manera inmediata. Muchos trabajos tienen una alta complejidad para ser transferidos y crearía inmediatamente un problema estructural.
Otro punto a tener en cuenta es que muchos trabajadores podrían querer trabajar más horas y se verían limitados por la legislación. Es más, en un estudio en Holanda se concluyó que actualmente 1,5 millones de personas querían trabajar más horas, pero no podían hacerlo.
Francia, que redujo su jornada laboral hasta 35 horas, ha visto que muchos trabajadores han acabado trabajando las mismas horas. La diferencia existente es que esas horas pagadas ahora computan como "horas extras".
El problema de productividad en España no está atajado
Para hablar de reducción de la jornada laboral, esos mayores costes deberían ser compensados por el incremento de la productividad laboral. Y ese es, sin duda, el punto central que hace que una empresa sea o deje de ser rentable. Cuando se trata de impulsar reducciones del trabajo desde la legislación y no desde el progreso económico, se trata de un error mayúsculo.
La productividad laboral se define como el PIB por hora trabajada. Y si queremos realizar comparaciones internacionales de los niveles de productividad laboral se utiliza una moneda común (en este caso dólares estadounidenses), utilizando las paridades de poder adquisitivo (PPA) actuales.
Según los últimos datos de la OCDE, España tiene una productividad por hora trabajada de 55,16 dólares. Estos niveles se encuentran ligeramente por encima de los establecidos por la OCDE (54,72 dólares por hora) y por debajo de los niveles de los establecidos por la Unión Europea (55,16 dólares por hora).
A pesar de que la productividad se encontraría en una posición intermedia en los rankings, su crecimiento ha sido relativamente débil en los últimos años, incluso disminuyó ligeramente en 2018 y 2019. España tiene un verdadero reto para mejorar la productividad.
Las causas de esta baja productividad son múltiples. Nos encontramos con un elevado porcentaje de personas poco cualificadas y que abandonan prematuramente los estudios, el bajo rendimiento de los alumnos en lectura, matemáticas y ciencias, la baja participación en la educación y formación profesional.
Nuestro mercado laboral carece de la flexibilidad suficiente, lo que hace difíciles las transiciones de trabajo, y nos lleva a una infrautilización de las competencias (en particular debido al elevado desempleo de larga duración y al subempleo de los trabajadores a tiempo parcial) y desajustes en materia de competencias.
Los desajustes en las competencias y cualificaciones son los principales factores que determinan la diferencia de productividad laboral de España con respecto a la media de la UE. La escasez de cualificaciones en España se concentra en las ocupaciones técnicas de nivel medio y alto.
El tamaño y qué tipo de empresas forman parte de nuestro tejido productivo no es un elemento positivo. España tiene una proporción relativamente alta de sectores caracterizados por una menor productividad laboral aparente. Además, tenemos una mayor participación de España en el empleo de las empresas más pequeñas (efecto de distribución por tamaños). Esto es coherente con la conclusión general de que las pequeñas empresas tienden a ser menos productivas.
Específicamente, en la construcción, el comercio al por mayor y al por menor, los servicios profesionales y las actividades administrativas y de apoyo, las empresas españolas tienden a ser menos productivas que sus homólogas de la UE en promedio en todas las clases de tamaño, y también sufren el impacto negativo de ser más pequeñas.
En conclusión, la mejora de la productividad dentro de las empresas y la eficiencia en la asignación de recursos son fundamentales para aumentar la productividad general en España. La productividad dentro de la empresa depende de la capacidad de las empresas para innovar, adquisiciones de bienes de capital y aprovechar al máximo su dotación de capital humano, así como de su organización y gestión. Por la parte del capital humano, se ve afectada por la escasa por problemas de formación y por el desajuste de las competencias en el mercado laboral.
No tiene sentido alguno que sin tener solucionado los problemas de la falta de productividad laboral en España, se persiga una medida que lo único que llevaría es mayores costes laborales, desplazando a la quiebra a muchas empresas de sectores que asumen niveles de baja productividad.